Luis Carlos Coto Mederos
David Chericián
1209
Pinta mi amigo el pintor
Sé de un pintor atrevido
que sale a pintar contento
sobre la tela del viento
y la espuma del olvido.
Sé de la pura pintura
que en amarillos y rojos
y azules entra en los ojos
con pura luz que fulgura.
Negros de amarga ternura
entre blancos hallan nido
y sé de un color perdido
que no ha podido encontrar,
sé de un hombre que es un mar,
sé de un pintor atrevido.
Atrevido mar que brama
contra la tela y la roca,
pinta la miel y en la boca
un sabor de oro se inflama.
Pinta el fuego y cada llama
arde y quema, pinta el viento
y vuela, pinta el aliento
y se le oye respirar
con respiración de mar
que sale a pintar contento.
Pinta la luz e ilumina
toda sombra alrededor,
pinta el ruido y su rumor
vaga, de esquina en esquina.
Pinta la muerte y su ruina
derrumba todo sustento,
pinta el amor y un portento
de colores se derrama,
y es miel, luz, aliento, llama
sobre la tela del viento.
Pinta la paz y al momento
cobra el mundo nuevos bríos,
pinta la lluvia y los ríos
se nutren de su alimento.
Pinta callado y contento
lo soñado y lo vivido,
lo que será y lo que ha sido
y sólo va a florecer
en el mañana de ayer
y la espuma del olvido.
Yo sé de un pobre pintor
que mira el agua al pintar,
el agua ronca del mar,
con un entrañable amor
Un pintor y su arrebato
pinto en el cuadro anterior
-y cuando pinto al pintor
me pinto yo en el retrato.
Imagen que a cada rato
se diluye en su color
con orgulloso pudor
o con tímida osadía,
pues más de lo que sabia
yo sé de un pobre pintor.
Pobre entre tanta riqueza
que regala como un loco
paso a paso, poco a poco,
gota a gota, pieza a pieza.
Tiene más en la cabeza
cuanto más se pone a dar
y luego se le ve andar
solo en la noche nocturna
-lenta imagen taciturna
que mira el agua al pintar.
Agua del mar que es su ser
hecho de roca y espuma
cuando en la arena y la bruma
busca algo más que ofrecer.
Nada podrá detener
ese tierno batallar
consigo y con su mirar
la imagen de sal y yodo
con que lo funde en un todo
el agua ronca del mar.
Pintor, ¿qué pintar podrías
que no haya sido pintado
en lo que ya nos has dado
y lo más que aún darías?
Pasan las noches, los días,
busca y busca el buscador
–siga pintando el pintor–
aunque no pueda pintar
la imagen que entrega el mar
con un entrañable amor.
1210
Epílogo
El enemigo brutal
nos pone fuego en la casa:
El sable la calle arrasa
a la luna tropical.
Cruzas el mar una vez
y otra vez cruzas el mar
y cruza y vuelve a cruzar
el mundo bajo tus pies.
Lejos del hogar te ves,
pero siempre ante su umbral
lo alumbras con un fanal
–y sin ver tu llama ardida–
te recibe en su guarida
el enemigo brutal.
El enemigo que ignora
la luz de nuestras montañas
que clavas en sus entrañas
para acercar nuestra hora.
La hora que se demora
en el tiempo que no pasa
y aceleras con tu brasa
seguro de tu destino,
mientras él, torvo y ladino,
nos pone fuego a la casa.
Nos pone fuego a la vida
que a su pesar construimos
y nos quema los racimos
en la mano encallecida.
En cobarde arremetida
nos invade, nos da caza
y con ambición sin tasa
no da tregua ni cuartel:
el cañón trunca el laurel,
el sable la calle arrasa.
Pero tú desde su entraña
de monstruo labras la acción:
clavas en su corazón
el fuego de tu montaña.
Y le destierras la saña
y le cercenas el mal
y con ímpetu nupcial
destruyes toda frontera
y ondea al fin tu bandera
a la luna tropical.