Si bien es cierto que descubrir que este poema, que ha resultado viral, no tiene dos siglos de antigüedad ha hecho que pierda parte de su halo de misterio, los versos han traspasado igualmente fronteras, convirtiéndose en toda una oda a estos tiempos de confinamiento. Y, tal y como manda la actualidad interconectada en la que vivimos, una versión traducida ha llegado a nuestro país estos días.
Su autora es Kitty O’Meara, una antigua maestra y asistente espiritual en hospitales y hospicios de Estados Unidos, quien se ha inspirado para escribir este texto durante la pandemia actual de coronavirus.
Cuando la tormenta pase
y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.
Ya no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia
Seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos
que lo jamás conseguido
seremos más generosos
y mucho más comprometidos.
Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos
sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás el viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.
Y todo será un milagro
y todo será un legado
y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.