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Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

Después de larga lucha contra una enfermedad terminal murió Vicente Silva Lombardo, hombre de profundas convicciones y ética que puso al servicio de México desde su trinchera, la comunicación y la cultura. Hijo del eminente pintor Federico Silva y de la maestra Adriana Lombardo, su niñez transcurrió en un ambiente donde las ideas y los debates eran parte de la vida cotidiana.

Nieto predilecto de su abuelo, Vicente Lombardo Toledano, creció literalmente a su lado, aprendiendo de él su pasión por un país que se transformaba con serias contradicciones, las cuales fueron tema de estudio constante hasta el fallecimiento de Lombardo Toledano, el año 1968. Vicente Silva aprendió de su abuelo su capacidad analítica, su rigor científico, su firmeza en la defensa de sus ideas progresistas.

Lo conocí el año 1977, cuando se desempeñaba como director de la empresa productora estatal Conacite I, en la cual dejó su huella con películas como “Mina, viento de libertad”, entre muchas otras que por falta de espacio es imposible mencionar. Ambos firmamos el acta constitutiva del Centro de Estudios Cinematográficos (CEC), junto con los representantes de todas las empresas del sector cinematográfico estatal; después de la ceremonia en los Estudios Churubusco nos fuimos a charlar como si nos hubiéramos conocido muchos años atrás. Yo asistí con la representación del director de la Compañía Operadora de Teatros (COTSA), Fructuoso Caballero.

Eran los tiempos en que la industria del cine se dirigía prácticamente desde Los Pinos, por conducto de la Dirección General de Cinematografía y del Banco Cinematográfico. Pero en ese sexenio, el de José López Portillo, las verdaderas directrices surgían de la hermana del mandatario, Margarita López Portillo. Era lógico que un funcionario como Vicente no pudiera permanecer mucho tiempo en una empresa en manos de los caprichos de una dama voluntariosa.

Esa experiencia le sirvió a Vicente para fundar tiempo después una empresa que fue paradigma de creatividad y eficaz labor profesional en beneficio del cine y la comunicación televisiva: Arte y Difusión. Gracias a esta empresa, los caprichos de la hermana del presidente López Portillo fueron paliados al encontrar gente profesional de la industria, directores que en el sexenio anterior desarrollaron sin cortapisas su creatividad, las vías idóneas para continuar su trabajo, aunque con las dificultades propias de una empresa sin subsidios y cuya mejor carta era el respeto irrestricto a la libertad de expresión, actitud vista con disgusto en el cenáculo del poder.

Merced al tesón de Vicente, al apoyo que siempre encontró entre los cineastas defenestrados por el grupo de aduladores de la hermana del mandatario, la empresa logró no sólo sobrevivir a la crisis, sino superarla con un trabajo que renovó el campo adocenado de la publicidad y la propaganda política. Pero faltaba lo peor: el arribo de la mafia tecnocrática a Los Pinos. Desde un principio, la tecnocracia demostró su rechazo a una empresa progresista, democrática, solvente y con ideas renovadoras.

El rompimiento fue definitivo cuando en la campaña presidencial de 1988 Vicente aceptó poner a la empresa al servicio de la campaña del candidato opositor: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Ya como presidente, Carlos Salinas de Gortari le pasó la factura. Lo acusó, junto a su principal colaborador y responsable administrativo de Arte y Difusión, Guillermo Lezama, de delitos que jamás podían ser probados jurídicamente; el abogado que los defendió afirmó: “Este es un problema político, no legal”.

Vicente permaneció en el exilio más de dos años y Guillermo un año literalmente a salto de mata en México. Arte y Difusión cerró sus puertas y ambos perdieron la mayor parte de su patrimonio. Esa es otra historia que merece ser contada en otra colaboración.

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Twitter: @VivaVilla_23

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