Síguenos

Última hora

Balean a familia en Cancún

Entretenimiento / Virales

José María Martínez de Arredondo, prefecto político de Maximiliano en el territorio de los mayas

Emiliano Canto Mayén*

El destino de José María de Arredondo fue trágico y, a causa de esto, las circunstancias que desembocaron en su linchamiento en el poblado de Mesapich, en Holpechén, Campeche, son dignas de ser recordadas.

Hijo del hombre público Francisco Martínez de Arredondo Valleto y de Tomasa Peraza Cárdenas,1 quienes murieron en 1854 y 1853, respectivamente. Desde entonces, José María fue el sostén de sus hermanas.2

El año de 1862, Martínez de Arredondo ejercía el cargo de celador de la Aduana Marítima de Sisal y recibió, a fines de 1863, una comisión que lo sacó del anonimato: se le ordenó pasar al cuartel de los mayas rebeldes, en Chan Santa Cruz, para recabar datos acerca de esta población, averiguar el destino de los prisioneros capturados en la guerra y sembrar la discordia entre los líderes del movimiento indígena.3

Cumplió con su encomienda Martínez de Arredondo, conocedor del idioma maya, redactó una lista de los reos en Chan Santa Cruz y urdió alianzas con los mayas del poblado de Icaiché. Los indígenas de esta localidad, al sur del actual estado de Quintana Roo, mantenían una posición política diferente a los cruzo’ob, no rendían obediencia al gobierno yucateco, pero desde los años cincuenta del siglo xix los jefes de esta localidad habían firmado un tratado de paz con las autoridades políticas de Yucatán.4 A causa de esta tregua, las relaciones entre los mayas de Icaiché y los de Chan Santa Cruz se habían vuelto tensas.

Martínez de Arredondo aprovechó esta enemistad y se hizo amigo de Luciano Tzuc,5 comandante de Icaiché, y de algunos jefes de otras poblaciones mayas del sur. Después de estos movimientos estratégicos contra los cruzo’ob, Martínez de Arredondo regresó, en marzo de 1864, a Mérida.

En la capital de Yucatán, nuestro personaje publicó la nómina de los prisioneros que vio en Chan Santa Cruz6 y comenzó los preparativos para salir en una segunda expedición. Su diligencia suscitó el elogio del director del periódico oficial del gobierno, el cual afirmó que los datos de las investigaciones del celador de Sisal serían “de mucha utilidad pública para imprimirlo y publicarlo a su regreso”.7

Todo indica que esta comisión de Martínez de Arredondo no se realizó. A pesar de que para entonces había establecido una correspondencia regular con algunos líderes de los mayas pacíficos del sur, el celador de Sisal fue acusado de cometer un abuso de poder y se le encarceló.8

En vista de que para aquel entonces ya se había instaurado el Segundo Imperio, las hermanas de Martínez de Arredondo escribieron al comisario imperial de Yucatán, ingeniero José Salazar Ilarregui, rogando por la libertad del preso.9

Poco después llegó a Mérida una carta del comandante de Icaiché, Luciano Tzuc, fechada el 18 de septiembre de 1864. En ella, Tzuc informaba a Martínez de Arredondo que ya habían llegado a esa región las noticias de la entronización de Maximiliano; además, manifestó su simpatía al régimen monárquico asegurando que, si se les apoyaba con armas, municiones y pólvora, él y sus hombres lucharían contra los rebeldes de Chan Santa Cruz. Estas aseveraciones, sumadas al tono amistoso en que Tzuc se dirigió a Martínez de Arredondo, motivaron que Salazar Ilarregui liberara al celador de la Aduana de Sisal.10

Con la fortuna a su favor, apenas Martínez de Arredondo se vio en libertad, recibió del comisario Salazar Ilarregui el nombramiento de Prefecto Político del Sur. El año de 1864 tocaba su fin. Asumió su cargo y su primera acción notable fue enviar a Mérida una comisión de 50 campesinos que juraron lealtad al emperador Maximiliano.

El comisario Salazar, satisfecho de la labor de Martínez de Arredondo, lo envío con doce de estos indígenas a la ciudad de México para presentarse ante Maximiliano. El austríaco los recibió solemnemente, en una audiencia que entusiasmó a la prensa monárquica.11

En Chapultepec, obtuvo Martínez de Arredondo el más alto triunfo de su carrera y, de vuelta en la península, internado en la selva que conformaba la jurisdicción a su cargo, estableció su cuartel en Mesapich. Comenzó ahí sus gestiones, mandó perforar un pozo en Mesapich y otro en Loch-Ha, coordinó los preparativos para la llegada de un par de clérigos católicos, ordenó que todos los criados que escapasen a refugiarse a esta región fueran devueltos a sus amos y, como buen aduanero, cobró impuestos a las mercancías que ingresaban a esta región fronteriza.12

Desafortunadamente para Martínez de Arredondo, aunque pidió soldados para sostenerse, el comisario Salazar Ilarregui no envió elemento alguno para la protección del prefecto. Pasaron los meses y Martínez de Arredondo se comportó como un “reyezuelo entre los campesinos”. Exigió réditos a las herencias, mandó azotar a los que contradecían sus órdenes y, al cobrar impuestos a todos los productos que antes entraban libremente a las poblaciones del sur peninsular, se hizo antipático.13

