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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

José María Heredia

Heredia es el primer poeta romántico de América. Es reconocido en el mundo por sus poemas descriptivos escritos ante El Teocalli de Cholula y las cataratas del Niágara. Fue condenado a muerte y padeció destierro por su marcada identificación con la causa libertaria cubana. Es el “Poeta Nacional de Cuba”. Vivió la mayoría de sus años, formó su familia y trabajó denodadamente en México, por lo que también se le considera mexicano.

Con una vasta cultura dotó a su lírica de acentos cubanísimos y su quehacer se proyecta por todo el siglo XIX cubano con las resonancias de iniciador, ejemplo y estímulo. Su poesía está encendida de amor a la patria y a la libertad de los hombres. En sus poemas hay elementos precursores de lo criollo y lo indígena que se manifestarían como escuelas años después.

Nació en Santiago de cuba, el 31 de diciembre de 1803 y murió en Ciudad México, el 7 de mayo de 1836.

En su producción poética utilizó escasas veces la décima, pero por su importancia no se puede desvincular de ninguna manifestación tradicional cubana. A continuación, traemos un pequeño trabajo del gran poeta escrito en esta métrica criolla.

542Décimas

Entran en el cazador

las parvadas de sujetos

que parecen esqueletos

llenos de angustia y dolor.

Hallan allí un redentor

que sus penas les mitiga,

y el hambre les amortigua

del modo más infernal,

dándoles por un peso un real,

y aún esto no sin fatiga.

El café del cazador

es hoy la comisaría;

pues se ve en él todo el día

hacer pagos con ardor:

causa cólera y dolor

ver tanto pobre oficial

que hallándose sin un real

y de miseria acosados,

ocurren a los malvados

autores de nuestro mal.

El hambre nos hace ladrar

como perros de azotea,

y no hay cosa que no sea

agiotismo y más robar:

¡todo se nos va en pensar

qué haremos para vivir;

pues no se puede existir

en época tan fatal,

cercados de tanto mal,

que nadie puede sufrir!

Ramón Vélez Herrera

Escritor cubano del siglo XIX que se destacó como poeta del criollismo. Autor de comedias en verso y romances de gran colorido en los que predomina el tema cubano.

Nació en La Habana, Cuba, en 1808. Estudió en el Real Seminario de San Carlos, donde fue alumno de Luz y Caballeros, Saco y Govantes, y se graduó de Bachiller en Filosofía y Leyes en 1829.

La verdadera vocación de Ramón Vélez era la Literatura y se dedicó al cultivo de la misma.

Sus mejores logros, a juicio de Lezama Lima, estuvieron en su poesía criollista en forma octosilábica romanceada.

Falleció el 9 de septiembre de 1886.

543Campo de Ariguanabo(fragmento)

VII

Elvira de negros ojos,

y de la suelta melena

ven a calmar la honda pena

de mis ocultos enojos:

Que yo te ofrezco en despojos

esta guirnalda de flores

de tan pintados colores,

de tan balsámico aliento,

que dando fragancia al viento

simbolicen tus amores.

Junto a la menuda arena

del cristalino arroyuelo

que alfombra el vistoso suelo

que baña la luz serena:

Silvestre dosel, morena,

naturaleza formó,

las verdes ramas mezcló

con delgadísimas hojas

amarillas, blancas, rojas,

que tu breve planta ajó.

Un bosque espeso, sombrío,

cuya tosca vestidura

al rayar el alba pura

cubre argentado rocío.

Y la corriente del río

y la arboleda coposa

donde la ceiba frondosa

te convida a disfrutar

de la rama al susurrar,

de la vida presurosa.

Deja esa choza mezquina

que entreteje leve paja,

y al pie de este monte baja

con tu beldad peregrina:

Que de la selva vecina

aspiraremos olores,

el cielo nos da colores,

canto el ave y aura el río,

y en este albergue sombrío

gozaremos los amores.

Aquí las vacas manchadas

nos brindan leche sabrosa,

y la cepa deliciosa

da sus frutas regaladas:

Veremos las destrenzadas

corrientes lentas bajar,

caprichosas retratar

sobre la alfombra del suelo,

los alcázares del cielo,

las alcobas de la mar.

544El guajiro poeta(fragmento)

Amé una fragante rosa,

pompa del bello pensil

en su más lozano abril,

que fue mi esperanza hermosa.

Más que el alba, deliciosa,

fijé en ella la mirada,

en su frente retratada

el alma de un ángel vi

y entre sus brazos creí

ver mi existencia encantada.

¡Oh! qué amargos sinsabores,

batallas, celos, tormentos,

sorprendidos pensamientos

de unos culpables amores;

¡Alma ultrajada! No llores;

recuerda lo que pasé,

y di, si puede la fe

santo culto tributar

a la que ciego un altar

en mi corazón alcé.

Yo mi existencia pasaba

en dolorosa agonía,

y la ingrata me vendía,

y el tálamo profanaba:

Con labio impío juraba

una fingida inocencia,

sin pensar que la conciencia

cuando en el rostro se pinta,

mancha como negra tinta

del alma la transparencia.

¡Ilusión de mi esperanza,

sueño de la fantasía,

en secreto te quería

como el que imposible alcanza!

¿Qué conseguí? Destemplanza,

fuga, amenaza, otro amor,

y ver marchita la flor

cuyo aliento virginal

secó con soplo fatal

el desencanto traidor.

Recuerdos halagadores

de mi juventud ardiente,

venid, y en torno a mi frente

borrad mis tristes dolores:

El campo no tiene flores

ni luz el sol para mí,

¡Muerta está… ya la perdí!

¿Qué importa que viva esté?

¿Puede un corazón sin fe

despertar el frenesí?

Ramón Vélez Herrera

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