La celebración del 12 de diciembre en honor a la Virgen de Guadalupe no siempre fue la fecha establecida para conmemorarla.
Originalmente, se le rendía homenaje el 8 de diciembre, coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción, instaurada por el Papa Sixto IV en 1476. Fue hasta el siglo XVIII que la Virgen de Guadalupe recibió su propia fecha, gracias a una serie de eventos históricos y religiosos.
El cambio de fecha: del 8 al 12 de diciembre
En 1662, el Cabildo de la Catedral de México solicitó al Papa Alejandro VII que se estableciera una fiesta exclusiva para la Virgen de Guadalupe.
Para justificar este cambio, se llevó a cabo un proceso de investigación eclesiástica conocido como las Informaciones Jurídicas de 1666, donde 20 testigos declararon sobre la vida y santidad de San Juan Diego.
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El Papa Benedicto XIV, tras evaluar el caso, otorgó esta gracia en 1754, declarando el 12 de diciembre como la nueva fecha de celebración, ya que corresponde al día en que la Virgen imprimió su imagen en el ayate de San Juan Diego, según la tradición guadalupana.
Reconocimiento y expansión de la devoción guadalupana
Con el tiempo, la Virgen de Guadalupe se convirtió en un símbolo clave de la identidad mexicana. Durante la Independencia de México, fue adoptada como emblema del movimiento insurgente, fortaleciendo su relevancia. En 1828, el Congreso declaró el 12 de diciembre como fiesta nacional.
El impacto de esta devoción trascendió fronteras. En 1984, el Papa Juan Pablo II designó la fecha como día de fiesta continental, encomendada a la evangelización de América. Este pontífice también canonizó a San Juan Diego el 31 de julio de 2002 en la Basílica de Guadalupe.
Un símbolo de identidad y fe
La Virgen de Guadalupe sigue siendo un pilar espiritual y cultural en México y América Latina. Su celebración cada 12 de diciembre representa no solo un acto de fe, sino también un reconocimiento de su importancia histórica en la construcción de la identidad nacional.
