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Cultura

Luis Carlos Coto Mederos

Mercedes Matamoros

Nació en 1851 en Cienfuegos.

Huérfana de madre desde los tres años, su padre fue su primer mentor; con él aprendió inglés y francés e inició sus lecturas literarias. En La Habana estudió en el colegio “El Sagrado Corazón”, del Cerro.

Poeta y escritora. Colabora en los periódicos El Siglo y El Occidente, La Opinión, El Triunfo. Labora en el colegio María Luisa Dolz.

En 1892, Antonio del Monte impulsa la edición de sus obras completas.

Publica en la Ilustración de Cuba, El Fígaro, Diario de la Marina.

Traduce a varios poetas extranjeros como a Byron, Thomas Moore, Andrés Chenier, Goethe y Schiller.

A partir de 1884 graves problemas familiares la aíslan de las letras, se dedica al magisterio particular y labora en el colegio María Luisa Dolz.

Murió en el habanero municipio de Guanabacoa, en 1906.

1178Venus

Del bosque umbrío bajo el manto espeso

que la luna alumbraba misteriosa,

en un lecho de musgo hallé a la diosa

dormida del cansancio al dulce peso.

Despertarla intenté de su embeleso

por saber si era tierna cuanto hermosa,

y con blando rozar de mariposa

dejó mi labio en su mejilla un beso.

Mas ¡ay! que inmóvil continuó y callada;

y viendo yo mi aspiración burlada

junto a la estatua yerta sentí frío;

y aunque seguí admirándola por bella

como el alma inmortal no hallaba en ella

al fin mi admiración volvióse hastío.

1179Retorno ¡Cuán grato es ver de nuevo el dulce suelo

donde fuimos dichosos y queridos,

con sus árboles siempre florecidos

y las mismas estrellas en su cielo!

¡Cuán grato es recorrer con tierno anhelo

los hermosos lugares preferidos

y en el hogar paterno hallar los nidos

en que el pájaro fiel detuvo el vuelo!

Pero, ¡cuán triste es para el ser errante,

que el cáliz apuró del sufrimiento,

hallarlo todo igual, todo constante,

–el espacio y la tierra en su armonía,

las aves en su amor y rendimiento–

menos el alma que fue suya un día!

1180Cleopatra

Del baño de alabastro ante la clara

linfa, que ondula fresca y bulliciosa,

entre siervos, la infiel y voluptuosa

reina, al nuevo deleite se prepara.

El manto le desprenden y la tiara

y la de seda túnica lujosa,

quedando al fin desnuda, y tan hermosa

que la Venus de Milo la envidiara.

La sierva entonces que en su torno gira

al etíope le muestra allá en la entrada,

guardián inmóvil que en silencio admira;

mas ella le responde indiferente:

–¡No es un hombre el esclavo!– y extasiada

se abandona entre espumas blandamente.

1181El amor carnal

Por ti olvidé –cual flores sin esencia–

ilusiones de bien que fueron mías;

y troqué por culpables alegrías

lo más bello del alma, la inocencia.

Lleváronse la paz de mi existencia

tus locas noches y revueltos días;

en el fuego mortal de tus orgías

quemó sus níveas alas mi conciencia.

Hollé por tu favor lo más sagrado;

apagué con tu risa el sentimiento;

escondí en tu cinismo mis sonrojos;

y en cambio, ingrato amor, ¿qué me has dejado? ;

¡Sombrío, cual la noche, el pensamiento

inerte el corazón, secos los ojos!

1182Anhelos ¡Quiero aromar tus rizos abundosos

con perfume embriagante de verbenas;

y tu cuello enlazar con las cadenas

ardientes, de mis brazos amorosos!

¡Quiero encender con besos fervorosos

la sangre que circula por tus venas;

y trocar en fogosas las serenas

miradas de tus ojos luminosos!

Porque siempre han de ser en mis amores,

venenosas las más fragantes flores,

borrascosas las noches y los días;

y así no olvidará sus horas bellas;

¡qué siempre dejan en el mundo huellas

las tempestades locas y sombrías!

1183El bohío

Yo siempre he amado el rústico bohío

que a los buenos indígenas sirviera,

entre el verdor de la feroz pradera

de albergue en el invierno y el estío.

Me place contemplarlo junto al río

bajo el mango frondoso y la palmera,

como recuerdo de la edad primera

en que fue tan dichoso el suelo mío.

Humilde es esa herencia que guardamos;

mas si ante la injusticia resignamos

como el indio infeliz, nuestros derechos,

heredamos también con su alma altiva

el ansía de ser libres, que honda y viva

arde cual llama eterna en nuestros pechos.

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