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UNICORNIO: El oficio de escribir para niños

Silvia Cristina Leirana hace un repaso por los autores que han narrado a las infancias en Yucatán
En este texto se exponen libros dirigidos a niños publicados por autores yucatecos o avecindados en Yucatán
En este texto se exponen libros dirigidos a niños publicados por autores yucatecos o avecindados en Yucatán / Especial

Quiénes escriben para niños en yucatán

Silvia Cristina Leirana Alcocer

Este trabajo busca contribuir a la sistematización del conocimiento de la historia literaria contemporánea para una región y un género poco estudiados: la literatura para niños que circula en Yucatán, México (escrita por autores que residen ahí, sean o no originarios del dicho estado). El objetivo es visibilizar un corpus literario que en el futuro pueda ser analizado con mayor profundidad.

En este trabajo abordaremos los libros dirigidos a niños publicados por autores yucatecos o avecindados en Yucatán.

El título en presente significa que nos avocaremos a la literatura contemporánea, tomando como punto de partida 1985, por dos razones: en ese año se la SEP a través de su colección Tiempo de niños, reeditó la obra Pirrimplín en la luna de Ermilo Abreu Gómez y salió la novena edición de El niño y el viejo de Elvia Rodríguez Cirerol.

Iniciaré comentando la obra Pirrimplín en la luna por ser la que proviene de una edición más antigua, de 1942. El 4 de noviembre de 1942 esta obra se estrenó en el Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección de Celestino Gorostiza (Abreu Gómez, 1985 [1942]: 7).

La obra está llena de acción y escrita en tono poético y festivo. Es una fábula acerca de cómo los actos humanos tienen consecuencias; quienes obran mal reciben su castigo, el amor y la solidaridad son premiados con la reciprocidad de estos sentimientos.

El leguaje críptico de Cirano, un sabio selenita, recuerda por momentos las sentencias de Canek, por ejemplo cuando dice:

La luna tiene sus leyes. También la locura tiene sus normas. Aquí todo sucede de un modo especial que los hombres de arriba no pueden entender nunca. La luna necesita dormir. Cuando duerme deja de mirar. La tierra, se oculta. La sombra ya viene detrás de nosotros. Todos debemos ocultarnos. Todos, ningún ser extraño debe tener los ojos abiertos bajo el manto de la sombra. Se espantaría. Es hora, pues, de despedirnos. Debes irte (Abreu Gómez, 1985 [1942]: 68-69).

Como Pirrimplín se negara, le explicó:

Si obedeces será como si no te fueras nunca. Yo te lo juro. En tus ojos tendrás siempre lo que ahora has visto (Abreu Gómez, 1985 [1942]: 69).

Sin faltar los enredos, las persecuciones y las acciones justicieras, me parece que si se montara esta obra sería eficaz entre los niños de nuestro siglo.

Sachie S. I. de Azaka considera que Ermilo Abreu Gómez es un autor nodal en el nacimiento de la literatura para niños en México; ella lo ubica en el período posrevolucionario, cuando la clase media se conforma, y entonces puede desarrollarse un público lector entre los niños (De Azaka, 2004: 30-44).

En 1991 es reeditado en la colección Botella al Mar (Conaculta) el libro Tres nuevos cuentos de Juan Pirulero (Abreu Gómez, 1991) cuya primera publicación fue en la Colección Lunes de la Universidad Autónoma de México en 1944.

Este volumen está conformado por los cuentos Pescadores, Doña Estrella y sus luceros y Un milagro.

Pescadores retoma el motivo del hombre que se hace acreedor a la satisfacción de deseos, pero que los “desperdicia” por su ambición desmedida, o mejor dicho, por la ambición de su mujer. Tema reiterado en la literatura para niños, proviene de la tradición popular y lo han recreado autores como Alexánder Pushkin (El pescador y el pececito dorado, en Cuentos para niños, Era, 2003, México) y Juan Cervera (¡Zas, zas, zas! en Contar, cantar y jugar, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 2005).

El cuento de Abreu Gómez tiene el mérito de poner a otra figura femenina, que encarna la honestidad y la justicia; así, si bien Josefina es avariciosa, y recibe el castigo de envejecer y hacerse fea por continuar buscando más tesoros, Plácida devuelve la perla a sus verdaderos dueños esto desobedeciendo a su marido, que era muy ventajista, quienes comparten con ella y su familia el beneficio de haberla encontrado.

