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Por La Habana, lo más grande y mi vida hasta el final

Félix Sautié Mederos

DXV

Nací en La Habana el 28 de julio de 1938, lo que he expresado muchas veces en mis frecuentes artículos, porque vivo orgulloso de ser cubano y de mi origen habanero, así como del tiempo que he vivido hasta el momento en medio de la República mediatizada de 1902 y de la época de la Revolución triunfante de 1959, lo que me ha permitido estar presente e incluso participar en importantes acontecimientos históricos de Cuba, como lo es la Revolución cubana martiana y socialista encabezada por Fidel.

Específicamente mi nacimiento se produjo en el barrio habanero del Cerro, en una clínica mutualista que se denominaba Asociación Cubana de Beneficencia. La contrapartida cubana en la época de las clínicas mutualistas de los españoles y sus descendientes que entonces dominaban la salud pública privada en Cuba. El mutualismo español ha sido una forma muy característica de agrupación social y ayuda mutua, que merece un análisis más detallado que quizás me anime a expresar en otro artículo, pero por el momento solo baste su mención para explicar mis sentimientos y vivencias en este 500 Aniversario de mi Habana natal.

Eso es algo que no conocen las nuevas generaciones, porque la Revolución les garantiza salud pública universal, gratuita y sin discriminación alguna a lo largo y lo ancho del país. Los partos y los nacimientos se encuentran en la primera prioridad de la Salud Pública cubana de hoy, con cifras de mortalidad infantil similares e incluso por debajo de los países más desarrollados del mundo, en particular de los Estados Unidos. En la época en que nací, esas cosas al respeto en Cuba no eran así, porque los que no tenían recursos para pagar el parto en una clínica privada o con un médico especialista, tenían que hacerlo en sus casas con una comadrona o, incluso, como pudieran, sin ningún acompañamiento especializado. En consecuencia, mi nacimiento se produjo dentro de una familia pudiente que podía pagar los gastos de salud y que escogieron esa clínica privada que menciono. Ese origen nunca lo he negado y me encuentro orgulloso de haber optado por la Revolución de los humildes y para los humildes muy a pesar de mi origen de clase.

Mi padre y madre también eran habaneros, por lo que, en consecuencia, soy habanero por nacimiento y por familia. Mis dos apellidos dicen de mi ascendencia francesa y española. Soy, pues, un cubano típico, como una inmensa mayoría descendiente de europeos, de africanos y/o mestizos en una mezcla de ambos orígenes, por decirlo de alguna forma compresible. Así nací como muchos cubanos inmersos en un mestizaje étnico, cultural, social, humano y hermoso; ya sea de sangre o de cultura compartida, que ha sido lo más decisivo de nuestra identidad nacional. Un verdadero “ajiaco”,1 como dijera el sabio cubano Don Fernando Ortiz.

En Cuba, apenas ha quedado rastros de los aborígenes que vivían en nuestro archipiélago cuando la conquista española a partir de 1511. Precisamente, los rastros que quedan de ellos son principalmente muchos de los nombres actuales de las regiones, ciudades y pueblos cubanos. Así es que el nombre de La Habana, tiene que ver con el cacique aborigen de la región en donde se fundó nuestra ciudad. Fue el cacique taíno llamado Habaguanex, que controlaba la zona de su primer asentamiento. Su nombre completo inicial fue San Cristóbal de La Habana. San Cristóbal, patrono de los transportistas y de la ciudad, tuvo que mover su asentamiento inicial hasta el actual lugar en donde se celebró una primera misa, frente al mar de la bahía bajo una ceiba el 16 de noviembre de 1519, lo que se conmemora en La Habana Vieja en un monumento llamado el Templete, por su arquitectura característica de estilo griego neoclásico junto a una columna de piedras en cuya cúspide se encuentra una estatuilla de la Virgen del Pilar.

