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Encuentran sin vida a ancianito dentro de su casa en Ciudad del Carmen

Cultura

Ecos de mi tierra

Por Luis Carlos Coto Mederos

Nicolás Guillén

I

645

De la Elegía Camagüeyana

Clavel de la madrugada,

el de celeste arrebol,

ya quema el fuego del sol

tu gran corola pintada.

Mi bandurria desvelada,

espejo en que yo me miro,

desde el humilde retiro

de la ciudad que despierta,

al recordar a mi muerta,

se me rompe en un suspiro.

Aquí estoy ¡oh tierra mía!

en tus calles empedradas,

donde de niño, en bandadas

con otros niños, corría.

¡Puñal de melancolía

éste que me va a matar,

pues si alcancé a regresar,

me siento, desde que vine,

como en la sala de un cine,

viendo mi vida pasar!

Mi madre está en la ventana

de mi casa cuando llego;

ella, que fue llanto y ruego,

cuando partí una mañana.

De su cabellera cana

toma ejemplo el algodón,

y de sus ojos, que son

ojos de suave paloma,

latiendo de nuevo, toma

nueva luz mi corazón.

646

Caña

Caña, perseguida nube,

de duras lágrimas hecha,

verde y afilada flecha

que hacia el Sol se empina y sube.:

Ayer llorándote estuve

una dolida canción;

pero hoy ya tu corazón

su libre sangre levanta

y ardiendo en tu pecho canta

cantos de Revolución.

647

Cañaveral

Dulce caña me provoca

con su jugo azucarado,

el cual después de probado

siempre es amargo en la boca.

Herir la caña me toca,

más mi destino es tan fiero,

que al golpearla con mi acero

ella todo el bien recibe,

pues que de mi golpe vive

y yo de su sangre muero.

648

A la Virgen de la Caridad

Virgen de la Caridad,

que desde un peñón del cobre

esperanza das al pobre

y al rico seguridad.

En tu criolla bondad,

¡oh madre!, siempre creí,

por eso pido de ti

que si esa bondad me alcanza

des al rico la esperanza,

la seguridad, a mí.

II

649

A Manuel Navarro Luna

Navarro, quién me dijera

que esta vez en Manzanillo

mi canto fresco y sencillo

un canto de muerte fuera.

Ante tu sombra señera

la frente bajo y me humillo,

lleno de unción me arrodillo

y siento que se alza y sube

hecho incienso, mirra, nube,

mi canto fresco y sencillo.

Sé de sueños que pasaron

y de otros que pasarán,

mas tus sueños quedarán

porque en amor se afincaron.

Hubo sueños que mancharon

el agua, el vino y el pan,

y hay algunos que serán

vil polvo en vil polvareda:

de esos sueños nada queda,

mas tus sueños quedarán.

Partiste, pero has dejado

tu gran ejemplo ejemplar,

ancho y hondo como el mar

que resuena a nuestro lado.

Quien por ti mismo invitado

en ti se echa a caminar,

regresa al lar familiar

bañado en fulgor profundo,

diestro en las cosas del mundo,

ancho y hondo como el mar.

Tu guitarra ciudadana

tiene una cuerda montuna,

oh Manuel Navarro Luna,

que une Turquino y Habana.

Y cuanto es ella cubana,

como cubana ninguna,

se lo está debiendo a una

cubana de plata fina…

Oh suave Doña Martina,

oh Manuel Navarro Luna.

Aquí termina mi canto

esta vez en Manzanillo,

mi canto fresco y sencillo,

entremezclado de llanto.

Aunque es hondo mi quebranto,

aunque me abajo y me humillo,

aunque uncioso me arrodillo

ante tu sombra señera,

¡sé que es viento en tu bandera

mi canto fresco y sencillo!

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