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Tener un hijo: Apuntes de un escribidor

Ivi May Dzib

Tener un hijo debería de ser algo que se planee y se haga de manera responsable, ya que no se trata de traer alguien al mundo y dejarlo a la intemperie, sino de educarlo y dotarlo de las herramientas que le permitan habitar el mundo. Aunque muchos padres piensan que ya cumplieron sólo con dejarlo nacer, claro está que a veces la precariedad económica o el querer llevar un modo de vida donde un hijo empieza a ser un estorbo, motivan a que el niño o niña pase a un segundo plano y sea olvidado, generando un abandono que repercute en su formación.

De ahí que muchas personas, sobre todo mujeres, decidan que no están preparadas y opten por el aborto, ya que tienen claro que no están en las condiciones óptimas para que el niño o niña vivan felices y plenos. Esto en lugar de aplaudirse es estigmatizado, sobre todo por hombres y mujeres que consideran esto un acto egoísta y la opción del aborto como un asesinato. Leyendo comentarios de hombres que le advierten a mujeres que se arrepentirán por sus asesinatos –ya que la juventud no les durará para siempre y se verán en la necesidad de tener un hijo en algún momento–, es que entendemos que estas personas tienen la idea de que los niños crecen solos y sin ningún tipo de sacrificio o cuidados por parte de los padres.

Por lo general, son los hombres los que menos responsables se hacen de su sexualidad y están muy puestos para embarazar pero no para ser padres responsables, al grado de que obligan a su pareja a tener a hijos sin que exista una ayuda económica ni moral de por medio, de ahí que sean los que más reacios se pongan al momento de manejar opciones como la vasectomía o que se rían de métodos anticonceptivos que ya estarán disponibles en el mercado, ya que temen que haya efectos secundarios que atenten contra su hombría.

También hay mujeres que, sin ningún tipo de empatía, se encargan de acosar a mujeres que pasan por el momento más difícil de su vida al tomar la decisión de interrumpir su embarazo. En Madrid, a las afueras de una clínica abortista, se puede ver a voluntarias de una fundación conservadora acercarse a las mujeres antes de entrar al lugar diciéndoles “¿vas a matar a tu hijo?”, para luego darles un folleto y rematar el hostigamiento susurrándole a la mujer “asesina”. Esta escena la encontramos en todas partes del mundo, donde no faltan personas que, sin entender la situación del otro, se encargan de atormentarlas con sus ideas muy personales, ya que dichas voluntarias nunca se harán cargo de educar al hijo de otras y consideran que han cumplido su misión en el mundo educando a los suyos y evitando que “asesinen” a otros.

El mundo vive inmerso en una crisis donde los depredadores se multiplican y la empatía termina siendo un lugar que hay que evitar, porque muchos niños y niñas crecen llenos de rencor ya que han sido olvidados por sus padres y por el sistema, cual se aprovecha de ellos para convertirlos en carne de cañón, en un producto que es explotado para tener esclavos sexuales o mano de obra barata. La infancia deja de ser, entonces, un espacio para aprender la vida; termina convirtiéndose en un campo de guerra donde sobrevive el más fuerte. De ahí que no nos debiera de extrañar que veamos a gente muy joven cometiendo crímenes atroces y sin ningún remordimiento. La solución neoliberal es el exterminio, porque para colmo, la misma derecha que está contra el aborto –bajo el argumento de que no se debería de matar a los indefensos–, es la misma que ahora propone la pena de muerte para las personas que cometen crímenes muy violentos, como si esos crímenes vinieran de la nada. Porque en su pequeña percepción de mundo, no se dan cuenta de que el problema tendría que prevenirse desde la gestación. Si no hay condiciones para nacer, ¿por qué obligar a que eso suceda?

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