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Cultura

Pedro de la Hoz Pasión por Rembrandt

Pedro de la Hoz

En el vestíbulo del Rijksmuseum de Amsterdam exhibe todo su encanto y misterio La ronda nocturna. El cuadro, pintado por Rembrandt en 1642, representa a una compañía de arcabuceros dispuestos a emprender tareas de patrullaje. Los jefes de la partida aparecen en primer plano, pero no son los únicos que animan la compleja composición. Otros personajes adquieren un inusitado dinamismo en la escena, y hasta una enigmática niña asoma en medio de la milicia. Se cuenta que los protagonistas del cuadro, prósperos mercaderes, pagaron al artista unos cien florines por aparecer en la pintura, pero también se cuenta que este no respetó jerarquías en la ubicación de los abonados y solo obedeció a impulsos estéticos.

Esto causó estupor y rechazo por parte de los milicianos, aunque no al punto de originar una conspiración, como la que sugiere el imaginativo relato fílmico de Peter Greenaway, Ronda nocturna, que terminó por arruinar la vida del pintor. En unas notas divulgadas a raíz del estreno del filme, Greenaway declaró haber tratado de espejar, además, las siguientes interrogantes: ¿cómo es posible que alguien tan rico y acomodado, un pintor venerado de mediana edad, acabara sus días en la miseria?, ¿cuál es la importancia e influencia de las tres mujeres que discurren a lo largo de la vida del pintor?, ¿de qué modo intervino su vida doméstica en el desempeño de su oficio?, y ¿cómo entender un cuadro con tantas curiosas anécdotas visuales de por medio, acciones inexplicadas, contravenciones de la tradición pictórica y la sensación persistente de que el lienzo nos explica algo, pero no tenemos idea de lo que es?

El historiador del arte Jaime Brihuega llegó a la siguiente conclusión: “La Ronda… fue, sobre todo, la autoafirmación de un artista consciente de que su medio de expresión no necesitaba sujetarse a ninguna regla establecida y se sentía capaz de transgredir las codificaciones icónicas de una sociedad mucho más rígida en sus hábitos de lo que en principio pudiera parecer”.

Amsterdam y los aficionados a las artes visuales celebran a Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) bajo el pretexto de conmemorarse el próximo 4 de octubre el aniversario 350 de la muerte del artista de los Países Bajos. El Rijksmuseum dio el pistoletazo de arrancada de la agenda con 22 pinturas, 60 dibujos y 300 grabados, es decir, la totalidad de los fondos que atesora del artista, más la publicación de Rembrandt, biografía de un rebelde, de Jonathan Bikker, curador del museo.

Para beneficio de los admiradores de Rembrandt, La ronda nocturna llega al aniversario en medio de un proceso de restauración, sin que para ello tenga que ser removida. Todo se hace a ojos vista; la tela, de 3,79 metros de largo por 4,54 de alto y 170 kilos de peso, sujetada en un caballete móvil y revisada minuciosamente con las técnicas más avanzadas para operar el milagro devolver sus valores primigenios.

Confieso que envidio sanamente a quienes han podido apreciar directamente la obra maestra rembrandtiana en el museo de Amsterdam. No es lo mismo verla en reproducciones, por muy buenas que sean, que vivir la emoción de tener ante la pupila un cuadro de tan honda proyección.

Pero me consuela haber podido intuir su grandeza cuando años atrás, de paso por La Haya, llegué al museo Mauritshuis y me detuve ante La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp, realizado en 1632, cuando todavía Rembrandt era un joven talento en desarrollo. De dimensiones menores que La ronda nocturna pero igualmente conmovedor, La lección… prefigura su estética, la de un barroquismo que dio valor al movimiento y al gesto dinámico y no a la pose, que enalteció el uso de la luz como herramienta para resaltar sutilezas dramáticas. Es un Rembrandt que quedó para siempre grabado en mi retina.

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