Doña Estrella y sus luceros es un cuento de ambiente, la relación de la gata con sus crías es una metáfora para proponernos una visión menos ortodoxa de las relaciones interpersonales en la sociedad; la excelente madre había tenido una agitada vida sentimental, pero eso no le impedía ejercer como educadora y cuidadora de sus hijos.

El narrador expone sus ideas políticas, sin que ello entorpezca la velocidad de la narración:

Es claro que el cuarto marido de nuestra gata, que por cierto se llamaba Marito como el de Antoniorrobles, era de abolengo liberal y partidario de los republicanos. Era, además, miembro del comité en el que se ventilaban las líneas políticas que debían seguirse. Lo que se llama era un gato aguzado (Abreu Gómez, 1991 [1944]: 20).

Se percibe en este cuento el homenaje a los intelectuales íntegros que por sus acciones fueron desterrados: aparte de que menciona a Antoniorrobles en el párrafo citado, el nombre de su cuento hace referencia a Ocho estrellas y ocho cenzontles, las novelas de sueños infantiles del autor español;  el texto está dedicado a León Felipe, y también hay una alusión a la pedagoga argentina Berta Perelestein de Braslavsky: “mamá Estrella, que sabía cosas del alma infantil, porque en cierta ocasión visitó la biblioteca de una maestra llamada Berta” (Abreu Gómez, 1991 [1944]: 26). La gata no reprende a sus hijos, ellos ya han vivido la consecuencia de su desobediencia. El texto es la prédica de un orden social basado en el amor, pero de tan buena manufactura, que no pierde efectividad como texto literario.

De la siguiente autora que hablaremos es Elvia Rodríguez Cirerol. En 1969 aparece su libro El niño y el viejo. Se trata de prosa poética, que a través del diálogo expresa parábolas y reflexiones; ha sido traducido al francés, al inglés y al braille (Lara Rivera, 1990: 19).

A principios de los ochenta Elvia Rodríguez publica los libros Te traigo un regalo y Aquel globo azul, para colorear (Lara Rivera, 1990: 19; De Azaka, 2004: 329). Nos centraremos en su libro El niño y el viejo puesto que ha sido la más reeditada de sus obras.

Algunos críticos se han preguntado el porqué de la aceptación del público, de estos diálogos, aparentemente tan sencillos.

Algunos de estos diálogos contienen aforismos, otros compaginan con la greguería. Son microficciones que comparten un par de personajes.

Encontramos un aforismo en el diálogo 23:

El niño. ¿Por qué cantan los pájaros?

El viejo. Porque se sienten felices de su libertad.

El niño. Yo he oído cantar a los que están prisioneros en alguna jaula.

El viejo. Cierto, muy cierto; algún día comprenderás que la libertad interior es algo que nada ni nadie puede aprisionar (Rodríguez Cirerol, 1985: 23).

Es explícito el valor que el texto aspira a difundir: la libertad intelectual.

La metáfora y el humor en este libro, generan textos que cubren las caracterizan de las greguerías, como es el caso del diálogo. 

Niño ¡Quisiera ser astronauta?

El viejo. ¿Astronauta?

Niño. Así podré descubrir qué hacen las estrellas en el día (Rodríguez Cirerol, 1985: 12).

De fácil lectura, los diálogos  enseñan y divierten. Seleccioné otros tres diálogos que me parecen representativos de la propuesta estética y didáctica de El niño y el viejo:

El niño. Cuando escuché que papá y mamá pudieron no haberme despertado al sueño de la vida, los abrazo cada noche con toda la fuerza de mis pequeños brazos y silenciosamente les doy las gracias.

El viejo. ¡Amigo, amigo mío, cuántas, cuántas cosas hermosas voy a tu lado aprendiendo!

(Rodríguez Cirerol, 1985: 30).

En la cita anterior, correspondió al niño descubrir el aspecto poético de la vida cotidiana; aquí el viejo pone al lector en el contexto del aserto del niño. Me ha llamado la atención, que si hacemos el experimento de trasladar a tercera persona del presente la intervención del niño obtendríamos una greguería.

