Conrado Roche Reyes
Cuando se es padre, las expectativas antes de que nazcan los hijos siempre son muchas, pensamos si físicamente se parecerá al papa, a la mamá, si sacará los ojos claros del abuelo, si tendrá el cabello del color de la hermana, y poco a poco las cuestiones físicas se van pasando por un segundo término, empezando a rondarnos por la mente, si el carácter se lo heredara al papá, si tendrá la forma de ser de la mamá, si será un niño introvertido, etc…
Todas estas expectativas se engrandecen cuando llegan los segundos o los hijos que se sumen. Esto dado a que en general la mayoría de los padres toman como referencia el primogénito. Dándole un papel de suma importancia sin este haberlo pedido, y es entonces cuando van apareciendo las expectativas que, sin ser un motivo real, van dándole forma a la visión que se van formando de los hijos.
Deberíamos saber que cada hijo es único e irrepetible, que las diferencias hacen una gran oportunidad de crecimiento personal para los padres e incluso entre hermanos, y que la aceptación a estas diferencias es la clave para tener una adecuada relación con los hijos. Entonces, ¿Qué es lo que hace a cada hijo diferente y distinto a sus hermanos? Si sus padres son los mismos y el ambiente también, deberían parecerse, pero no siempre es así. Las diferencias no son sólo físicas, sino también y sobre todo de carácter y personalidad; hasta el padre más afectuoso y mejor intencionado tiene problemas en aceptar a su hijo incondicionalmente. Ser padre significa poner en práctica muchas de las propias fantasías sobre el tipo de padre que se quiere ser, y el tipo de hijo que se quiere tener. Tener un niño que continuamente frustra esos sueños puede crear rabia e incluso cierta culpa, al pensar de esa forma de un hijo al que se adora.
Lo más importante como padres es reconocer la originalidad que trae cada hijo e ir juntos descubriéndola, el amor incondicional de los padres permite al hijo crecer y desarrollarse con un ambiente feliz. El niño siente que lo quieren, por lo que es más capaz de asumir desafíos y trata de alcanzar metas más grandes; se podría decir que el amor incondicional es la plataforma desde la cual despega una persona.
Si yo realizara una pequeña encuesta a padres de familia para saber si esto del amor incondicional es algo sencillo de llevar a cabo, ya que parece casi obvio en la teoría, estoy segura me responderían que es algo que no es tan fácil de llevar a la práctica. ¿Por qué cuesta tanto aceptar a un hijo que no es lo que se esperaba?, yo pienso que más que lo que se esperaba, son conductas del hijo que en determinado momento a uno lo sorprenden o molestan. Puede que el niño sea más flojo, menos deportista o más ermitaño de lo que uno como padre pretendiera.
¿Será entonces que en la aceptación influyen los problemas que han tenido los padres en sus propias vidas?, influyen las experiencias que hemos vivido los padres, pero más las exigencias del mundo actual. Lo que vale ahora es el éxito, los mejores aparatos tecnológicos, ser deportista y popular entre los amigos. Con esto, le pedimos a los niños muchas veces más de lo que pueden dar. Sin embargo, si los padres tuvimos aceptación de nuestros propios padres, va a ser más fácil el proceso de aceptación hacia nuestros hijos.
La reflexión será en este sentido, ¿el niño que se siente aceptado por lo que es por sus padres es distinto del que no? La respuesta es que sí, y esto se nota en la seguridad del niño, en su autoestima y en la libertad para poder optar y en que se arriesgan más. Creen en lo que sienten, en sus juicios y percepciones; acepta sus errores y ve la vida con optimismo. Cuando se ve un niño muy sumiso, muy recatado, que cumple muy bien todas las normas, puede ser que sólo responda a lo que el sistema le pide; el niño aceptado se equivoca igual que el otro, pero tiene una mayor seguridad para poder arriesgarse.
Así entonces, la moraleja es que como padres tengamos la apertura hacia la aceptación de nuestros hijos, ya que de lo contrario buscará otros lugares dónde sentirse cómodo, que pueden ser con amigos y no siempre son las mejores compañías; podrá alejarse de la familia porque ésta no le da protección y siente que no lo valora por lo que es. Por eso hay que conocerlos y aceptarlos.
Gracias a mis padres Conrado y Lilia, por siempre saber cómo hacernos sentir bien a cada uno de los seis hijos.