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Internacional

Alfredo García

El presidente Donald Trump se enfrenta a un inesperado “enemigo”. No puede amenazarlo con sanciones económicas, intervenciones militares, alza de tarifas arancelarias, retención de ayudas financieras o aniquilamiento nuclear. Y lo peor del caso, no puede usar en su contra los sensacionalistas “dardos” de la cuenta Twitter.

La agresiva pandemia del coronavirus ha dejado a Trump fuera de lugar. Sólo ha podido hacer uso de su teatral comportamiento frente a la TV, en esta ocasión con errático y ridículo proceder. La pasada semana Trump restó importancia a la pandemia, escribiendo en su cuenta Twitter: “El año pasado 37,000 estadounidenses murieron por la gripe común. Es una media entre 27 mil y 70 mil muertes por año. Nada se ha cerrado, la vida y la economía siguen adelante. En este momento hay 546 casos de coronavirus confirmados, con 22 muertes. ¡Piensen en ello! La prensa mentirosa y su socio, el Partido Demócrata, está haciendo todo en su semi-considerable poder (solía ser mayor) para inflamar esta situación”, aseguró Trump.

Después, tras una reunión con los legisladores republicanos en el Congreso, Trump se mostró eufórico: “Las últimas novedades sobre la (lucha contra) el virus son muy buenas. Está yendo muy bien. Tenemos gente tremenda. Un gran grupo de trabajo que está haciendo un gran trabajo”. En días anteriores había declarado: “Parece que para abril, ya sabe, cuando hace un poco más de calor, milagrosamente se va”. Posteriormente aseguró: “Estamos muy cerca de lograr la vacuna”. La Casa Blanca tuvo que aclarar después, que el presidente se refería al Ebola y no al Covid-19.

Recientemente el periódico alemán, Die Welt, informó que el gobierno de Trump ofreció “grandes sumas” a la empresa alemana de biotecnología, CureVac, citando fuentes anónimas del gobierno alemán, para desarrollar una vacuna contra el coronavirus “pero sólo para EU”. “No firmaremos ningún contrato en exclusividad con EU en relación con la vacuna. Nuestro compromiso está en Alemania y con los trabajadores aquí de la empresa”, respondió CureVac.

El pasado miércoles Trump dio un patinazo al anunciar que la suspensión de viajes procedentes de Europa, era de “carácter absoluto” y también afectaba “el transporte de mercancías”, lo que impactó con una baja a las principales cadenas bursátiles. Terminada su intervención, un tuit de Trump corregía su declaración: “La restricción es para personas no productos”. Desaciertos de este tipo hacen tambalear su hasta ahora único fuerte de campaña reeleccionista: la buena marcha de la economía.

Las inevitables medidas de prevención en todos los países para frenar los contagios de la enfermedad: cierre de escuelas, empresas y negocios, suspensión de actividades masivas, reducción del turismo, aislamiento de personas y medidas económicas urgentes para ayudar a la población en un período de tiempo indeterminado, suponen un daño económico para todos los países difícil de calcular.

Manejar una crisis que no haya sido planificada de antemano por Trump, no es el fuerte del presidente. Su reacción es como si, tentado por un buen negocio de bienes raíces, de repente quisieran venderle el Capitolio. Trump no puede ocultar en sus intervenciones televisivas el estupor sobre la incertidumbre en que se mueve el letal virus, rebasando su autoritarismo y faraónica autoestima. Frente al mismo peligro que amenaza a todos los jefes de Estado y pueblos del planeta, Trump demuestra con sus carencias políticas y culturales en medio del imprevisto escenario sanitario, su fracaso como estadista y falta de aptitud como líder.

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