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En una de las sesiones del IV Seminario Internacional de Periodismo auspiciado por el diario mexicano, Por Esto!, en Mérida Yucatán, desde el público se escuchó una pregunta: “¿Qué es Cuba y a dónde va?”

El hecho de que sesenta años después del triunfo de la Revolución y de construcción del socialismo, de buena fe, un mexicano ilustrado se interrogue respecto a hechos que deberían ser evidentes, sugiere que otras personas, dentro y fuera de la isla pueden albergar dudas y temores similares, incluso presunciones negativas.

La respuesta a una incógnita concisa y retadora no podía ser improvisada ni excesivamente breve, sino adecuadamente meditada, colmada de matices, algunos supuestos y sobreentendidos. Al respecto es imposible ser categórico y, cuando más, puede aportarse un punto de vista con la certeza de que habrá otros igualmente válidos. No conozco a nadie con posibilidades de dar respuestas multifacéticas, exhaustivas y conclusivas a semejantes preguntas. Se trata de reflexiones que necesitan ser construidas colectivamente.

La duda es alimentada por antecedentes tan dramáticos como la disolución del campo socialista y el colapso de la Unión Soviética y por una coyuntura en la cual Fidel, que siempre encontró respuestas y soluciones ya no está. Entre tanto, se redobla la agresividad de Estados Unidos, reforzada por el giro adverso de la situación política latinoamericana que desbancó a los gobiernos populares o izquierdistas de Argentina, Brasil, Paraguay, Honduras, Ecuador, Chile, El Salvador, así como las situaciones críticas en Nicaragua y Venezuela, todos los cuales fueron o son estrechos aliados de la isla.

A las presiones derivadas de una situación internacional desfavorable se suman las tensiones internas asociadas a una conjunción de factores negativos, entre ellas la reconocida ineficacia del modelo económico vigente basado en el predominio de la propiedad estatal y la planificación centralizada cuyo ineficaz desempeño, unido al bloqueo estadounidense, han conducido a una crisis estructural, de la cual el país, a pesar de los esfuerzos, no logra salir.

Semejante situación, unida a una institucionalidad carente de solvencia, obligó a la entronización de una nueva Constitución cuya aplicación pasará por interpretaciones diversas y por sí sola no resolverá los problemas nacionales, también asociados a cambios generacionales, mutaciones en la mentalidad en los diferentes estamentos, principalmente en la juventud, así como al alcance y el ritmo de las reformas en curso.

Cuba es el más audaz proyecto político concebido en Latinoamérica, el suceso más relevante del siglo XX en el área que sin embargo ha llegado a un punto en el cual el propio Fidel Castro reconoció que nadie sabía cómo construir el socialismo, afirmando que el modelo económico asociado al mismo no funcionó como se esperaba.

Ante semejantes conclusiones, en circunstancias adversas, Raúl Castro asumió la presidencia e inició un proceso de reformas que, aunque obtuvo resultados tan relevantes como la formación de un sector privado en la economía nacional y la adopción de la nueva Constitución, no ha logrado el impulso que la economía requiere, tampoco el perfeccionamiento institucional que el momento exige ni la democratización que la sociedad necesita.

La crisis económica amenaza con el estancamiento, puede instalar desigualdades ofensivas, incluso entronizar la pobreza con todas sus consecuencias. Cuba irá a donde la lleven su pueblo y sus vanguardias que deberán elegir sendas y caminos y maniobrar con talento y determinación. No hay certezas absolutas ni caminos trillados. Ojalá las filosofías correctas, la Providencia o ambos los iluminen.

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