Pedro Díaz Arcia
Las manifestaciones que se iniciaron en rechazo al proyecto de ley de extradición a China del Consejo Legislativo de Hong Kong que, según sus críticos, podía ser usado contra activistas, finalmente fue desechado, pero las manifestaciones continuaron convirtiendo en un caos al enclave financiero, uno de los más grandes del mundo.
Estados Unidos no se ha mantenido al margen del conflicto. Aunque el gobernante chino, Xi Jinping, pidió a su par, Donald Trump, no meter las manos en Hong Kong y calificó de perturbable su diplomacia a partir de sus declaraciones injerencistas; el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McDonnell, advirtió contra el uso de la fuerza para reprimir las protestas; y Julie Eadeh, diplomática del consulado, aparece en una foto con manifestantes.
El Departamento de Estado consideró que es normal que los diplomáticos estadounidenses “hagan esto todos los días”.
¿Cómo reaccionaría Estados Unidos si diplomáticos chinos se reunieran con líderes de manifestaciones opositoras al gobierno?
¿Existe un convenio internacional que otorgue esas prerrogativas a una misión diplomática?
La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, aprobada en abril de 1961 y en vigor desde 1964, estipula, en esencia, que las misiones diplomáticas deben atenerse a los propósitos y principios relativos a la igualdad soberana de los Estados, al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional y al fomento de las relaciones de amistad entre las naciones; asimismo, establece que los privilegios e inmunidades de éstos contribuirán al desarrollo de los países, prescindiendo de sus diferencias en relación con el régimen constitucional y social; así como respetar el derecho internacional.
Las protestas comenzaron en rechazo al proyecto de ley de extradición a China del Consejo Legislativo de Hong Kong que, según sus críticos, podía ser usado contra activistas; el propósito fue desechado pero las manifestaciones continuaron impidiendo, incluso, las actividades del aeropuerto internacional.
En este complicado contexto, se especula si China intervendrá militarmente para sofocar la subversión. La Ley Básica existente en Hong Kong desde que Reino Unido le devolvió el territorio en 1997, según lo acordado y bajo el concepto de “un país, dos sistemas”, es muy clara: la intervención para “mantener el orden público y la asistencia humanitaria” solo puede ser solicitada por el gobierno de la Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China. En dicho territorio hay unos 5.000 efectivos del ejército del Ejército de Liberación Popular (ELP), como una presencia simbólica de su soberanía.
Para el analista político e historiador Nebojsa Malic, la retórica de las autoridades norteamericanas es similar a la utilizada durante las protestas en Ucrania y, en general, con las “revoluciones de colores” en diversos países con el beneplácito de Washington.
Malic opina que Pekín puede zanjar la crisis apretando las tuercas a Hong Kong con fuertes medidas económicas desviando aún más la inversión y el comercio hacia el continente; aunque a mi juicio no resolvería el problema y habría que agotar la vía del diálogo.
En 2014, miles de hongkoneses salieron a las calles en la llamada “revolución de los paraguas” para exigir la instauración de un sistema de sufragio universal para elegir a sus gobernantes. No creo que las exigencias actuales disten de aquellas.
No se trata del Brexit. Hong Kong es materia de otra especie y el capítulo final depende de Pekín.