Fue de joven, en 1957 en La Habana, cuando me hice revolucionario para siempre. Marché tras las huellas de Fidel, de José Martí, quien por los pobres de la tierra quiso su suerte echar, y del Jesús de Nazaret verdadero de los cristianos que entregó su vida por la redención de la humanidad. Nunca pensé que iba a estar vivo en el 500 Aniversario de mi Habana maravilla, que tan intensamente he amado y he defendido durante mi ya larga existencia terrenal y donde quiero quedar sembrado para siempre. Hay momentos de la Historia que se convierten en privilegios para quienes están vivos y presentes en esas ocasiones y el 500 Aniversario de La Habana es uno de ellos, pues pasarán muchos años y múltiples nuevas generaciones para que se vuelva a conmemorar 500 años más de La Habana.

Precisamente, quiero significar que el momento que estamos viviendo en este 500 Aniversario de La Habana es de luchas y resistencias en medio de un reforzamiento del criminal bloqueo que, desde hace sesenta años nos tiene impuesto el Gobierno de los Estados Unidos. En nuestra región latinoamericana además se viven acontecimientos dramáticos y de luchas de los pueblos en el Chile, levantado en las calles contra el neoliberalismo y la ignominia, así como movimientos de lucha en Ecuador, Perú, y Honduras.

En los momentos en que escribo este capítulo de La Espiritualidad Prohibida, se ha producido un hecho violento y racista manifestado por un golpe de Estado en la Bolivia plurinacional propio de los supremacistas blancos que en el mundo encabeza Mr. Trump. Quiero decir al respecto que es vergonzante que eso actos violentos y asesinatos se estén realizando por algunos en nombre de Dios, de la Biblia y de los símbolos sagrados. La historia de hace milenios se repite con quienes son sepulcros blanqueados y raza de víboras que crucificaron a Jesús.

Si bien mucho me regocijo por estar vivo y presente en las conmemoraciones del 500 Aniversario de mi Habana maravilla, a la vez mi ser interior se resiente ante la ignominia y el crimen que nos rodea a la Cuba revolucionaria y socialista en que estoy viviendo. Seguro es que en el futuro estas aciagas situaciones serán superadas y que sus perpetradores y los falsos profetas que han apoyado el crimen y la injusticia habrán tenido que rendir cuentas ante el Dios del amor y de la vida, porque no cumplieron con lo que se plantea en Mateo 25, 31 en adelante ni con el amor al prójimo como a ellos mismos. Así las cosas.

En este orden de cosas al respecto de La Habana y de su 500 Aniversario, quiero continuar expresando que las ciudades tienen vida real, sentimientos, costumbres, tradiciones y una historia que las identifica y las caracteriza. Las ciudades son acogedoras y aún más lo son las urbes, cargadas de diversidad y cosmopolitismo. Fundamentalmente, estas características cosmopolitas se originan y/o desarrollan con mayor intensidad en las ciudades que están asentadas en un puerto de mar, como La Habana que se alza junto a una gran Bahía, en la que han llegado barcos de las más diversas latitudes. Trayéndonos con sus mercancías costumbres, otras culturas y personas de las más diversas índoles, pensamientos, oficios y criterios. Eso es la clave del sentido cosmopolita habanero: diverso, inclusivo y tolerante que se manifiesta en mi “Ciudad Maravilla”.

Por otra parte, debo significar que en las grandes ciudades encuentran un marco de referencias adecuado las ideas más progresistas en lo social, lo económico, lo cultural y lo político. La ciudad facilita y libera el pensamiento propio, muchas veces constreñido y limitado por el provincialismo conservador que encuentra estímulo a su desarrollo en el aislamiento específico de lo campestre y de los pueblos pequeños que según el refrán, en muchas ocasiones se convierten en infiernos grandes.

Muchos de los que marchan hacia las ciudades, por muy diversas razones, encuentran amparo y realización en estas características esenciales, y las asumen con valentía y firmeza muy especial. Incluso se convierten en ocasiones en adelantados de las mismas, ya que el medio y las condiciones materiales de vida determinan esencialmente las condiciones sociales, las ideas y la forma de ser de las personas que en ellas se encuentran enclavadas. Lo que se expresa en lo social, lo político e incluso lo religioso.

