Una investigación sobre el ruido sísmico ambiental (RSA), encabezada por Bélgica y publicada hoy en la revista Science, en la que también participó el Centro de Geociencias de la UNAM, afirma que las medidas de confinamiento para combatir la propagación del COVID-19 en el mundo, condujeron a una reducción del 50% del ruido sísmico ambiental.
Según el Consejo Consultivo de Ciencias, "el RSA es el conjunto de pequeñas vibraciones de la superficie de la Tierra, las cuales son producidas por el viento, el tráfico vehicular, pequeños sismos, el oleaje en los océanos” y principalmente, el movimiento de las grandes ciudades.
En esta investigación, se analizaron datos del RSA adquirido en más de 300 estaciones sísmicas por todo el mundo; las cuales mostraron una reducción considerable en muchos países y regiones, “lo que permite visualizar la «ola» resultante que se mueve a través de China, Italia y el resto del mundo”, informaron.
El Dr. Thomas Lecocq, autor principal del estudio, pudo contar con la colaboración de 76 sismólogos, de 66 instituciones en 27 países. Entre las naciones involucradas están: Bélgica, Reino Unido, Nueva Zelanda y México.
La disminución del RSA es importante porque para los investigadores es más fácil detectar sismos. Por lo cual, aún los científicos esperan encontrar señales sísmicas escondidas en volcanes y en sí, señales de sismos.
“Con el incremento en la urbanización y el crecimiento de la población a nivel global, más gente vivirá en zonas de amenaza geológica. Por lo tanto, será más importante que nunca caracterizar el ruido antropogénico de tal manera que los sismólogos logren entender y puedan monitorear los movimientos del subsuelo bajo nuestros pies, especialmente en las ciudades,” señala la investigación.
La mayor parte del RSA, según informó la UNAM, “proviene del tráfico y el transporte, de automóviles, trenes y aviones, así como la actividad industrial, el movimiento de las personas y otras actividades humanas.” De ahí que se encontró una “fuerte coincidencia entre la reducción de ruido sísmico y los datos de movilidad humana, extraídos de aplicaciones de mapeo en teléfonos móviles y puestos a la disposición del público por Google y Apple”, aseguró la Universidad.
sh