José Miguel Rosado Pat
A mediados de 2017, apenas conocimos el recurso que había sido destinado para la investigación histórica y fomento del Patrimonio Cultural por la Secretaría de Cultura del Gobierno Federal, quienes conformábamos el departamento de Patrimonio Cultural de la Secretaría de la Cultura y las Artes del estado, nos dimos a la tarea de pensar un proyecto que tuviera como resultado un producto cultural que se distinguiera por el valor de su contenido, por su accesibilidad, fácil consulta y transmisión pero que, también, dada la limitación financiera, fuese económico en su elaboración y manufactura, todo ello sin menoscabo de la calidad en su fondo y en su forma. Es decir, aplicamos la premisa de “hacer mucho con poco”.
Conforme esos criterios, comenzamos a trabajar. De primera mano era fundamental definir a los responsables de la investigación, siendo propuestos para esa labor los catedráticos de la Universidad Autónoma de Yucatán antropólogos Flor López Bates y Edgar Santiago Pacheco; de inmediato lo fueron el revisor y corrector de estilo y la diseñadora editorial, recayendo dichas tareas, respectivamente, en el antropólogo e investigador José Juan Cervera Fernández y en la licenciada en diseño Patricia Alarcón Vilchis. Pese a las vicisitudes encontradas durante el trayecto y de las gestiones y engorrosos trámites burocráticos, once meses después vieron la luz estos cinco disco libros; cada uno con información e imágenes de prácticas culturales significativas de las cinco regiones en que suele dividirse el estado; correspondiendo al primer disco Los gremios en la fiesta de Espita, al segundo las celebraciones de la Virgen Poderosa de Chicxulub Puerto y de la Virgen de la Asunción de Tecoh, al tercero la ceremonia del Kúu´Pool en San Bernardo, asentamiento de Kopomá, al cuarto el festival de las iguanas o el pa´p´úul de Tipikal; y, al quinto el Día de Muertos en Xohuayán.
Cabe señalar que, en un inicio, el proyecto se planteó mucho más ambicioso, pues se pretendía la investigación y levantamiento etnográfico de, por lo menos, cinco prácticas culturales de cada una de las regiones.
Ahora bien, el objetivo de destinar recursos públicos a la elaboración de productos culturales de esta naturaleza es el de promover, difundir, documentar y procurar la conservación de los saberes inmersos en la preparación y ejecución de las prácticas culturales que definen y dan identidad a una región, un pueblo o a una comunidad. El fundamente ideológico sobre el cual descansa esta clase de proyectos, independientemente del medio que se emplee para su materialización, es el de la teoría de la cultura y el arte popular.
¿Y qué es, significa e implica la cultura popular? El destacado investigador de la cultura y arte populares Jas Reuter señala que estudiar y apoyar a la cultura popular no es un pasatiempo, sino un compromiso moral. Partiendo que “cultura” es un concepto del que hallaremos cientos de definiciones, vale señalar que el punto de coincidencia entre ellas es el de reconocer como “cultura” aquello que es creado por el hombre, frente a la naturaleza. El mismo pensador nos comparte que aceptar la “cultura” como el conjunto de creaciones humanas, nos hace ver que no existe grupo humano que carezca de ella.1 Pero la cultura –la nuestra, la de todos– no es un monolito impenetrable, ni lo ha sido nunca. Durante el largo proceso de creación de “cultura” se establecen valores respecto de la propia cultura y la de otros, incluso, algunos que llegan a considerar su cultura inferior, similar o superior al de otras sociedades. Es decir, toda sociedad humana, inevitablemente, tiende a jerarquizar todo lo que crea. Las guerras, por ejemplo, son resultado de esa jerarquización que, necesariamente, implica el sometimiento de unos a otros, y con ello la imposición de valores, creencias, estilos de vida, etcétera.
