Los cinturones de Van Allen fueron descubiertos por accidente en 1958, cuando el primer satélite artificial, el Explorer I, fue lanzado al espacio con un medidor de radiación. Hoy, gracias a un estudio alemán, se determinó que estos anillos podrían hacer mucho más que proteger a la Tierra de los vientos solares.
En 1958, James Van Allen montó un medidor Geiger en el satélite Explorer I, la intención era medir cómo (y si) los rayos cósmicos logran atravesar la atmósfera terrestre. Cuando se lanzó el satélite en órbita, el medidor instalado por Van Allen mostró una cantidad de actividad que ningún científico había, siquiera, imaginado.
Luego de múltiples experimentos y mediciones, los astrónomos determinaron la existencia de dos anillos de radiación dentro de la magnetósfera de la Tierra: uno muy amplio, ubicado entre los 15 mil y 20 kilómetros de la superficie terrestre, que funciona como una barrera impenetrable para mucha de la radiación solar, y otro más pequeño, a los 5 mil kms. de la superficie, resultado de la interacción de los rayos cósmicos con el campo magnético terrestre.
Estas dos “donas” de radiación presentan niveles que resultan mortales para los seres humanos, y ha significado un problema para el desarrollo de tecnología espacial, pues entre más refinada es, más delicada y más vulnerable a la radiación resulta, de acuerdo a la NASA.
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Estos anillos de radiación han sido investigados de cerca por las agencias espaciales: en 2012, la NASA envió un par de sondas, las Van Allen Probes, para obtener lecturas detalladas de este cuerpo celeste invisible.
De acuerdo a lo que han transmitido las sondas, la interacción del campo magnético de la Tierra y las partículas subatómicas que llegan del Sol y el Espacio Profundo generan tal energía que generan ondas de plasma que no son visibles y pueden alcanzar temperaturas de hasta 100 mil millones de grados Farenheit e, incluso, ralentizan cómo el tiempo afecta estas partículas.
Hasta la publicación de este estudio, los científicos creían que la única forma como se podrían alcanzar esas temperaturas y ese comportamiento de las partículas subatómicas era a través de estructuras como el CERN, en Suiza, u otros aceleradores de partículas que siguen siendo teóricos.