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La visitación

La violencia moral y la violencia física como formas de control político, bajo reglas inflexibles y reprimiendo formas de organización libertaria, constituyen el eje de la obra teatral La visitación, basada en la pieza de teatro documental titulada La violenta visita, del dramaturgo campechano Fernando Sánchez Mayáns, la cual fue escrita en 1971, aunque pareciera de fechas posteriores.

Esta puesta en escena estuvo a cargo de la agrupación independiente Teatro del Presente Progresivo / Mérida y se presentó en el auditorio Silvio Zavala del centro cultural Olimpo el pasado viernes 26 y sábado 27 de abril. Con dramaturgia y dirección escénica de Enrique Cascante, el reparto se integró por Fernando Amaya (Padre Arturo), Ernesto García (Padre Tomás), Dayán González (Madre Isabel), Emilio Cetina (Tulio), Josué Moguel (Marco) y Emiliano Buenfil (Teniente).

Antes de iniciar, se proyectó un video donde mujeres tzotziles de la organización Las Abejas, encabezadas por su lideresa Guadalupe Vázquez Luna, encaran pacíficamente a militares, reconviniéndolos por su presencia en Chiapas y haciéndoles ver que ellos también son víctimas del poder. Debe destacarse que Guadalupe es una mujer con bastón de mando y sobreviviente de la matanza de Acteal.

El tema de la obra se centra en la lucha en algún lugar apartado y montañoso que lo mismo puede ser de México que de otras regiones latinoamericanas, donde colaboran religiosos y guerrilleros en actividades agrícolas y de enseñanza religiosa e ideológica a los indígenas. La represión de la Iglesia se evidencia con el papel de inquisidor del Padre Arturo y la del Ejército a través del Teniente Pereyra. Un elemento perturbador del estado de cosas es el papel ambiguo de los campesinos disgustados por la sequía que atribuyen a actos pecaminosos de los religiosos y a la colaboración con la guerrilla.

El sustento de la pieza documental son los diálogos en tensión constante, donde la carga mayor la lleva el Padre Arturo, encarnado por Fernando Amaya, quien muestra carácter y fuerza, sobre todo por su severa gestualidad, potencia de voz y dicción clara. A Dayán González le toca el difícil papel de expresarse con el acento de una monja norteamericana y es comprensible que en sus parlamentos se escapen algunas palabras de confusa captación auditiva. Todos los actores en general mantienen un nivel de presencia acorde, conjuntados para lograr una permanente energía en escena.

La puesta en escena se ciñe al texto de Sánchez Mayáns, pero además de algunos cambios leves, Cascante agrega algunas escenas que deshacen el final abierto del original en cuanto al destino del Padre Tomás y de la Madre Isabel para hacerlo explícito. Entre los cambios figura que el Padre Arturo pertenezca a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que dirigió Joseph Ratzinger antes de ser elevado a papa. Otro es la modificación de la unidad de lugar en el paso del primer al segundo acto, manteniendo las unidades de tiempo y acción.

Tal vez un exceso sea la cantidad desmesurada de insultos que se añaden, lo cual si bien da un toque más actual, la hacen aproximarse a tonos de farsa y caricatura, a contracorriente de la tensión dramática de las escenas previas. A su vez, la larga penumbra tiene un valor simbólico que refuerza el sentido, pero por su extensión dominante también se vuelve un obstáculo para la adecuada atención del público.

En cuanto a los aspectos técnicos, el diseño de vestuario y escenografía estuvieron a cargo de Tony Reyes, la música original de José Elorza, la iluminación de Raymundo Barragán, audio y proyección de Waldo Vega y la coordinación de staff de Alejandra Cabañas. Por la explicación posterior, es posible que se presenten a futuro en la Casa de la Cultura del Mayab.

Celebro que Enrique Cascante continúe montando obras que se centran en problemas humanos de la actualidad y que lleve a escena con rigor esta obra notable por su crítica a dos instituciones sacralizadas y temidas como son la Iglesia católica y el Ejército. Asimismo, que nos haga recordar a través del teatro que aunque ya no figuren en los reflectores informativos, diversos conflictos mexicanos, como es el caso de Chiapas, no se han resuelto y persisten condiciones de injusticia social similares a las de otras regiones de Latinoamérica.

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