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Manuel Tejada LoríaNotas al margen

Tendencia en redes sociales. Hashtag: “comandante borolas”. Cae la tarde y van más de 18 mil menciones sobre el mote que el presidente Andrés Manuel López Obrador impuso hábilmente al ex presidente, Felipe Calderón Hinojosa. “Feliz viernes a todos, excepto al #ComandanteBorolas, a ese no, por desangrar a México con su guerra absurda y aun así seguir de cínico”, se lee en unos de los comentarios del usuario @miriam_junne. Tiene más de 2 mil likes o me gusta, lo han compartido más de 600 veces y cuenta casi con 60 comentarios. Esto va a la alza. La lista de mensajes en redes sociales con esta tendencia es larga, creo que hasta los correligionarios de Felipe Calderón se rieron de esta puntada del presidente en turno, fino humor de buen beisbolero compartido a las masas que celebran así, entre risas, likes, y cotorreo.

Difícilmente Felipe Calderón será juzgado penalmente por la cantidad de muertes derivadas de esta guerra absurda, que ha diezmado al país en su confianza colectiva y salud mental. Este chascarrillo presidencial, para buena parte de los mexicanos, supo a justicia. Cada mensaje equivale a un huevo podrido dirigido a uno de los presidentes cuya administración lastimó nuestras bases sociales, y socavó la confianza que hubo en la alternancia, la democracia y las instituciones. Por eso la risa hoy es justicia para los mexicanos.

“A mí no me queda el saco, a otros el cargo les queda grande”, contesta vía Twitter Felipe Calderón, alguna vez también apodado durante su sexenio FeCal. Patadas de ahogado. La balanza se ha inclinado y la justicia llegó de la mano de la habilidad mental y de proyección que tiene Andrés Manuel López Obrador. Casi podría asegurar –me aventuro– que en el fondo no existe mala intención por parte del presidente morenista, sino más bien es su modo de expresarse en un panorama político que ha sido adverso para él a lo largo de su trayectoria, y donde la expresión verbal o escrita, ha sido su mayor defensa. Recordemos los tiempos del intento de desafuero.

No cualquiera tiene esta habilidad impresionante de contravirar con inteligencia y razón. Carlos Loret de Mola, por ejemplo, nunca se recuperó de la contundente respuesta de Andrés Manuel, quien siendo aun presidente electo, ante la campaña de miedo desatada en los programas de Loret, se refirió al locutor diciendo que “gritaba como pregonero”, y por ende, no estaba a la altura de las circunstancias. Nunca lo estuvo. Ayer salió de Televisa endilgando la “libertad de expresión”, pero más bien, nunca supo descifrar el nuevo paradigma del proyecto presidencial, y siguió leyendo –e interpretando– cada acción de gobierno desde esa antipatía ideológica que le fue restando, mañana tras mañana, credibilidad periodística. Hasta que su permanencia en la televisión ya no fue algo rentable para Azcárraga.

Cada vez que Felipe Calderón, siendo presidente de México, se enfundaba en un uniforme militar, flotaba un halo de extraña sensación en los medios y en el entorno público. Un presidente vestido de militar no es una imagen recurrente para los mexicanos; paradójicamente, en vez de dureza Felipe Calderón con su ocurrencia proyectó una farsa, ya que como bien apuntó Andrés Manuel López Orador, lo hacía parecer más al Comandante Borolas. Pero lo cierto es que detrás de esas figuraciones, las imágenes bélicas de Felipe Calderón proyectaban una personalidad dispuesta a una guerra fratricida y a un baño de sangre como a la larga sucedió. Una persona enferma que apostó a la violencia (tanto del discurso como de acción) antes que a una transformación de fondo.

La justicia llegaría años después con el mote del presidente Andrés Manuel quien ha caricaturizado a Felipe Calderón de por vida. Y el beneplácito es mayúsculo, el júbilo es popular, después de todo ¿quién no conoce a un #ComandanteBorolas?

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