Los hechos se precipitaron. Unos aseguraron que cien indígenas originarios de Xmabén fueron los culpables y otros afirman que el comandante de Mesapich, Feliciano Uh, fue el autor intelectual del crimen. Esta acusación se sostiene en la versión de que Uh había tenido discusiones tan acaloradas con Martínez de Arredondo que el prefecto lo había abofeteado en público.14

Sea responsable la turba de Xmabén o los hombres de Feliciano Uh; el 24 de octubre de 1865,15 cien hombres rodearon la plaza de Mesapich y sitiaron la casa de Martínez de Arredondo. Lo sacaron maniatado, el prefecto recibió una lluvia de culatazos y después de destrozarle la boca a golpes, lo fulminó una avalancha de machetazos. El cuerpo mutilado del funcionario imperial fue colgado; Agustín Pino logró que se enterrara el cadáver en el lugar donde había sido suspendido. Terminó así la vida de un monárquico yucateco.

Las investigaciones que ordenó el comisario Salazar Ilarregui no arrojaron resultados contundentes y, pocas semanas después, Carlota anotó durante su estadía en Mérida, que “la cuestión de los indios del sur no tiene la importancia que se le atribuye […] el asesinato del prefecto Arredondo ha sido una venganza personal”.16

Notas

1 Pérez: Señor, 1914, p. 12.

2 “Carta al comisario imperial de las hermanas Martínez de Arredondo, rogando encarecidamente ordene al prefecto del distrito de Mérida, Arturo Peón, ponga en libertad a su hermano”, 15 de octubre de 1864, CAIHY, Fondo Reservado, Manuscritos, XLVII, no. 37.

3 Careaga: Hierofanía, 1998, p. 123.

4 Castro: Cantones, 2007, p. 26.

5 Sweeney: Supervivencia, 2006, pp. 121-122.

6 “Remitido” en La Nueva Época, 18 de marzo de 1864, tomo I, no. 60, p. 3.

7 El redactor del periódico oficial, Manuel Barbachano y Tarrazo, anotó: “El Sr. D. José María Arredondo que vino a esta ciudad trayendo al gobierno las favorables noticias del cuartel general de los indios rebeldes, de que ya todos están impuestos, y que se vuelve con la comisión que sale en estos días, ha recogido durante su permanencia por aquellos rumbos interesantes datos estadísticos y otras cosas curiosas, no solamente de la población de Chan Santa Cruz y su comarca, sino de toda la indiada que puebla los bosques del Departamento. Lleva la idea de continuar sus investigaciones y terminar su trabajo, que concluido será de mucha utilidad pública para imprimirlo y publicarlo a su regreso”. “La Redacción”, en La Nueva Época, 21 de marzo de 1864, tomo I, no. 61, p. 4.

8 “Secretaría del excelentísimo tribunal superior de justicia de Yucatán” en Periódico Oficial del Departamento de Mérida, 7 de octubre de 1864, tomo I, no. 2, p. 2.

9 “Carta al comisario imperial de las hermanas Martínez de Arredondo, rogando encarecidamente ordene al prefecto del distrito de Mérida, Arturo Peón, ponga en libertad a su hermano”, 15 de octubre de 1864, CAIHY, Fondo Reservado, Manuscritos, XLVII, no. 37.

10 Castro: Cantones, 2007, p. 90.

11 Sánchez: Yucatán, 1982, pp. 84-85.

12 Castro: Cantones, 2007, pp. 101-108.

13 Sánchez: Yucatán, 1982, p. 90.

14 Castro: Cantones, 2007, p. 94.

15 Sweeney: Supervivencia, 2006, p. 125.

16 Weckmann: Carlota, 1982, p. 345.

Archivos consultados

Centro de Apoyo a la Investigación Histórica y Literaria de Yucatán, Mérida.

Biblioteca Carlos R. Menéndez, Mérida.

Hemerografía

La Nueva Época, Mérida, 1864.

Periódico oficial del departamento de Mérida, Mérida, 1864.

Bibliografía

Careaga Viliesid, Lorena: Hierofanía combatiente: lucha, simbolismo y religiosidad en la Guerra de Castas, UQRO, Chetumal, 1998.

De Castro, Inés: Cantones y comandantes. Una visión diferente de la Guerra de Castas desde la región de los pacíficos del sur, UAC, Campeche, 2007.

Pérez Alcalá, Felipe: El señor don Francisco Martínez de Arredondo y Valleto, apuntes biográficos por…, Empresa editorial católica, Mérida, 1914.

Sánchez Novelo, Faulo: Yucatán durante la intervención francesa (1863-1867), Maldonado, Mérida, 1983.

Sweeney, Lean: La supervivencia de los bandidos. Los mayas icaichés y la política fronteriza del sureste de la península de Yucatán 1847-1904, UNAM, México, 2006.

Weckmann, Luis: Carlota de Bélgica, Porrúa, México, 1982.

Siguiente noticia

La protección de la población vulnerable ante el COVID-19