La convivencia física que se impone urbanísticamente en las ciudades y las agrupaciones de personas que las conforman, tienen una acción físico- geográfica-espiritual, por así decirlo, que estimula la asociación humana para la convivencia en conjunto, en la que se manifiesta con mayor facilidad la existencia de la diversidad de ideas y de pensamientos que mueven al progreso.

Las ciudades, en la medida que van creciendo, necesitan con mayor urgencia de la ciencia y la técnica para poder sobrevivir en armonía y desarrollo, lo que se convierte en un estímulo concreto para la invención, la innovación y la búsqueda de soluciones que en muchas ocasiones se hacen imprescindibles.

Todo eso es cierto, pero también las grandes ciudades en la medida que crecen en algunas veces desmedidamente, a la vez crean problemas complejos y dañinos a la convivencia social en su conjunto, que precisamente ellas mismas se encargaron de facilitar y prohijar.

Los abandonos en éxodo hacia las ciudades de los campos, en donde la Madre Tierra nos da sus frutos para nuestra alimentación y sobrevivencia, constituyen un problema aparejado a la creación y desarrollo precisamente de esas grandes ciudades en las que las personas encuentran condiciones de vida y posibilidades sociales, culturales y económicas que las estimulan a quedarse a vivir en sus zonas urbanizadas.

Para corregir esos problemas, tendríamos que acudir, en mi criterio, a la concreción del propósito planteado por los clásicos del marxismo de eliminar las diferencias entre el campo y la ciudad, unido al desarrollo armónico de conjunto del trabajo intelectual y el trabajo manual, que tienen ambos una importancia decisiva para el futuro de la convivencia humana sobre la tierra.

Esos criterios son, en definitiva, propósitos que dependen mucho de la voluntad política con que se acometan, así como del desarrollo de la ciencia y la técnica que los faciliten. En este sentido, considero que no es una concepción correcta el culpar a la existencia y el desarrollo de las grandes ciudades por el abandono del campo.

Ese es un problema muy complejo, que requiere de la ciencia y la técnica que faciliten las condiciones de vida en los campos; así como de la voluntad política con que se acometa el problema en cuestión. El desarrollo de una economía sustentada en las posibilidades concretas de los lugares que no son ciudades, con el desarrollo científico técnico como base esencial que facilite e impulsen puestos de trabajo interesantes y atractivos, así como que estimulen el desarrollo económico, social y cultural, es lo fundamental para la solución de estos problemas.

La espiritualidad de las personas encuentra en las ciudades un ámbito propicio e ideal para su desarrollo. Su base material tiene que ver decisivamente con la economía y, en especial, con el comercio, que es la forma de intercambio de lo que unos y otros producen, ya sean mercancías o servicios para la subsistencia y el desarrollo humano por excelencia.

En este sentido, ha sido y es mi opinión, manifestada en algunos de mis artículos desde hace tiempo, que el haber culpado a La Habana como un factor negativo para el desarrollo del resto del país y congelar durante años su desarrollo ha sido una política errónea, dañina, que por suerte en la actualidad se está rectificando, pero que no debemos olvidar ni tampoco negar su existencia, a los efectos de que nunca más vuelva a suceder. Ese congelamiento, ha creado ruinas y daños a una urbe que, en definitiva, ha continuado creciendo y que ahora nos exige rectificaciones y soluciones urgentes, quiérase o no reconocerlo, tal como fue, así como mayores esfuerzos para su recuperación.

Sé que esto que planteo, molestará muy especialmente a dogmáticos y conservadores que se repiten y se repiten en sus esquemas, pero lo considero una obligación esencial con las nuevas generaciones que nos habrán de suceder manifestarlo en medio del júbilo y la alegría que actualmente vivimos, porque, reitero, lo creo necesario para que nunca más vuelvan a repetirse esos criterios que le han hecho mucho daño a la voluntad política que mueve la conservación y preservación de nuestro patrimonio monumental e histórico. Una cosa no quita la otra. La verdad nunca daña al júbilo por lo bueno, al contrario se convierte en parte de su expresión.

