Por Jorge Gómez Barata
Según el presidente electo Joe Biden bajo su administración: “Los Estados Unidos regresarán”. Aceptada la metáfora, la pregunta es: ¿cuáles Estados Unidos volverán? Serán aquellos que cuarenta años antes que el resto de Hispanoamérica llevaron a feliz término las luchas anticoloniales en el Nuevo Mundo, unieron 13 colonias para formar un solo país, fomentaron instituciones democráticas, por primera vez adoptaron una Constitución y eligieron a sus gobernantes.
Regresarán los Estados Unidos que con Abrahán Lincoln mantuvieron unido al país y con tres enmiendas constitucionales sucesivas abolieron la esclavitud, establecieron el trato igualitario y la ciudanía por nacimiento, y reconocieron el derecho al voto de los afroamericanos o vendrán los Estados Unidos que con las leyes Jim Crow y casi 100 años de segregación racial humillaron y excluyeron a sus ciudadanos negros.
Acaso regresarán los Estados Unidos que adoptaron la Resolución Conjunta que reconoció el derecho de los cubanos a la independencia y la libertad o los que, en 1902, conculcaron tales derechos mediante la imposición de la Enmienda Platt. ¿Serán acaso los que enarbolando los 14 Puntos del presidente Wilson se involucraron en la Primera Guerra Mundial y trabajaron para constituir la Sociedad de Naciones? ¿Los que se aliaron con la Unión Soviética derrotaron el fascismo hitleriano en la II Guerra Mundial o los de Hiroshima y Nagasaki y la Guerra Fría?
Vendrán los Estados Unidos que a lo largo de su historia acogieron a cientos de millones de emigrantes y los convidaron a compartir sus esfuerzos y su destino, o los que con Trump los maltrataron y humillaron. ¿Serán los Estados Unidos que mutilaron a México los que prefieren relaciones comerciales justas; los del “Buen vecino” o los del “Gran Garrote?”
Siempre me he preguntado por qué los Estados Unidos, han intentado alcanzar mediante guerras, intervenciones y enormes costos humanos el liderazgo que la paz les regala y por qué no convierten sus enormes ventajas comparativas en todos los campos, principalmente en la economía, la ciencia, la tecnología y la cultura en sus banderas.
Podemos estar seguros de que Joe Biden no obrará milagros ni repartirá dádivas, tal vez no marque una diferencia radical y habrá temas en los cuales será continuador, pero como alguna vez lo fueron, entre otros, Roosevelt, Carter, y Obama representa una alternativa. Actualmente, en las filas del Partido Demócrata, a las figuras establecidas, se suman corrientes avanzadas representadas entre otros por Bernie Sanders, Kamala Harris, Elisabeth Warren, Amy Globuchar, Pete Buttigieg, Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, y Chesa Boudin.
Hay quienes dicen que son los mismos, pero se equivocan. Stalin pudo trabajar con Roosevelt, pero difícilmente hubiera podido hacerlo con Reagan y Raúl Castro negoció con Barack Obama y alcanzó resultados históricos, pero no hubiera podido hacerlo con Trump.
No son los mismos. Los mismos son los racistas y los conservadores que suman millones y donde quieran que estén, actúan como fuerzas retrogradas y refractarias a los cambios sociales y políticos. A esas ententes les resulta políticamente más rentable atrincherarse que salir a trabajar, a exponerse y a negociar, con lo cual, otra vez se colocan del lado equivocado de la historia.