En el diálogo 34 encontramos, ahora en voz del viejo, la iluminación que cuestiona ciertos actos cotidianos y propone otros, para optar por una vida más auténtica:

El viejo. ¿Para qué comprarán las gentes flores de plástico?

El niño . Seguramente para no tener que cuidarlas y regarlas, como haces tú con los rosales. Además, ésas no se mueren.

El viejo.  Cierto. Y ¿de qué sirve que no se mueran si no podemos aspirar su fragancia y acariciar sus pétalos?

El niño. ¿Te digo una cosa? ¡Me gusta lo que has dicho!

(Rodríguez Cirerol, 1985: 34).

En este caso es el niño el que pondera el valor de las palabras de su interlocutor.

El niño, como personaje, da ocasión a situaciones que permiten la poetización que sin su ayuda el adulto no se atrevería a hacer. Es el caso del diálogo 38

El viejo. ¿Y esas lagrimitas?

El niño.  El globo que me regaló papá se me escapó.

El viejo. Cuando era tan pequeño como tú, igual lloraba. Un día, cuando uno de ellos se me escapó de entre las manos, no lloré; sino que lo fui siguiendo hasta donde mis ojos lo alcanzaron y quise imaginarme que se iba al arcoíris y que ahí jugaba con todos los colores.

Considero que le debemos a esta autora promoción a su obra, porque dedicó buena parte de su trabajo a la promoción cultural a través de guías turísticas para niños, periodismo cultural y guionismo, recordemos que en 1977 su trabajo en El mundo sagrado de los mayas obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Cine Turístico de Madrid (Peniche Barrera y Gómez Chacón, 2003: 120).

El siguiente libro que comentaremos es Baúl de sueños de Fernando Muñoz Castillo, que obtuvo el Premio Estatal de Teatro Infantil en 1992 y fue publicada en 1993 por el ICY.

Se trata de una actualización de Las ranas pidiendo rey, en la que se recrean problemas sociales contemporáneos; en tono jocoso se muestra a los niños como la prepotencia lleva a la destrucción y la solidaridad al progreso. Los recursos escenográficos propuestos por el dramaturgo en la lectura se muestran atractivos; este es un llamado de atención para algunas escuelas de teatro, en las cuales cada año montan las mismas obras, deberían probar poner en escena Baúl de sueños y otras que se han generado en nuestra región, desde luego, alimentadas por la cultura milenaria de toda la humanidad.

En 1996 fue editado El árbol de durazno/U kuul duraasnoo cuento de Tulio Aguilera con la traducción  al maya de, María Luisa Góngora Pacheco, es bastante literal, pero apegada a las estructuras lingüísticas del maya. El libro de 23 páginas, con ilustraciones en cada una, trece en blanco y negro, diez a colores, distribuidas equitativamente en ambas versiones del texto, es atractivo a los niños lectores, a quienes va dirigido. Esta publicación muestra cómo el maya es capaz de expresar pensamientos de todas las culturas, en este caso una anécdota de la tradición china. El libro, que pertenece a La Colección del Rey Momo, al final trae un mapa de México, en el que se señala en que estados de nuestra república se habla maya-yucateco, esto porque se trata de una edición nacional.

Para 1997 tenemos la publicación de otra obra de teatro Galápago de Salvador Lemis, en la colección Nave de Papel de Bacalar. Esta obra obtuvo en 1985 mención de honor en el concurso La Edad de Oro. En 1991 fue puesta en escena en espacios de la Subdelegación de Servicios Sociales y Culturales del Issstey.

La obra tiene un mensaje de respeto a la naturaleza, amor y veneración por los ancianos, solidaridad y aprecio por los bienes no materiales por encima de la riqueza. Hace también una crítica al proceder de ciertos científicos y cuestiona la utilidad del conocimiento científico por sí mismo; así como la producción que no es responsable respecto al medio ambiente; esto en una atmósfera de aventura de la que resulta una obra muy atractiva.

