José Iván Borges Castillo*
Impresiones de viajero
Seguimos por los antiguos caminos del sur de Mayab. Nuestro pie se detuvo en la población de Tahdziú, el solo nombre de este poblado nos hablada a la mente y conocimiento estigmatizado de la comunidad más pobre de Yucatán, calificado aún más de nuestra América Latina, si bien la población está bien enmarcada por todos los grandes males que le afectan, tiene aún riqueza que a todas luces es manifiesta, se trata de la amabilidad de su gente, en la sonrisa de sus niños y en el ahínco y esfuerzo de sus madres y padres de familia. El progreso de nuestros pueblos indígenas no es precisamente el de obras nuevas para fijar grandes capitales, sino en de darle a la comunidad lo justo y necesario para desarrollar su misma cultura e idiosincrasia.
Una casa antigua de marcos de aire mudéjar, unos arcos de medio punto de corredor de frente del palacio municipal y un amplio panorama de su plaza principal se nos presentaba como la vista, como la estampa más noble y sencilla de esa comunidad. Sobresalían de sus naranjos y almendros del atrio parroquial la soberana fachada artística de su iglesia titulada de San Bernardino de Siena, patrimonio cultural de la comunidad.
No podía dejar de pensar en el origen de ese pueblo, dado a que las casitas de paja y bajareque, de palitos adosados con tierra de kankab, nos hablan de su misterioso origen localizado en la época maya, sin lugar a duda. Un español llamado Juan de Magaña Arroyo, quien fue el primer encomendero de este pueblo a mediados del siglo XVI, escribió por mandato una Relación de dicha comunidad y menciona con especial énfasis: “Llamase el dicho pueblo Tahdziu por estar en un asiento llamado Humpic Dziu donde en su infidelidad tenían un ídolo que así se llamaba, hecho de barro y de figura de mujer”. Leyendo detenidamente a Magaña se deja ver dos cosas de suma importancia: el culto femenino a la diosa maya Humpic Dziu, quizá advocación de la gran Ixchel, y el nombre del lugar. Humpic se suprimió en el habla y quizá se nombraba con mayor facilidad al pueblo Ti Dziu o Tah Dziu, la palabra Tah es énfasis para señalar una cosa o lugar. Es por eso que el Chilam Balam de Chumayel lo deja entrever, cuando en el recorrido de los itzaes “Llegaron a Hunacthi”, es probable que el escritor de dicha memoria quisiera poner Humdziu o nombre parecido en relación a esta población.
Es por el nombre del lugar que se nos muestra su origen maya de la comunidad. Muchas son las interpretaciones dadas a la etimología del nombre del lugar, pero creemos prudente más esta, dado que Juan de Magaña lo escribe en 1580, y para su Relación tuvo que investigar entre los más antiguos pobladores del lugar que nacieron en la época cuando los españoles aún no llegaban a Yucatán.
Fue pueblo del cacicazgo de los señores Xiu de Maní.
Mientras nos refrescamos con agua natural en la tienda El Venadito, esquina norte de la plaza principal, nos percatábamos de los desniveles de tierra natural y algunas, desde luego, por formación maya, antiguas plataformas bases de casas domésticas cuyas ruinas quedan entre los cimientos de modernos y contemporáneos edificios y en los solares del centro.
El centro lo componen una amplia explanada, frente a dos centros de poder, el político con el palacio municipal sede del Honorable Ayuntamiento de Tahdziú, que cumplió en enero pasado 101 años de erección a municipio libre, y la iglesia de San Bernardino, sede del poder religioso.
Todo el pueblo tiene una especial composición, y aunque todos los pueblos de Yucatán parecen iguales, no lo son en verdad. Tienen sus características muy particulares que los hacen únicos.
En su vetusta iglesia central, una antigua capilla de visita de los padres franciscanos, los cuales dieron por patrono a San Bernardino de Siena, santo salido de la misma orden franciscana, había sido primeramente administrada por ellos, pero, a causa de las múltiples secularizaciones en la época colonial, pasó a manos de sacerdotes diocesanos.
Ya para la segunda mitad del siglo del XVII, el religioso franciscano fray Diego López de Cogolludo lo menciona su titular: “Tahciu a nuestro padre San Bernardino”.
Y en algún momento de esa temprana época de la evangelización, como consecuencia lógica de su patrocinio, llegó a la comunidad la sagrada imagen del patrono y fue entronizada en la iglesia donde es titular. Pero, por causas desconocidas, la imagen fue a parar en una capilla distante al centro de la población, donde se levantó un oratorio.
Es tradición de arraigada fe, sincretista, que al día se le coloquen en el altar ofrendas de comida, desayuno, almuerzo y cena. Dicen los antiguos que a lo largo de 400 años de catolicismo, más de 18 familias le han dado de comer al patrono para que tome la sagrada gracia de los alimentos. Por varios años esta devota costumbre lo realizo doña Adelaida Tamayo Naal.
Y cuando la fiesta tradición se arma en mayo en honor al Santo Patrono, de nuevo se escuchan los tunkules y los voladores, que van llenando en ambiente de regocijo y alegría. Los acordes de orquesta ponen la jarana y el compás el jaranero y su hermosa mestiza. ¡Qué encanto guarda secreto todo nuestro Yucatán!
Actualmente la comunidad cuenta con poco más de cuatro mil habitantes. Muchos son los problemas que afectan a la población, de toda índole social-económica, pero creo que el devenir de esta comunidad está en la nueva visión que tengan sus gobiernos locales y, ante todo, en cada ciudadano de esa comunidad.
Es un pueblo que siempre apuesta por avanzar y por su prosperidad. No dudamos siquiera que su actual alcalde Pedro Yah Sabido sea cabeza en este asunto, y también apueste por el bien de su pueblo y seguramente encamina su esfuerzo para lograr que brille su comunidad.
Debemos señalar algo de suma importancia, en la historia de Tahdziú se registra que ocurrió en un momento de su historia la autocolocación de un apellido a su nombre en maya; apellido que correspondió en este caso a Novelo. Esto lo hemos encontrado en nuestras investigaciones históricas en el Archivo General del Estado, al dar con el acta original de tan feliz decreto. En el año de 1878, la legislatura del estado decretó que los ayuntamientos y juntas municipales unieran su nombre al de un célebre héroe nacional o del estado, haciendo que estos sirvieran de lustre o divisa. La Junta Municipal de Tahdziú obedeciendo al decreto acordó, en sesión extraordinaria celebrada en ese mismo año, tomar el apellido de Novelo en honra del coronel José María Novelo, que peleó bajo la tropa del gobierno yucateco en contra de los mayas sublevados en la famosa guerra social conocida popularmente como la Guerra de Castas, ocurrida en 1848.
Y dicha acta aún se conserva en el mencionado archivo, cuya información la dimos a conocer en el volumen El gran libro de Yucatán, el año pasado. Si bien el uso del nombre declinó en breve, solamente unas cuantas poblaciones yucatecas conservaron su apellido, como el caso específico de mi pueblo Tekal de Venegas, o de Dzilam Bravo o González.
Ahora que hemos aclarado este importante asunto de la historia local, hacemos votos para que recupere este municipio su apellido y que desde ahora sea llamado como ¡Tahdziú de Novelo!
De algo estamos cierto, falta escribir la historia del pueblo de Tahdziú.
Mi gratitud al periódico POR ESTO!, cuya divisa de Dignidad, Identidad y Soberanía nos permite compartir estas cortas líneas.
* Historiador. Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.