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Opinión

México atroz

Cuando en México se presenta la incidencia delictiva nacional se dan a conocer números y porcentajes. Sin embargo, detrás de estas cifras se esconden historias terribles. Historias que, acumuladas, presentan un mosaico de dolor y crueldad. Con el objetivo de buscar recobrar nuestra capacidad de indignación, Causa en Común en conjunto con una red de periodistas realizó el trabajo “Galería del Horror” en el cual se recopilan cientos de eventos que pueden ser catalogados como “atrocidades”. Al igual que los números fríos, representan una narrativa oficial ficticia, que insiste en convencernos de que vivimos en una transformación en la que ya no hay masacres ni torturas. Todos sabemos que sí las hay, y a granel; y que, además, a ellas se suman calcinaciones, mutilaciones, asesinatos de niñas y niños, fosas clandestinas, entre otras barbaridades.

Por ejemplo, en el recuento que presentamos el miércoles pasado relativo a las atrocidades registradas en notas de prensa durante el 2020, encontramos que fueron asesinados, al menos 410 niños y niñas durante un gobierno que, según el presidente, es el “que más protege a las niñas y a los niños”. En el país en el que supuestamente ya no hay masacres, sólo en medios periodísticos se acreditan 672 y en el que se dice ya no hay torturas, se acreditaron, al menos 944 eventos.

El trabajo incluye algunas de las atrocidades cometidas contra las mujeres. En 2020, se registraron, al menos, 911 hechos atroces en contra de mujeres, incluidas niñas y adolescentes. Y esto sucede mientras el gobierno federal continúa destruyendo todas las instituciones que brindaban algún apoyo a mujeres en desamparo y sigue minimizando la violencia que hay contra ellas.

Resulta evidente que el discurso de que todo se encuentra bien, construido desde las conferencias matutinas, es un mal cuento que pretende ocultar la verdad, pero no por repetir mentiras, se podrán borrar dolores que quedarán arraigados en familias y comunidades por generaciones. Debe decirse, con todas sus letras, que la indolencia de los gobiernos, federal y estatales, mata; no, desde luego, porque ellos sean los perpetradores, sino porque ellos son los responsables de nuestras instituciones de seguridad y procuración de justicia. Por ello, resulta frustrante e indignante que el gobierno federal insista en una militarización que pone en riesgo derechos humanos y democracia, y que, además, no funciona para enfrentar temas de seguridad pública. Ahí no están sus fortalezas ni su vocación.

El gobierno federal se ha caracterizado por su desprecio a las víctimas. Por su sordera y ceguera ante los gritos desesperados de la gente que pide ayuda y justicia. La autoridad prefiere invisibilizar el sufrimiento antes que actuar en consecuencia. Causa en Común no dejará de insistir en que nuestra crisis de inseguridad debe entenderse como un gravísimo problema social, una crisis para la cual necesitamos policías que investiguen, fiscalías capaces de llevar un caso ante un juez, y de políticas de prevención focalizadas que “desactiven” los detonadores de violencia particulares específicos de cada comunidad. Se dice rápido, pero se requiere mucho dinero, compromiso y tiempo. En cambio, lo que tenemos es un gobierno federal que desvía recursos de todos lados hacia las Fuerzas Armadas y que, en lugar de poner en marcha auténticas políticas sociales y de prevención, se vanagloria por repartir cheques.

Y, mientras tanto, el país se desangra, a razón de 90 o 100 asesinatos diarios, muchos de ellos cometidos con extremos de saña y crueldad difíciles de concebir. Y volvemos a los números. En 2020, contabilizamos 5,380 “atrocidades”, con al menos, 6,365 víctimas con historias que nos cuentan el mosaico de dolor y crueldad en el que vivimos. ¿Y nuestros gobiernos? muy bien, gracias. (Colaboró Emilio Marcel Regidor)

Por María Elena Morera

 

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