José Miguel Rosado Pat
Te quiero de pie, con la frente en alto.
A ti, a quien la sociedad del “macho” te obliga a llevar la dignidad a cuestas,
y a diario pretende arrebatártela.
Te quiero de pie, con la voz fuerte y el discurso claro.
Con la mente esclarecida y la mirada firme.
Te quiero de pie, porque necesito de ti; y mis hijos y sus hijos y los hijos de sus hijos, también lo harán.
Tu lucha es mi lucha y deberá ser la de nuestros hijos, la lucha de todos.
Te quiero de pie porque eres Historia, memoria y trascendencia.
Porque de pie se cuentan las hazañas y proezas, y tú eres leyenda.
Nadie escribe sobre los dóciles y los que viven de rodillas.
Y tú, que de pie has sobrevivido a las siniestras torturas de la cultura,
al embate de filósofos, reyes, líderes religiosos y los hombres de tu propia vida.
¡Nunca cedas ante la perversidad de los que no siendo libres
infectarnos quieren con su miedo heredado!
Miedo de no ser lo que esperaron de ellos y que terminaron siendo nadie y nada: un hombre más.
Te quiero de pie, porque de pie te he conocido, y porque de pie es la lucha, ¡Yo estoy contigo!, y con ella, con aquella, nuestras madres, nuestras hijas, nuestras hermanas y con la niña que vende cigarrillos, con la mujer que vende felicidad en pedazos de instante, y que suma instantes sin futuro alguno arriesgándolo todo por unas monedas.
Te quiero de pie, para ver tu rostro y mirar al cielo.
Porque nadie, ni siquiera tú, ha de mirar abajo… porque has nacido sin ese deshonroso privilegio.
Pero no podrás si estás sola.
Necesitas de mí, de nosotros, de tus hermanos de especie.
Porque si para amarnos, nuestros labios deben hallarse, lo mismo que nuestras cabezas, nuestros cerebros, nuestras ideas y voluntades…
¿Por qué te arrodillas?
Te quiero de pie porque de pie naciste y de pie te has hecho.
Te quiero, y te quiero viva.