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Cultura

El tormento de la creación

Con ese presupuesto en cartera, el Estudio Figueroa-Vives convocó a ocho artistas a una de las exposiciones colaterales más vistas de la XIII Bienal Internacional de La Habana: “Obsesiones y acumulaciones: el gabinete del artista”. Heredero de Korda

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet GoenagaEspecial para Por Esto!

LA HABANA.— Quien no sepa de qué va la exposición y se adentre en cada uno de los espacios abiertos en el estudio Figueroa-Vives para esta muestra colateral de la Bienal sin explicación precedente, pensará que la curaduría habría enloquecido.

Pero, sabiendo que la motivación de los convocantes fue precisamente indagar en “el gabinete del artista” con todas sus “obsesiones y acumulaciones”, será visible el acierto de esta exposición colectiva, donde cada área reservada a cada uno de los ocho invitados es un mundo aparentemente desordenado en su variedad y profusión de elementos, pero con un discurso coherente donde confluyen las cavilaciones y desesperaciones de cada quien.

Así, el dibujo, la fotografía, la escultura, la instalación, el uso de artefactos y objetos diversos y eventualmente hasta la sonoridad se conjugan alternativamente, en una riqueza de modos de expresión que resulta, justamente, uno de los principales atractivos.

El meticuloso despacho de un espía que evoca, de soslayo, las rigideces del llamado y derrumbado socialismo real, puede resultar una de las propuestas más sugerentes si el espectador es de los que disfruta el análisis de la historia y la sociología: una invitación que logra la joven Lorena Gutiérrez, aunque su propósito fuera solo hacer al espectador partícipe de la experiencia, y aludir a “esos personajes camuflados y entrenados para detectar, detonar o avizorar circunstancias de riesgo”, según se anuncia.

En la antípoda de las preocupaciones, Jacqeline Maggi cuelga del techo cien delantales desechables y los acompaña de dos ladrillos viejos intervenidos que expresan “la incapacidad de la artista para lidiar con el entorno doméstico, las frustraciones y los clichés de género”.

Hierro, yeso, piedra, papel, interruptores eléctricos componen “Tanto quiere el mono al hijo…”, título del gabinete de Javier Castro, presidido por un cuadro de Jesucristo. El propósito es expresar visualmente la neurosis: ese estado que se dice está asociado al proceso creativo, pero que, visto en un sentido más amplio, alude a una gran parte de la sociedad, afirma el catálogo.

Completan la muestra los gabinetes de Alexandre Arrechea, Alejandro Campins, Fidel García, Alejandro González y Fernando Rodríguez. Todos son artistas con los cuales trabaja hace un tiempo el estudio Figueroa-Vives, dedicado a promover el arte joven.

Cristina Figueroa Vives, curadora de la muestra junto a su madre, Cristina Vives, explicó a POR ESTO! que la idea fue que los artistas “se replantearan el concepto del gabinete del artista, una idea que viene de la Historia del Arte, de los inicios del coleccionismo, heredado de la pintura flamenca del siglo XVI, y que luego ha sido retomado de forma crítica, e incluso lúdica, en algunas exposiciones de arte.

”Les pedimos sus obsesiones, sus acumulaciones: esta idea de tormento que viven los artistas… La creación es un proceso tormentoso a veces…”.

Se suman dos proyectos especiales: “El Muro de los Lamentos”, de Fernando Rodríguez y “El rostro de la nación”, de Arrechea.

De casta le viene…

Graduada ella misma de Historia del Arte, la joven Cristina Figueroa se nota dueña y en su ambiente cuando explica los propósitos que animaron la apertura del Estudio, que lleva los apellidos de su padre y de su madre, y fue fundado por ambos hace unos 20 años.

“Este es un proyecto en que hemos estado trabajando en la promoción del arte cubano contemporáneo, ya sea por medio de exposiciones aquí, fuera de Cuba, o en otras instituciones nacionales, así como mediante la producción de libros, ensayos críticos, conferencias…”.

Pero la inclinación por el arte le llega filialmente muy de cerca. Su madre es curadora como ella y ha trabajado muy cerca de su padre, José Alberto Figueroa, un fotógrafo considerado entre los imprescindibles de Cuba, a quien algunos identifican como “el último de los Korda” por los vínculos en su formación con el conocido fotógrafo que legó a la historia la más conocida de las fotos del Che.

“Mi padre entró a trabajar en el estudio de Korda por los años de 1960: 1964 o 1965, como asistente, y allí se forma como fotógrafo.

”La relación entre la familia Korda y la mía, y entre ellos y mi padre, ha sido muy estrecha. El tomó toda la herencia de esa tradición fotográfica de Korda, aunque luego desarrolló un trabajo paralelo muy diferente a la propuesta que hacían los fotógrafos en ese periodo: mi padre nunca trabajó la publicidad porque ya en esa época la publicidad empieza a decaer y no le da tiempo a trabajarla; pero tenía toda esa herencia de haberla vivido.

”Creo que es uno de los pocos que puede contar con tantos años de carrera continuada: se inició en los años de 1960 y se ha mantenido constantemente trabajando la fotografía documental, conceptual.

”Trabaja la fotografía analógica, pero en los últimos tiempos ha estado investigando también la digital, lo cual resulta interesante: ¡que toda la vida se esté anteponiendo nuevos retos y nuevas fronteras!”.

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