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En el universo del atletismo, pocos deportistas han dejado su nombre con letras de oro, tal como lo hizo Carl Lewis, el extraordinario atleta estadounidense que no se conformó con brillar en las pistas y los campos de salto, sino que también redefinió los estándares del éxito y la longevidad en el deporte olímpico.
Frederick Carlton Lewis nació el 1 de julio de 1961 en Birmingham, Alabama. Creció en una familia amante del deporte en Willingboro, Nueva Jersey, donde sus padres, quienes eran entrenadores de atletismo, fomentaron su interés en las actividades deportivas desde una edad temprana. Carl y sus hermanos se destacaron en varios deportes, pero fue el atletismo el que capturó verdaderamente su pasión.
El debut olímpico de Carl Lewis tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, donde alcanzó la fama mundial al igualar la hazaña de Jesse Owens en Berlín 1936, ganando cuatro medallas de oro en un solo evento: 100 metros, 200 metros, salto de longitud y el relevo 4x100 metros. En los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, Lewis continuó su racha dorada, aunque no sin controversias. Ganó el oro en los 100 metros después de que Ben Johnson, el ganador original, fue descalifi cado por dopaje.
También defendió su título en el salto de longitud y ganó una medalla de plata en los 200 metros. Los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 vieron a un Lewis más maduro, pero igualmente competitivo. Aunque no logró clasificar para los eventos de velocidad, dominó en el salto de longitud, ganando su tercer oro consecutivo en esta disciplina. También contribuyó a que el equipo de relevos estadounidense obtuviera el oro en el 4x100 metros.
En su última participación olímpica en Atlanta 1996, Lewis sorprendió al mundo al ganar su cuarta medalla de oro consecutiva en el salto de longitud, consolidando su estatus como una leyenda del deporte.