El tema de la “cultura” es profundo y extenso. Para lo cual recomendaría acercarse a las obras de los teóricos de la cultura popular, si es su deseo ahondar en ella. Sin embargo, para efectos de explicar el porqué de apoyar y continuar con estos proyectos y, partiendo de lo anteriormente explicado sobre la jerarquización, volteamos hacia todos aquellos científicos sociales y filósofos que han definido la cultura desde el pedestal que otorga la cultura elitista, dominante y que, conscientes o no, establecen valores, y jerarquizan los elementos culturales comparando y analizando siempre, desde la perspectiva del conquistador, que decide otorgar o dotar o no de ciertos valores a otra culturas. La educación y, por ende, la forma de hacer investigación y de pensar respecto a todo aquello que no proviniese de la cultura occidental, además de estar en manos de la Iglesia católica, estuvo, en consecuencia, alejada de toda objetividad científica.
Ese no es el pensamiento que se busca reforzar con contenidos como el que presentamos ahora, pues ya bastante presente se haya en la discriminación y abuso que sufren los pueblos originarios y las personas de origen indígena sobre todo en el espacio urbano; contrario a ello se pretende inculcar una visión de la cultura popular que guarde profundo respeto por los grupos e individuos que la generan y resguardan. Sobre esta base se construye todo proyecto de política cultural que reconoce el valor identitario de los pueblos originarios, sus lenguas, tradiciones, costumbres, técnicas diversas y saberes.
Fomentar materiales como este pugnan por la reconquista de nuestra cultura; son contenidos que enfrentan los intereses económicos creados desde las élites políticas y económicas, que buscan confundirnos y pretender que el desprecio de la cultura popular nazca del propio pueblo y, en su lugar, implantarnos una cultura para –y no de– las masas, aberrante por sí sola, que constituye la peor enemiga de la cultura popular. De la cultura para masas es necesario decir que sus contenidos invaden a la cultura popular con enorme facilidad y resultan nocivos para la formación de los más jóvenes, cuyo criterio sobre la cultura debe ser inducido para bien, en tanto que el embate del mercado le gana la batalla a la cultura popular, se estaría condenando a las nuevas generaciones a consumir chatarra cultural.
Comparto algunas líneas del ensayo aquí citado de Jas Reuter: “Vemos, pues, que el concepto de cultura, y específicamente el de cultura popular, no responde solo a la curiosidad del científico de gabinete o del investigador de campo. El concepto de cultura deriva en acciones públicas que pueden llegar a formar una política cultural de los gobiernos. Y esa política dependerá de los juicios y prejuicios que en materia de cultura tengan las y los encargados de llevar las riendas culturales de su país; esos juicios y prejuicios determinarán la “imagen cultural” que se desea para la nación, la aplicación del presupuesto a ciertas manifestaciones culturales y no a otras, la preferencia por lo exquisito o lo ramplón, lo tradicional o lo moderno, lo nacional o lo extranjero, lo mayoritario o lo minoritario”.2
Es por esto que, en lo particular, festejo la política de cultura comunitaria que pretende implementar la Secretaría de Cultura del gobierno de la república. Considero que es la única forma de combatir la cultura de consumo masivo que fue creada para neutralizar la fuerza, que le da la cohesión social a nuestro pueblo. De igual manera, festejo que la Secretaría de Cultura y las Artes del estado le dé continuidad a este tipo de proyectos y que, como estos cinco disco-libros, sean una realidad.
Estoy seguro de que su adecuada distribución coadyuvará al logro de los objetivos de la política cultural que promete reivindicar la historia de los sectores históricamente dominados, esos que han sufrido lo que Eduardo Galeano denomina “vaciamiento de la memoria”.
Yucatán no puede quedarse rezagado del panorama nacional, menos siendo la entidad federativa que goza de seguridad y calidad de vida de todo México. Sus condiciones son propicias y el reto es enorme. Pero es un reto de todos los que somos conscientes de lo importante que es la cultura y el arte popular para la consolidación de la identidad nacional la cual, independientemente, de gobiernos, personas o personajes, será siempre músculo de la memoria histórica y la mente colectiva; cierto es que la identidad nacional encuentra su fundamento en la cultura, se nutre de ella y brinda esperanza a los mexicanos del presente y motivos de lucha a los mexicanos del futuro.
*Texto leído en la presentación de los libros digitales que conforman la investigación “Por los rumbos de Yucatán”, de Edgar Santiago Pacheco y Flor López Bates, Filey, 2019.
1La cultura popular, Adolfo Colombres (compilador), Premia Editorial, México, 1983.
2 Ídem.