Reconocer ese problema no se puede considerar una nota discordante, porque pienso que es esencial; y que hacerlo constituye una especie de vacunación de orden histórico, para comprender más nítidamente la importancia de la recuperación de La Habana que en la actualidad se está desarrollando. Por otra parte, considero muy especialmente que hay que tener muy en cuenta la esencia del problema agudizado como todo en Cuba, por motivo del criminal bloqueo norteamericano, que es la principal causa que dificulta de sobremanera nuestro desarrollo. Desarrollar a La Habana es también enfrentar al bloqueo y decirle a sus perpetradores que no les tenemos miedo y que siempre encontrarán en nosotros repudio y acciones concretas para hacerles frente con dignidad e inteligencia.

También se debe tener muy en cuenta, que La Habana es como toda ciudad acogedora de un conglomerado de personas disímiles con posibilidades de creación innatas a la condición humana, así como depositarias de una cultura e historia propia que mantiene latentes determinados valores y posibilidades de índole económica social y cultural per se, que les facilita en realidad su propio autofinanciamiento objetivo. En este sentido, encontramos en un plano muy importante los valores turísticos de ciudad con que cuenta La Habana maravilla, que determinan que sea uno de los espacios más visitados del país y, por ende, de los que más recaudan. Me refiero a un hecho concreto más que justifica su atención y desarrollo. Por otra parte, si se analizan los datos económicos de La Habana se comprenderá que depende de sí misma para su desarrollo.2 Así como que es la cara pública e internacional de la Primera Revolución Socialista de América viva y presente en este 500 Aniversario.

Es muy importante considerar los valores espirituales, políticos, históricos y propios de La Habana que se manifestaron en la creación de las milicias y en los milicianos habaneros que por miles se enfrentaron a las agresiones del imperialismo cuando la invasión de Playa Girón y a las bandas de bandidos contrarrevolucionarios en el lomerío del Escambray. En esa situación, los milicianos habaneros, fundamentalmente procedentes de la clase obrera, fueron un factor determinante para la defensa y la sobrevivencia de la Revolución y de la nación cubana.

Cuando la Campaña de Alfabetización, también de La Habana, salieron por miles los jóvenes estudiantes, muchos prácticamente niños, en oleadas masivas para los campos de Cuba, a alfabetizar y alzar a mayores estadios culturales a nuestros hermanos del campo, en lo que quizás ha sido la más importante acción desarrollada por el impulso de la genialidad de Fidel, para comenzar a eliminar las diferencias entre el campo y la ciudad. Ellos también, como los milicianos, sembraron mártires heroicos en la historia patria para siempre. Hoy son veteranos de la Revolución por derecho propio.

Tampoco se deben olvidar las luchas de masas populares y en especial de la Universidad de La Habana, así como de la clandestinidad en las aciagas épocas del “machadato” de los años treinta del siglo pasado y de la dictadura batistiana de los años cincuenta del siglo pasado, que han hecho a La Habana también una ciudad heroica como lo fue el Bayamo de nuestras guerras de independencia, el Cienfuegos insurgente del 5 de septiembre de 1957 y el Santiago de Cuba siempre ejemplar. Este es un reconocimiento que, en mi opinión, se debería institucionalizar como parte de las conmemoraciones de sus 500 años de existencia.

Actualmente, con motivo del 500 Aniversario de La Habana, se ha creado, en mi criterio de habanero agradecido, una acción muy positiva de recuperación, atención y desarrollo de nuestra capital de todos los cubanos, que es muy justo reconocer y saludar, que además, como se ha planteado oportunamente, debe trascender el tiempo de las celebraciones del 500 aniversario para convertirse en una política sistemática y permanente en el tiempo. Cuidar a La Habana con inteligencia y dedicación es la mejor manera de hacer lo que se ha planteado en el lema fundamental del 500 Aniversario que expresa: Por La Habana lo más grande.

