Síguenos

Última hora

Cierran navegación en Puerto Progreso por los efectos del Frente Frío 24

Cultura

Pinacoteca Juan Gamboa Guzmán

Jorge Cortés Ancona

En una nota publicada en junio en la sección República de POR ESTO! se informó acerca de ocho museos mexicanos que no recibieron ni un solo visitante entre enero y mayo de este año. Entre esos museos se mencionó a la Pinacoteca Juan Gamboa Guzmán, ubicada en la calle 59 x 58 y 60 –en el costado sur de la iglesia de Tercera Orden– y que dejó de estar abierta al público durante varios meses de construcción del Palacio de la Música. Y aun cuando éste fue concluido hace casi un año, la Pinacoteca –dependiente del INAH– siguió sin funcionar hasta hace dos semanas, en que abrió sus puertas de nuevo para tener acceso a obras de arte colonial y del siglo XIX de Yucatán, así como a un conjunto de esculturas en bronce de Enrique Gottdiener.

A continuación, presento dos poemas relativos a obras incluidas en dicho museo. La imagen de fray Nicolás de Lara (1751-1808) a la que hago referencia es distinta a la que se expone actualmente, donde se ve al religioso de cuerpo entero y no arrodillado frente a la Virgen de Santa Ana, como en un cuadro no expuesto actualmente. El óleo “Música celestial” forma parte de la sala dedicada a su autor, Juan Gamboa Guzmán.

De esta reapertura, lamento que por razones de espacio no se haya incluido la galería de gobernantes de Yucatán, que durante muchos años estuvo a la vista. Asimismo, que la explicación relativa al cuadro de San Joaquín con la Virgen niña parezca redactada por un sacerdote, con expresiones puramente religiosas, incluyendo un “Nuestro Salvador” no muy aceptable para el laicismo al que debe sujetarse una institución federal.

Un fraile

Soy Nicolás de Lara y venero a la Virgen.

Inventor fui de historias

que injustamente nadie rememora.

José Nicolás y mi Virgen de Santa Ana.

Eran tiempos de luz en otros lares,

pero para mí eran oscuros.

Sin luces en las calles de esta Mérida amolada,

de esta Mérida de calles polvosas y llenas de lodo,

donde la sangre corría en las espaldas tributarias.

Mírenme en oración,

no parezco un asceta…

Entre tanta iniquidad

era imposible serlo.

“Música celestial”, de Juan Gamboa Guzmán

Música celestial difuminada,

un rosa apastelado en el estanque.

Esa mujer que asciende en la diagonal del amanecer

marcó para siempre una tendencia,

un ideal que no se vislumbra en ningún lado,

un tiempo inexistente,

un paisaje que ni en sueños aparece.

Si afuera corría mucha sangre,

esta miel nos endulzaba la vida.

La vihuela de los sueños

nos adormeció.

Siguiente noticia

La sangre y las fotografías