Pedro de la Hoz
Ni Nueva Orleans es ajena a La Habana ni La Habana lo es a Nueva Orleans. Así quedó demostrado en el XXXV Festival Internacional Jazz Plaza, que finalizó el domingo pasado. Ciudades hermanadas por la cultura, espíritus cercanos en la música. Orlando Vergés, director de la Casa del Caribe de Santiago de Cuba, siempre ha defendido una idea que Jazz Plaza actualizó: la condición caribeña va más allá de la geografía, abarca una identidad que con sus variantes recorre desde la Louisiana hasta Salvador de Bahía, con el núcleo en nuestras islas y territorios ribereños.
El arribo a la capital cubana de las agrupaciones The Soul Rebels, Big Chief Monk Voudreaux, Tank and the Bangas, y Trombone Shorty pusieron una nota peculiar al evento, desde la misma sesión inaugural a cargo del decano de los jazzistas cubanos y fundador del festival, Bobby Carcassés, quien desmiente sus ocho décadas de vida con una sorprendente energía y una intacta creatividad.
Bill Taylor, presidente de la Trombone Shorty Foundation, calorizó la iniciativa que tomó más fuerza cuando halló alianzas con el cubano Erick Iglesias, Cimafunk. Propicia resultó esta doble vía: el funk auténtico, el que nace del jazz, de la explosión musical de Nueva Orleans, conectó con el público de la isla, mientras el popular intérprete, sorpresivo conquistador de audiencias estadounidenses en los últimos tiempos, debe estar en condiciones de redondear conceptualmente el discurso que defiende.
Fuera de los escenarios formales, las bandas del sur de Estados Unidos, en compañía de su anfitrión, imantaron las calles de La Habana Vieja, mediante un desfile que permitió a los lugareños hacerse una idea de las jornadas festivas de allá, con el Mardi Gras, y las comparsas cubanas por delante, y más tarde complacieron al numeroso público que repletó el Salón Rosado Benny Moré, de la Tropical, como si hubieran anunciado un concierto de Los Van Van, NG la Banda o el Charangón de Revé. Particularmente Trombone Shorty impresionó por el entramado de ritmo, potencia sonora y empaste en la línea de los instrumentos de viento.
Otra presencia agradecida en Jazz Plaza 2020 fue la del saxofonista Bill Evans, quien pertenece al linaje de sus colegas Sonny Rollins, Stan Getz y John Coltrane, pero cuenta también la experiencia de haber sido convocado por el mítico Miles Davis.
Venía de un año pródigo que resumió así: “Estuve en Japón celebrando mi 30 aniversario de tocar en el Blue Note de Tokio, que usted conoce, con una banda increíble compuesta por Robben Ford, Keith Carlock y James Genus. Estuve de gira con mi nueva banda The Spykillers; gran vibra y buena música. Conocí y colaboré por primera vez con el increíble cantante alemán Max Mutzke, así como con el legendario cantante Thomas Quasthoff. Con Thomas participé en espectáculos de corte filarmónico en Alemania y Austria. Me siento bendecido de tener estas increíbles experiencias con tan buenos músicos. Y estoy grabando otro CD este enero de 2020 en Nashville, con Robben Ford, Keith Carlock y Darryl Jones que estrenaré en Japón el próximo abril”.
En la Avellaneda se fundió a la banda de jóvenes que dirige el maestro Joaquín Betancourt –de ellos dijo “tocan mucho mejor que la edad que tienen, estoy sorprendido de ver a músicos tan jóvenes tocar tan bien, quiero conocer su secreto”– y entre todos gozaron la ventura del jazz.
En las sesiones diurnas del Coloquio Internacional Leonardo Acosta in Memoriam, que acoge la Fábrica de Arte Cubano (FAC) y coordina diligentemente la musicóloga Neris González Bello, el cierre no pudo ser mejor, con el homenaje al Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), a cincuenta años de su creación.
Antes se evocó una figura trascendental en la historia del jazz cubano, el trombonista y compositor Leopoldo Escalante, “Pucho”, que cumplió cien años vivo en Manhattan, fundador del Noneto Cubano de Jazz en 1964. En la memoria de Babín Hernández, compañero de tantas faenas, y el profesor Antonio Leal, las enseñanzas de “Pucho” permanecen. Para el joven Eduardo Sandoval, sus lecciones deberían formar parte de la formación de las nuevas generaciones de los trombonistas cubanos.
En cuanto al GES-ICAIC devino fiesta el encuentro con el maestro Leo Brouwer, el trovador Silvio Rodríguez, el guitarrista Pablo Menéndez –reconocidos con la distinción del Festival Jazz Plaza– y el ingeniero de sonido Gerónimo Labrada, fundadores; y recibieron como regalo el disco y los primeros video clipes del grupo Real Project, que lidera Ruly Herrera, donde recrean temas de la agrupación promovida por Alfredo Guevara, padre de la cinematografía insular postrevolucionaria, y Haydée Santamaría, la heroína del asalto al Moncada y primera presidenta de la Casa de las Américas. En FAC quedó develada la estrella con el nombre de Leo, mientras el Coro Nacional de Cuba y su directora Digna Guerra entonaban una de sus magníficas piezas vocales.
¿Y cómo llegó el jazz al GES? Pablo Menéndez recordó: “Entre los fundadores estaba Leonardo Acosta”, hombre del jazz y la cultura para todos los tiempos.