En esto considero muy importante reconocer que el presidente Miguel Díaz-Canel, en una de sus primeras acciones después de su elección, fue ponerse al frente de las actividades de recuperación y desarrollo de La Habana. Otro hecho fundamental que tenemos que recocer los habaneros y los cubanos, en general, ya que La Habana es la Capital de todos los cubanos, se refiere al dinamismo y la atención en detalles que como nunca antes se ha manifestado por la dirección local del Partido y del Poder Popular habaneros con sus máximos dirigentes al frente. Quienes aparecen por todas partes chequeando el trabajo, resolviendo problemas y entuertos, conversando francamente con los vecinos, enfrentando los aciagos momentos del trágico y poderoso tornado que atacó a La Habana el domingo 27 de enero de 2019 como preludio de su 500 Aniversario; y ellos entregando todo lo más grande en realidad. Es un ejemplo que no se debe perder.

En tiempos pasados, Eusebio Leal, el genial desarrollador de la recuperación habanera que todos reconocemos, en muchas ocasiones aparecía solo con su voz y su acción en favor de nuestra “Ciudad Maravilla”. Pero en la actualidad considero que hay que reconocer la ingente labor de los poderes locales del Partido y del Poder Popular de La Habana junto al Gobierno de la nación, quienes están encabezando con mucha intensidad y entrega total su labor en favor de la “Capital de todos los cubanos”.

Ahora estamos en tiempos de triunfo de la restauración de La Habana, debemos regocijarnos por ello. Por eso la obra de Leal en la restauración y recuperación de La Habana es un desempeño descomunal y diría yo que heroico, que es ampliamente reconocido. Eso lo reconozco y lo expreso con todo el peso de mi vejez prolongada y de mi militancia revolucionaria inclaudicable, como habanero de pura cepa y como revolucionario luchador de muchos años, sin ningún compromiso oneroso de ningún tipo y valgan las redundancias del término.

Cuando terminaba de escribir este capítulo dedicado a expresar mis sentimientos por el 500 Aniversario de mi Habana maravilla recibimos en la web un cálido mensaje del papa Francisco por el 500 Aniversario de La Habana, del cual cito el último párrafo, muy cercano y significativo para todos los cubanos: “[…] Que Jesús los bendiga, bendiga a todo el pueblo cubano, que yo recuerdo con cariño cuando los visité: ¡Qué pueblo grande! Y que la Virgen, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, los cuide. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias”.

Así lo estoy sintiendo por mi Habana maravilla y así lo expreso con mis respetos para el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular. Solo quiero reiterar profundamente emocionado que por La Habana doy lo más grande y mi vida hasta el final.

Continuará.

Notas

1 Ajiaco: caldo tradicional cubano cocinado con multiplicidad de ingredientes. Así es definido en algunas publicaciones: El ajiaco es un platillo nacional que se gestó durante por lo menos trescientos años de historia. Se consolidó en comida nacional hasta después de las primeras guerras importantes en Cuba. La receta comenzó siendo una especie de cocido en el que se agregaba a la olla toda clase de ingredientes de origen vegetal y animal procedentes de las tres culturas, la europea, la africana y la autóctona, que se amalgaman en la gastronomía cubana. El porqué se llamó así a esta comida no es cuestión muy clara, ya que en su verdadero origen la palabra procede de Sudamérica. En Perú denominan ajiaco a un guisado o salsa elaborado a base de ají, al que se añadía papa.

2 “La Habana en el corazón de la economía cubana: Cinco puntos clave”, Cubadebate, en http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/11/15/la-habana-en-el-corazon-de-la-economia-cubana-cinco-puntos-clave/#.Xc7Cu-e23cs

Finalmente, les reitero mi correo electrónico con el propósito de que puedan trasmitirme criterios, opiniones y preguntas: [email protected]

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