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Cultura

La habitación en Arlés

Fernando Muñoz Castillo

I

Siempre es importante fabular sobre un hecho histórico, es parte del creador hacerlo, ya sea en las artes visuales o en la literatura.

Durante años, nos cuenta Manuel Araiza en el programa de mano: “Siempre me pareció absurdo que la historia de Vincent esté envuelta en locura y suicidio, así que a los 16 años escribí un cuento que explicaba lógicamente el asunto de la oreja cortada. En el 2005, transformé ese cuento a obra de teatro y durante años, amigos y colegas me ayudaron a reescribir una historia ficticia llena de verdad.”

Al encenderse las luces del escenario, vemos una recreación –muy personal de Araiza– la pintura de van Gogh El dormitorio en Arlés, del cual el pintor realizó tres versiones con ligeras diferencias.

Quienes entran primero a la habitación son Vincent y su hermano Teo, allí sostienen una conversación sobre los diferentes pasos en la vida que ha dado el pintor, mientras lo ayuda a instalarse en su nuevo hogar para pintar.

Desde este primer momento, se hace énfasis sobre la necesidad de pintar de noche, lo cual le sigue pareciendo extraño a Teo, pues lo que nos muestra al público, es una etapa bastante oscura por lo desgarrador de los temas, mismos que tienen mucho que ver con ese naturalismo al estilo del novelista Zolá, en boga durante los pocos años que vivió el pintor.

El segundo personaje en aparecer en el escenario es Rachel, una prostituta que acompaña al artista y aunque no se ve tan claramente, percibimos que hay una relación más allá de la sexual entre ellos.

Esta mujer burda, en alguna forma, siente admiración por el pintor y su obra y, de alguna manera, es una especie de ángel guardián, al igual que Teo.

El tercer personaje en aparecer en el dormitorio de Arlés es Gauguin, con quien convive y comparte, durante un tiempo, el espacio.

Estos dos salvajes y exaltados artistas, bebedores de ajenjo/absenta, seguramente asisten a los comedores de opio, famosos porque son los lugares donde se reúne la clase obrera cuando sale del trabajo el sábado y se evade para poder sobrevivir a la explotación y “esclavitud” de la clase poderosa. Este tema, lo desarrolla Zolá en algunas novelas.

Hay momentos en que necesitamos que el actor que representa a van Gogh, dé la réplica a Gauguin, para poder crear esa atmósfera de locura, alucinación y arte que unió a los pintores, que siendo diferentes, tenían tanto en común.

Tal vez sea necesario, que nuestros actores beban ajenjo, una noche fuera del teatro, para saber qué es la absenta y cuáles son los efectos que produce.

Tal vez por eso, la escena en que Paul bebe y bebe sin parar de la botella de ajenjo y no vemos cómo crece su exaltación, resulte poco creíble, restando dramatismo al trabajo escénico.

Continuará.

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