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Opinión

La izquierda, una ilusión perdida

Para las elecciones presidenciales del próximo año, la derecha afina sus estrategias y parece tener ya candidato con enormes posibilidades mientras la izquierda, girando en su laberinto, arrastra en él aún a los candidatos posibles del centro del espectro político.

La Farc puede calificarse desde ya como una ilusión perdida a la que todos los amigos de la paz le apostamos. A las al parecer mafiosas disidencias iniciales que no quisieron sumarse al proceso de paz se sumó luego de la firma del acuerdo la del jefe negociador de la guerrilla, Iván Márquez, Jesús Santrich y El Paisa, todos con cargos de dirección desde la época militar de esa organización.

Alegaron éstos que se iban porque querían fundar la Nueva Marquetalia, haciendo alusión a la región donde nacieron las Farc como si el solo hecho de la división que armaron no contradijera el espíritu de unidad con que nació esa guerrilla de campesinos desarmados que sólo buscaba defenderse de sus atacantes apoyados por el ejército y grandes barones de la política tradicional.

La primera imagen que difundieron para proclamar el nacimiento de su “organización”, con un ciego –Jesús Santrich- empuñando un arma automática es un mentís a esa proclamada intención.  Esa foto evidencia que el asunto es sólo militar puesto que alguien que por su trayectoria, como quiera que se la juzgue, podría aportar en lo político, queda relegado a la inutilidad dado que su deficiencia visual no le permitiría actuar militarmente.

Apenas se conoció la foto surgió la pregunta: ¿de dónde salió el dinero para comprar armas tan modernas si hasta el día anterior no disponían de un peso?

Luego de eso se han ido despeñando líderes de la Farc: tres de los más visibles, entre ellos Victoria Sandino, senadora de ese partido, emitieron un comunicado criticando la dirección de Timochenko y armando rancho aparte. Eso, en vísperas de la asamblea que busca precisamente, además de remediar el absurdo de haber conservado su nombre de guerra que tanto rechazo provoca, definir su estrategia con miras a las elecciones presidenciales del próximo año.

Ante ese espectáculo de zancadillas cruzadas, al parecer fundadas sólo en la mezquindad, el esfuerzo de tantos que desde orillas progresistas despliegan un esfuerzo pedagógico para generar aceptación popular del nuevo partido de la antigua guerrilla, se ve anulado.

Por el lado de la izquierda democrática la situación es si se quiere más caótica aún: Gustavo Petro, el más brillante y el del programa de gobierno mejor estructurado, dedica tiempo precioso a combatir a quienes, desde el centro y la izquierda del espectro político, aparecen como posibles contendores suyos. Esgrime como razón para reclamar su candidatura única que en las pasadas elecciones presidenciales sacó ocho millones de votos, sin aceptar que muchos de ellos fueron de académicos, analistas políticos y personas de muchos matices progresistas que quisieron sentar su rechazo al candidato de la extrema derecha que hoy nos desgobierna.

Ángela María Robledo, fórmula de Petro a la vice presidencia en 2018, acaba de retirarse de su movimiento argumentando tratos irrespetuosos por parte de él. Sus malas maneras opacan sus enormes dotes intelectuales y políticas que lo han hecho un líder de masas: cuando apenas acababa de asumir la alcaldía de Bogotá renunció su secretario de gobierno, Antonio Navarro, líder del M19 reconocido como el mejor en los cargos que ha ocupado: ministro, gobernador y alcalde. Luego renunció Daniel García Peña, su director de Relaciones Internacionales con una carta abierta en la que señaló que un déspota de izquierda es un déspota; e igual ocurrió con otros más de manera que en cada secretaría los titulares rotaban con una celeridad tal que hacía imposible consolidar un equipo de trabajo con proyección a futuro.

En este momento Petro tiene rotas sus relaciones prácticamente con todos los demás candidatos lo cual hace casi imposible pensar en una alianza.

Por otra parte, del Polo, que agrupó en su momento a todas las fuerzas de la izquierda democrática,  se acaba de retirar Jorge Enrique Robledo, senador destacado, empeñado con Petro en mostrarse su mutuo odio, así como con su antiguo partido, la actual alcaldesa (de centro) y con los del partido Farc.

Y por los lados del centro el más conocido de ellos, Sergio Fajardo, se considera enemigo de Petro y es bien correspondido y otras figuras de ese espectro, entre las cuales se cuentan varios senadores hasta hace poco miembros del establecimiento, incluso en las filas de Álvaro Uribe, que han adoptado políticas de centro y apoyan el proceso de paz, son rechazados por la izquierda y así se cierran posibilidades a figuras carismáticas y experimentadas como el ex ministro y negociador de paz Humberto de la Calle y el rector de la Universidad de Los Andes Alejandro Gaviria.

Mientras tanto en la derecha el ex presidente Uribe ya escogió a Federico Gutiérrez, Fico, joven y con un gran aparato de publicidad, quien dejó la alcaldía de Medellín con altos índices de popularidad. Habrá una consulta interna para elegir al candidato pero desde ya se sabe que el que diga el “presidente eterno” será el elegido. Si pudo hacer ganar a un inepto, desconocido e inexperto como Duque, con mucha mayor facilidad hará presidente a este paisano suyo.

Como siempre, la izquierda está tan ocupada destrozándose entre sí que no tiene  tiempo para buscar el poder.

Por Zheger Hay Harb

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