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Internacional

La última frontera está en Guantánamo

Pedro Díaz Arcia

El enorme desequilibrio que existe entre las economías de Estados Unidos y Corea del Norte, respecto a sus territorios, la población, a las capacidades nucleares y al potencial tecnológico, ponen en duda la presunta voluntad política de Donald Trump de llegar a un acuerdo duradero en sus relaciones con el régimen de Pyongyang.

Cuando teatralmente cruzó la frontera que divide a las dos Coreas para dar unos pasos en territorio norcoreano, dando palmaditas en el hombro de Kim Jong-un, y convertirse en el primer presidente estadounidense en lograrlo, criticó a la prensa porque no había concedido al hecho el relieve de su trascendencia.

El personaje, que penetró “en la tierra prohibida”, no fue realmente el mandatario de la primera potencia mundial, sino el irreverente multimillonario, propietario, además, de un envidiable histrionismo y singularidad en su comportamiento para hacer y deshacer relaciones, siempre que considere abona su beneficio.

Podría burlarse del sepulcro de San Pedro, en las grutas vaticanas, situado bajo el altar papal de la basílica que lleva su nombre; aunque la maquinaria mediática lo objetara. Lo que importa es la publicidad.

Desde que firmó el formulario para candidatear en la contienda de 2020, el mismo día de su arribo a la presidencia, el gobernante ha estado en campaña.

Cuando un presidente estadounidense asume el mandato, jura solemnemente que ejercerá fielmente el cargo hasta el límite de su capacidad, y “preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos”, según lo establecido en el Artículo II, Sección 1 de la Constitución.

Pero hay quien jura y a continuación de la protesta perjura, sin saber que hacerlo es renegar lo prometido. A veces me pregunto: ¿juró y “perjuró” Donald Trump el 20 de enero del año 2017 en el Capitolio de Washington? Por supuesto que sí, de “cabo a rabo”.

¿Qué vendrá después de la visita a Corea del Norte?

El magnate anunció que en las próximas semanas comenzarán las conversaciones de sus funcionarios con la contraparte norcoreana sobre el tema de la desnuclearización; pero todo andará sobre ruedas en tanto no lacere en lo más mínimo su contienda electoral.

Si estima en algún momento que la nueva “luna de miel” con Jong-un lo perjudica, encontrará el menor pretexto para denostarlo y poner fin a los días de carnestolendas; entonces volverán las aguas a enturbiarse en la península coreana y su entorno regional; y saldrán de sus guaridas los misiles apuntando a los cielos, en un clima que pondrá otra vez en vilo la seguridad mundial.

En una reunión, durante la cumbre del G-20, dijo a su homólogo de Corea del Sur Moon Jae-in, antes de visitar la zona desmilitarizada: “Si tienes prisa, te metes en problemas”. Pero quien conoce la filosofía asiática, diversa pero con altos rangos de coincidencia en cuanto a serenidad y búsqueda de la paz interior, sabe que la liza favorece a Kim, en manejo de tiempos. No lo sacará de paso.

Se ha dicho que Trump traspasó la última frontera de la Guerra Fría. No es verdad. Ese límite está en un rincón oriental del sagrado suelo cubano: en la Base Naval de Guantánamo, que se mantiene incólume a pesar del rechazo de nuestro gobierno y del pueblo por la flagrante violación de su soberanía y del derecho internacional.

Con Cuba no hay diálogo. ¿Faltaron los misiles?

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