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Cultura

Medio minuto para hacer historia

Pedro de la Hoz

“Desde el ángulo donde yo estaba, a unos ocho metros de la tribuna, al Che no se le veía, él estaba en un segundo plano. Entonces yo estoy paneando mi cámara, retratando a todos los ministros, las figuras, el discurso de Fidel y eso y, en un momento impreciso, indeterminado, no pensado, emerge desde el segundo plano hacia el borde de la tribuna el Che. Una primera toma la hago con la cámara en horizontal y después otra con la cámara en vertical. Inmediatamente, a los 30 o 45 segundos de su presencia ahí, se marcha hacia la parte de atrás de la tribuna. Así fue como casi por casualidad, no pensado, no premeditado, no pedida una pose al retratado ni nada, queda la foto”.

Esta revelación de Alberto Korda, contada muchos años después del suceso narrado, arroja luz sobre el instante en que el fotógrafo cubano fijó la imagen icónica del comandante Ernesto Che Guevara, la más reproducida y reconocida a lo largo y ancho de la geografía mundial.

En un filme que comentaremos más adelante, Korda abundó: “Estaba a unos 8 o 10 metros de la tribuna donde hablaba Fidel y tenía una cámara de lente semitelefoto cuando me percato que el Che se acerca a la baranda donde estaban Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Lo tengo en el objetivo: tiro uno y luego otro y es en ese momento que el Che se retira. Todo ocurrió en medio minuto”.

El 5 de marzo de 1960, seis décadas antes, Korda cubría para el diario Revolución las exequias de las víctimas del sabotaje al buque francés La Coubre. El formaba parte del equipo de fotorreporteros de la publicación y, por su elevado nivel profesional y compromiso político, casi siempre le asignaban las actividades del entonces primer ministro Fidel Castro.

Fondeado en un muelle de la rada habanera, La Coubre había transportado armamento comprado en Bélgica para el Ejército y las milicias en la isla, que combatían a las bandas contrarrevolucionarias en las montañas de la región central y en zonas de la vecina provincia de Matanzas.

El 4 de marzo, en horas de la tarde, tuvo lugar la primera explosión. Cuando bomberos, soldados y gente de pueblo acudió a prestar auxilio a las primeras víctimas, ocurrió una segunda explosión mucho más letal. Perdieron la vida 101 personas, entre ellos seis marinos franceses y ocho trabajadores portuarios españoles; 400 personas resultaron lesionadas o incapacitadas de por vida y 82 niños quedaron sin padres.

Una exhaustiva investigación determinó que el sabotaje no fue preparado en Cuba, sino en el extranjero, pues el siniestro ocurrió después que se habían descargado alrededor de 20 cajas. Sólo entonces fue activado el mecanismo detonador. Bajo sospecha estuvo la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, involucrada en una guerra sucia contra el gobierno cubano. La certeza de la culpabilidad sólo se tendrá cuando Washington desclasifique documentos que nunca ha querido ventilar públicamente, o la investigación contenida en el expediente de la armadora francesa Compagnie Générale Transatlantique (CGT) sobre el atentado, guardado en una caja fuerte, salga a flote en el año 2110, pues una absurda prohibición legal lo impide.

Con la inmediatez del oficio, Korda llevó a la mesa de los editores del diario las fotos de la jornada. La noticia del día era el sepelio de los muertos en el sabotaje y las palabras de Fidel Castro en la despedida de duelo. El líder cerró el discurso con una consigna que desde ese momento hasta hoy ha sido un mantra en el proceso cubano: “Patria o Muerte”. Se comprenderá que la foto del Che no aportaba a las prioridades informativas; otras imágenes de Korda, tan fuertes y sobrias como aquélla, ilustraron la primera plana y el despliegue interior del reportaje.

Muchos no saben que la foto del internacionalista argentino se publicó dos años después en la columna del diario que anunciaba una comparecencia del Che en la televisión. Korda había trabajado la imagen del segundo negativo –con la cámara en posición horizontal–, eliminó figura humana que entrevé a la izquierda y la mitad de una palmera a la derecha, y concentró el foco en el rostro enseriado y desafiante del guerrillero con el cielo de fondo. Una impresión mediana de la foto se podía ver colgada en la pared de su estudio.

Tras el asesinato de Guevara en La Higuera, el editor italiano Giangiacomo Feltrinelli adquirió los derechos para publicar El Diario del Che en Bolivia y utilizó la imagen en un cartel que vendió dos millones de copias en seis meses. Korda, personalmente, nunca cobró derechos de autor. Se sentía orgulloso por haber logrado la imagen y, a la vez, abrumado por la manipulación de la foto.

Un cineasta chileno, de origen alemán, Pedro Chaskel, siguió la pista del itinerario de la obra de Korda en el documental Una foto recorre el mundo (1981), primero de una trilogía dedicada al comandante guerrillero completada por Constructor cada día compañero (1982) y Che, hoy y siempre (1983). Korda fue entrevistado por Chaskel. De ahí hemos extraído el segundo fragmento citado al comienzo de esta nota.

Sobre el documental, el crítico Octavio Fraga observó: “La obra fílmica recurva hacia otros planos que son la huella multiplicada de esa imagen. Un collage de fotos nos revela al Che en cada momento de la historia, en cada significativa geografía de nuestro planeta. El hombre pintado en un retrato de singulares proporciones, en las vestiduras de una tela que invoca sentidas palabras con sabor a combate. El rostro delineado en un mural de paredes derruidas o las cimientes de un cartel trabajado con artesanía fílmica que la revista Tricontinental supo hacer suya, en variadas formas, en renovados colores o trazos, por esa legítima creencia de significar la estatura de un Comandante que estremeció con su ejemplo los valores y los ideales de una América rebelde, declaradamente insumisa”.

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