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Opinión

¿Cuánto crecerá la pobreza en este sexenio?

Por Rogelio Gómez Hermosillo

Una vez más, casi como si fuera maldición, el sexenio iniciará con aumento de pobreza. Esta vez puede ser muy sustantivo. Similar o mayor a lo que sucedió entre 1994 y 1996, seguramente mayor al crecimiento de pobreza entre 2006 y 2008 y entre 2012 y 2014.

La crisis económica, aunada al COVID-19 y la falta de medidas de protección social para quienes perdieron sus trabajos y fuentes de ingresos, auguran malos resultados, en este primer tramo de gobierno.

Desafortunadamente, el resultado oficial se conocerá hasta dentro de un año. En ese momento, esperemos el panorama será mejor. Es posible que estemos en recuperación económica, subiendo la cuesta desde una caída que puede ser de 10 o más puntos porcentuales del producto nacional.

Esa nueva situación por el desfase de tiempos, junto con la capacidad comunicativa del presidente puede minimizar la magnitud de la tragedia que hoy estamos viviendo. Una tragedia, en la que resulta incomprensible e inaceptable la inacción de un gobierno que colocó en el centro de su discurso el bienestar de quienes menos tienen.

Si en estos días no se aplica una medida extraordinaria de apoyo para las personas que se quedaron sin trabajo (formal o informal), la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), que empezará a levantar el Inegi en este mes, mostrará un panorama desolador.

En agosto del 2021, se podrán aducir diversos argumentos para ocultar, negar, minimizar o cambiar los datos de pobreza que, por ley, Coneval dará a conocer. Y por ley, también deben ser comparables con años anteriores y transparentes en su metodología. Se podrá aducir que hay “otros datos”, pues el informe corresponderá al 2020 y estaremos en el 2021. Se podrá cuestionar la metodología o los conceptos, por venir del Coneval, una institución con mandato constitucional que está cumpliendo 15 años de trabajo serio y de calidad.

Se buscarán responsables fuera del ámbito gubernamental (como la pandemia). E incluso puede suceder que se tomen medidas políticas, como lo hizo Peña Nieto al remover a Rosario Robles, cuando creció la pobreza y la carencia alimentaria, en plena “Cruzada contra el Hambre” (que hoy sabemos más bien era la coartada para la Estafa Maestra).

Lo que no se puede minimizar, ni hoy ni después, serán los múltiples efectos del empobrecimiento. Efectos que conocemos gracias al trabajo del Inegi, con la encuesta telefónica de ocupación y empleo (ETOE). Y también gracias a estudios como la Encovid-19 a cargo del Equipo de la Universidad Iberoamericana, cuyos resultados se presentaron este lunes 17 de agosto.

Por esos datos sabemos que hay millones de hogares con inseguridad alimentaria, con angustia y depresión, con menos y peores trabajos, con menor ingreso, es decir, hoy sabemos que hay mucha más pobreza. La pobreza no sólo tiene un efecto presente, también deja secuelas que afectan el resto de la vida de las personas. Por ejemplo, por carencias durante la primera infancia, por abandono escolar y bajo logro educativo en la niñez y juventud. Todas ellas situaciones que atrapan a las personas en círculos viciosos de pobreza e incrementan la desigualdad.

Quedará claro que los programas sociales no eran respuesta suficiente, ni por monto ni por alcance. Se comprenderá que no hay un sistema de protección social para los hogares en pobreza. Ni mucho menos un Estado de bienestar. Y quizá entonces sí podremos iniciar su construcción.

@rghermosillo

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