Cuando falleció el abuelo materno de Fredy, él aún no se iba a México, recuerda que dejaron de ver a don Calixto por varios meses hasta que su tía le dijo: “está agonizando”.
Su hermanita más chica, con la respiración sofocada esperaba a la sombra de una mata de naranja agria. Ella, Rita, preguntó a la mamá:
–Mamá, ¿quiénes son esos tres hombres y tres mujeres vestidos de negro que hablan de llevarse a mi abuelito? ¿A dónde, mamá? ¿A dónde se llevarán a mi abuelito Calix?
–¿Dónde están, nena?
–Allá junto a la pared donde el ciricote.
–Pero, Rita, ahí no hay nadie.
–Tú no los ves, mami, pero yo sí.
Al otro día murió el abuelo Calix, yo empecé a tomar distancia de Rita. Le tenía miedo.
El abuelo tenía 92 años cuando expiró.
Fredy.
P.D.:
Después me fui a Tenampa a oír mariachis.
Durante los años de casados procrearon 11 niños cinco varones y seis niñas.
Los abuelitos siempre se sintieron orgullosos de su unión y siempre presumieron de ser cabeza de una gran familia.
Hoy, de grande Fredy y también abuelo, les rinde un homenaje ahora que los matrimonios no duran ni un año y menos un lustro.
Fredy
(Va de vuelta)