Luis Carlos Coto Mederos
Domingo del Monte
Domingo María de las Nieves del Monte y Aponte, conocido como Domingo del Monte, nació en Maracaibo, actual Venezuela, el 4 de agosto de 1804.
Su vida intelectual fue muy intensa, dentro de ella lo mejor son sus Romances Cubanos, y lo mismo puede decirse de su influencia sobre el movimiento intelectual de la época en Cuba. Del Monte fue uno de los primeros en vislumbrar la excelencia de José María Heredia, al escribir en El Revisor Político y Literario que la auténtica lírica cubana se iniciaría con este nuevo poeta. Lamentablemente, la obra escrita de Domingo del Monte no es hoy muy conocida, porque poca se ha reimpreso.
Se le conoce como el primer crítico profesional de la Isla. Famoso por sus tertulias, en la que se reunían las principales figuras literarias de la época y donde se leía la obra de todos los que participaban. Entre los principales asistentes se encontraban José Manuel de Cárdenas, José Jacinto Milanés y Juan Francisco Manzano.
Debido a las acusaciones que le fueron impuestas con el motivo de haber participado en la Conspiración de la Escalera, abandona Cuba en 1845 trasladándose a la ciudad española de Madrid, donde fallece ocho años después, el día 4 de noviembre de 1853.
1896
Los celos
Son los celos, Belinda, infierno ardiente
de odios, rabia, rencor y cruda ira:
¡Infelice del hombre que los mira,
cual yo, en su pecho, y sus furores siente!
No entonces ¡oh Belinda! tiernamente
mi perdida razón tu gracia admira:
entonces te detesto, y no respira
más que venganzas la ofuscada mente.
Bárbaro entonces, con puñal terrible
tus miembros bellos con placer rasgara,
tu corazón buscando aborrecible...
Estos los celos son: si no probara
el amador tormento tan temible,
¿cuál dicha a la de amor se comparara?
Anacleto Bermúdez (Fileno)
Nació en La Habana el 13 de julio de 1806.
Fue uno de los juristas más sobresalientes de la época. De personalidad inquieta y ávida de conocimientos. Escribió para algunas publicaciones y cultivó la poesía. Colaboró con las guerras independentistas.
En Cuba asistió a las tertulias de Del Monte. Fue colaborador del periódico “El Revisor” que se redactaba en la capital del país por varios jóvenes alumnos del eminente pedagogo y pensador Félix Varela.
Murió en La Habana, su ciudad natal, el 1º de septiembre de 1852. Le sorprendió la muerte mientras se preparaba el proceso contra los conspiradores, descubiertos ese mismo año.
1897
El pecado original
In vultus tai visceris pane...
Gen. C III. v. 19.
En un valle de lágrimas ardiente
desterrada la triste prole de Eva
en vano en su dolor al cielo eleva
del polvo vil la mancillada frente.
El primer crimen del primer viviente
contra la raza toda se subleva
y en su agitado pecho el mortal lleva
de acerbo llanto inagotable fuente.
A trabajar y a padecer forzado
se afana el infeliz y logra apenas
escaso pan con su sudor regado.
La luz con tedio en su destierro mira,
y sólo encuentran término sus penas
cuando en la gracia del Señor espira.
1898
Remitiendo una sortija
con siguiente letrero:
“Virgen de estas riberas, yo te adoro”
¿Quién, oh adorada, de alborozo lleno
de tu sonrisa angelical gozara,
y en tu nevado pecho despertara
el volcánico amor de tu Fileno!
Yo te miro, me turbo y me enajeno
y la vida gozoso renunciara,
porque un instante al menos palpitara
rebosando ternura tu albo seno.
Oye mis votos, dulce bien: si un día
has de sentir el delicioso fuego
que abrasa sin cesar el alma mía,
Si tierna al ruego y compasiva al lloro
resuelves ser de quien te adora ciego,
virgen de estas riberas, yo te adoro.
1899
Una mirada en la beneficencia
Te vi en el templo: el sacrificio Santo
el ministro del cielo celebraba
y en el sagrado asilo resonaba
de la inocencia el religioso canto.
Nunca tanto sentí, ni latió tanto
de Alonso el corazón cuando miraba
que entre las vírgenes del sol brillaba,
de la modesta Cora el dulce encanto.
Tú a mí los ojos lánguidos volviste,
y en los tuyos clavé los míos de fuego
y entendí tu mirada y me entendiste.
Perdona, oh Dios, si allí de amor ardía
y en mi delirio arrebatado y ciego
ni al sacerdote ni al altar veía.
1900
En una ausencia
Duerme helada la musa con que un día
al trinar de la lira canté amores,
y ni de Abril la animan los primores
ni el sol brillante, ni la noche umbría.
Cuando Mirtila mi cantar oía
más bellas eran para mí las flores,
y más bellos del sol los resplandores,
y la luna más bella parecía.
En la tranquila orilla de Almendares
fácil me era entonar la voz del canto,
que todos sienten en sus patrios lares.
Dentro del pecho el entusiasmo santo:
Ahora pulso las blandas cuerdas de oro,
voy a cantar, y en vez de cantar... lloro.
1901
El paseo por el Tínima
Atormentado por la pena impía
a la orilla del Tínima vagaba,
y sus corrientes puras aumentaba
con el acerbo llanto que vertía.
¿Adónde está Mirtila, le decía
con débil voz que lenta resonaba,
y el eco que de lejos me escuchaba,
¿adónde está Mirtila?, repetía.
De las serenas ondas de repente
dando al aire las bellas hebras de oro
una ninfa salió, que blandamente
enjugar quiso mi angustiado lloro:
La vi, no era Mirtila, odié su encanto,
bajé los ojos y volví a mi llanto.