Luis Carlos Coto Mederos
355
La pretensión de Tenorio
Le fue a declarar un día
un Tenorio enamorado,
a su tormento adorado,
el amor que le tenía.
–Quizás hoy (él se decía)
me quiera… Pero pasó
que el joven no se atrevió
a pintarle su querer
y le dijo a la mujer:
–¿Y el gatico, apareció?
La jovencita que amaba
al tímido pretendiente,
la declaración vehemente
de su pasión esperaba.
Pero al ver que no le hablaba
ni una palabra de amor,
le dice al galanteador:
–¿Usted no ha tenido amores?
Y él replica con temblores:
–¿Ha visto usted qué calor?
–¿Calor hoy, con tanto frío?
déjeme ver una mano.
¡Avemaría, cristiano,
si está helado, amigo mío!
Serénese que yo ansío
que me abra su corazón;
hábleme de su ilusión,
de su ensueño y de su anhelo.
Y él mirando para el cielo:
–Fíjese qué nubarrón.
–Ahora sí que me desvivo
por saber lo que usted ansía,
si a cada pregunta mía
se me muestra más esquivo.
Sea franco y expresivo
con su amiga ¿a qué temer?
Deme pronto a conocer
lo que yo le he preguntado.
Y el joven dijo espantado:
–¡Me voy porque va a llover!
Genaro Riverón
356
Casimiro el lengüilargo
Lector, a escuchar disponte
el relato divertido,
de lo que le ha sucedido
a Casimiro Viamonte.
Diéronle fuerte componte
por chismoso y charlatán,
y por doquier lo verán
mostrando sus cicatrices
en la cara y las narices
por las trompadas y el “plan”.
El sujeto Casimiro
ha vivido acostumbrado
a tener alborotado
al elemento guajiro.
Al más honrado retiro
perturba su habladuría,
y pensando que tendría
un risueño desarrollo,
quiso meter en un “rollo”
al guapo José María.
Casimiro a Celedonio
dijo que José María,
hace tiempo se “entendía”
con la señora de Antonio.
Pronto se soltó el demonio
por estas verdes sabanas,
y ayer en horas tempranas
José, con mala intención,
lo esperó en el callejón
que llaman de Cantarranas.
Viamonte para el mercado
viene de su finca El Piojo,
y nota tras un matojo
a José medio agachado.
Este sale acelerado
exclamando: –¡Me lo como!
Agarra el potro Palomo
de Viamonte por la brida
y al jinete da enseguida
dos planazos en el lomo.
Lo derriba, y por la cara
le pega más de un sopapo
y Viamonte, que no es guapo,
huye y forma una algazara.
Casimiro se dispara
por entre matas de ateje
y José, que no es hereje
ya le grita: –Charlatán,
acuérdate del refrán…
“por la boca muere el peje”.
Favorito.