Pedro de la Hoz ¿Quieres saber cómo llegó, tomó impulso y se arraigó el son cubano en México? Hubo silencio ante la pregunta lanzada por un colega, el inolvidable poeta y musicólogo Helio Orovio, en medio de una tertulia de músicos, críticos, promotores y aficionados que a principios de este siglo frecuentábamos el café Hurón Azul, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Extrayendo un libro de su bolso, él mismo despejó la interrogante. Se titulaba Recuerdos del son, y a todos nos llamó la atención el nombre de la autora, Merry MacMasters.
En un inicio pensamos que se trataba de la edición mexicana de un libro traducido del inglés, pero bien pronto salimos del equívoco: detrás del origen norteamericano de la escritora, estaba una de las personalidades más laboriosas del diarismo en el vecino país, quien se había apasionado con el tema al punto de rastrear mediante entrevistas y testimonios la ruta de un género que un célebre compositor de la isla definió como “lo más sublime para el alma divertir”.
Supimos que los materiales allí reunidos en 1995 se publicaron en una columna sostenida entre 1983 y 1989 en la sección cultural del diario El Nacional. En el prólogo, Manuel Blanco recordaba cómo “el mundo del son siempre había sido un mundo sin voz, sin palabra propia, encharcado cuando más en el ámbito farandulero y ocasionalmente promocionado por los éxitos musicales de la hora; Recuerdos del son, en cambio, empezaba a hablar desde dentro del son y en la voz de los protagonistas: sobrevivientes de las más viejas leyendas y los batalladores en activo, los que habían vivido parte de esa historia no escrita todavía y los que ahora mismo se encargaban de irla escribiendo”.
Repasé rápidamente las páginas del libro. Al avanzar en la lectura, no en el orden del sumario sino atraído por nombres algo alejados de mis referencias, descubrí un universo poco o para nada conocido, fuente nutricia para comprender mucho mejor una arista escasamente difundida de los vínculos culturales entre Cuba y México.
Los encuentros de la autora con Acerina, Luis Ángel Silva (Melón), Pepe Arévalo, Ramón Rojo (La Changa), Carlos Daniel Navarro (Lobo), y la deliciosa historia que puso ante nuestra mirada las aventuras mexicanas de Arsenio Núñez y Eulalio Ruiz de Mantilla, sazonadas con una estampa yucateca, valen por mil.
A nuestros pueblos mucha falta les hace que desde la prensa, sin obviar la inmediatez, fluya información calificada acerca de los procesos culturales que perfilan las identidades, como la que ha ido desarrollando en el tiempo Merry MacMasters. De ella también me habló con mucho respeto César Portillo de la Luz, el compositor de Contigo en la distancia, quien me aseguró que pocas veces, fuera de Cuba, había tenido una conversación periodística con tanta altura y sagacidad.
Fue para mí una suerte topar nuevamente a Merry MacMasters en la sección cultural de La Jornada. La habanera Casa de las Américas acostumbraba a replicar, en su portal La Ventana, los materiales publicados en el diario capitalino de alcance nacional.
Entre estos no olvido sus reseñas sobre la impronta popular de José Guadalupe Posadas y la caribeñidad de Wifredo Lam, las enjundiosas entrevistas al artista mexicano Vicente Rojo y el escritor chileno Hernán Riviera Letelier, y la evocación del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.
Todo esto sin dejar la música. Entre los recortes que conservo de sus artículos, se halla la reseña que dedicó en abril de 2011 al concierto de la Filarmónica de la Ciudad de México, efectuado al aire libre, con un repertorio danzonero, en el cual el maestro Arturo Márquez confesó que defendía el género para “mantenerlo en nuestra memoria, nuestro cuerpo, nuestra alma”.
El próximo 18 de marzo a las 1900 horas MacMasters recibirá en la sede de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2019, el Premio Nacional de Periodismo Filey por su contribución a la prensa cultural.