En junio de 1997 apareció, U tsikbalo’ob mejen paalal/Cuentos de niños. Se trata de la transcripción y traducción libre, hechas por Patricia Martínez, de diez  cuentos; uno fue obtenido en X-Uilub, por Isaura Ortiz Yam, los otros nueve provienen de Xocén, donde los recopiló Martínez. Fueron relatados por: Fausto Noh Canul, Marvin May Canul, Candelaria Ay May, Leonides Tun Canul, Gilda Teresa Canul Dzib, Macaria Nauat Puc, Eulogio May May, Humberto Cauich Canul, habitantes de Xocén, y Genaro Canul Dzib de X-Uilub. La transcripción se hizo en verso para destacar los recursos estilísticos propios de la oralidad. En la escritura se utiliza el alfabeto maya que varias instituciones acordaron en 1984. Los relatos, muestran la influencia de la escuela en la fórmula de inicio: Ka bin yaanchaj jump’éel k’iin bine’ más o menos equivalente al “había una vez...” de los cuentos occidentales, con la diferencia de que mantiene el marcador narrativo propio de la oralidad maya: bin “dicen” (esta fórmula de inicio a veces se presenta más compacta: Junp’éel k’iin bine’...); o en el hecho de asignarles título; pero mantienen muchos de los rasgos propios de la oralidad maya: la fórmula para citar Ki(j)  (dijo); el marcador narrativo bin (dicen, se dice), para indicar que lo sucedido le fue narrado a quien cuenta la historia, y la frase de cierre ka máanene’ “cuando pase...”, que en ocasiones aparece completa: Ka máanen paach u beele’... “cuando pasé por el camino”, que introduce un resultado festivo de carácter jocoso, que es la aportación creativa del narrador, en la que él se compromete con lo relatado.

Este mismo año, en el número doble, 136-137 correspondientes al período julio- diciembre de la revista El Cuento apareció Tal vez pronto de Brenda Alcocer. En este cuento se recrea la situación de una niña que es libre en su pensamiento, pero que está atada a una cama, pues está físicamente incapacitada para caminar. La tensión que esto produce en la familia, la irresponsabilidad de un padre alcohólico, la solvencia de una madre trabajadora y el amor de una abuela, son algunos de los elementos presentes en Tal vez pronto donde la voz narrativa, nos muestra el mundo como lo viera una pequeña para quien la desgracia no es tan grave.

En noviembre de 1998 aparece el número 24 de la revista Navegaciones Zur. El juego de las palabras (literatura para niños). En esta edición hay poemas en español y en maya, cuentos en español y en maya, una obra de teatro, un diálogo, haikus escritos por niños y niñas, una entrevista, y el cuento de José Saramago La isla desconocida, que aún no había sido editado como libro, y que llegó a la revista gracias a Sergio Salazar, quien lo recibiera de la doctora Beatriz Bernal coordinadora del Área de Humanidades de los Cursos de Verano en el Escorial. Briceida Cuevas Cob, Patricia Martínez Huchim, Carlos Martín, Jorge Lara, Breda Alcocer, Roger Metri, Sergio Salazar, Reyna Echeverría, Luis Alcocer, Patricia Garma, Beatriz Rodríguez, son, entre otros, los colaboradores de Navegaciones Zur. El juego de las palabras (literatura para niños).

En 1999 sale a la luz Cuentos Enraizados el segundo libro de Ana Patricia Martínez Huchim, que a mi parecer, tiene un doble propósito: mostrar a los niños Mayas que sus afectos pueden representarse a través de la palabra escrita, y poner al alcance de quienes no son partícipes de la cultura maya el conocimiento de sus normas, los personajes de su mitología, la participación de dichos personajes en la conformación de la vida campesina y la manera en que se les rinde homenaje. En este sentido, es un vaso comunicante que facilita el entendimiento entre las culturas, o entre los grupos que participan de manera diferenciada de una misma cultura. La obra contiene siete cuentos recopilados de la oralidad maya: Le Chan Ku’uke’ yéetel le Ch’eelo’obe’/La Ardilla y las Urracas; Ch’óop Soots’/El Murciélago Ciego”; Le Tsáab Kaane’ yéetel le Juuje’/La Serpiente Cascabel y la Iguana; Le Peek’e’ yéetel le K’aak’asba’ale’/El Perro y el Diablo; Juntúul Tso’ yéetel juntúul T’eel/Un Pavo y un Gallo; Chan Ch’omak/El Gatito Montés; J Ts’oon Kéej yéetel X Sip Kéej/El Cazador y la Venado-encanto. Los relatos fueron transcritos en verso y acompañados de una traducción libre al castellano.

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LV 

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