Pedro de la Hoz
La escuché en más de una decena de importantes papeles operísticos, pero no sé por qué, cuando llegó la noticia de su deceso, vino a mi mente uno en particular, la Mimi de La boheme, de Giacomo Puccini. Mirella Freni debutó en la Metropolitan Opera House de Nueva York en 1965 con ese personaje; por décadas lo representó con frecuencia, pero nunca, para mí, hubo una Mimi más apasionada y lúcida que la de ella en el memorable registro rescatado por el sello Decca en 2008, en ocasión del sesquicentenario del nacimiento del compositor italiano, el cual reunió a la inmensa soprano con los no menos inmensos Luciano Pavarotti, Nicolai Ghiaurov, Herbert von Karajan y la Filarmónica de Berlín.
“La muerte de la querida soprano italiana Mirella Freni, de 84 años, el 9 de febrero, después de una larga enfermedad degenerativa y una serie de derrames cerebrales, fue anunciada con profunda tristeza por Jack Mastroianni, su antiguo gerente de IMG Artists Management. La señora Freni, una de las grandes artistas internacionales del último tercio del siglo XX, falleció pacíficamente en su casa de Módena, Italia, rodeada de familiares: su hija Micaela Magiera, sus nietos Gaia y Mattia Previdi, el yerno Matteo Cuoghi, la hermana Marta y la amiga de toda la vida, Fausta Mantovani. Originalmente casada con el maestro Leoni Magiera, Freni estuvo casada por segunda vez durante más de 30 años con el famoso bajo búlgaro Nicolai Ghiaurov”, explicó en un comunicado Paolo Cairoli, de la agencia Skill & Music, y de inmediato los amantes de la ópera en los cuatro puntos cardinales dieron rienda suelta a las evocaciones.
Quien repase su discografía, descubrirá la cercanía de Freni a Puccini. Al menos una decena de veces grabó, en vivo o en estudio, La boheme, aunque también dejó sus huellas en Tosca y Madama Butterfly. En la saga pucciniana se observa, además, su vínculo esencial con Von Karajan, quien más de una vez la dirigió y solía señalar sus grabaciones con ella entre las más confiables.
El maestro alemán dijo, tras dirigirla en la Madama Butterfly de 1974: “Freni saca a flote las mayores virtudes de cada papel que interpreta. Es segura, convincente y huye de los artificios. Sabe lo que quiere y, a la vez, lo que yo deseo como director. ¿Tengo que abundar en otras razones para explicar por qué está entre mis preferidas para trabajar a fondo?”.
Freni dejó una extensa discografía que abarca 170 títulos, entre óperas completas, selecciones, recitales, sesiones de estudio y capturas teatrales. La base de datos británica Operadis sitúa su iniciación en la industria fonográfica hacia 1959, cuando en el teatro Massimo, de Palermo, bajo la égida de Pierre Dervaux, asumió la Micaela de la Carmen, de Bizet.
Puede resultar aleccionador el modo en que descubrió su vocación. Contaba sólo 5 años de edad, cuando compartió con un tío suyo la audición de un disco de la soprano de coloratura italiana Toti Dal Monte en Lucia di Lammermoor, de Donizetti. De repente, la joven Mirella comenzó a imitarla. “Canté todas las notas. Mi familia estaba asombrada. Pero mi padre, que era barbero, como Fígaro, pensó que no era natural. Me abofeteó, con amor, por supuesto, y dijo: ‘¿Qué estás haciendo?’ Estaba tan enojado que me negué a cantar otra nota durante años’’.
Siete años después, el mismo tío la animó a participar en una competencia nacional. El gran tenor lírico Beniamino Gigli era miembro del jurado. Freni ganó al cantar Un bel di. Su debut en la ópera llegó a los 20 años en Módena, también el lugar de nacimiento de su amigo Luciano Pavarotti, apenas ocho meses más joven que ella. De aquellas experiencias recordó: “La tradición era entonces próspera. Había una norma bastante irrebatible para la técnica y el estilo. Nunca me sentí presionada, canté dentro de mis posibilidades, hasta que dominé el sonido, el apoyo respiratorio y la dicción”.
Acerca de esa cualidad habló el crítico Donald Henahan, al reseñar la actuación en una Manon Lescaut cantada en el Met en 1990: “La maravilla de Mirella Freni, en esta etapa de su carrera, radica en que ella sigue cantando Puccini con un ardor aparentemente imprudente, mientras conserva un sonido sorprendentemente fresco y hermoso”.
La revista Codalario reconoció a Freni por su disciplina vocal y por su habilidad para decir “no” en lugar de asumir un riesgo vocal, como cuando rechazó la invitación de Karajan para cantar el papel principal de Turandot, de Puccini. Como resultado, Freni llegó a la quinta y última década de su carrera fresca y ansiosa por expandir su repertorio con óperas rusas y veristas, como La dama de piqué, de Chaikovski, y Fedora, de Giordano.
Actuó más de una vez con los tenores Plácido Domingo y Luciano Pavarotti y al mando de célebres directores como Claudio Abbado, Carlos Kleiber, James Levine, Riccardo Muti, Seiji Ozawa, y Giuseppe Sinopoli.
Regresó, sin embargo, a su Mimi, a la revelación de un alma frágil y a la vez portentosa, como la que quiso Puccini, soñada por muchas sopranos y pocas veces conquistada.