La inesperada firma del acuerdo del Brexit, entre el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y sus ex socios de la Unión Europea (UE), puso fin de manera un tanto sorpresiva a largos meses de confrontación y disputas que por momentos hicieron pensar que no se llegaría a ningún acuerdo satisfactorio para ambas partes.
La vida demostró que ese matrimonio era prácticamente indisoluble y que tanto uno como otro saldrían perjudicados notablemente en caso de una ruptura drástica, sin un final feliz que el menos regulara el futuro9 económico, comercial y financiero, sin el riesgo de un peligroso campo minado en sustitución de la unión creciente a lo largo de más de medio siglo.
En lo político-militar no era mucho lo que se arriesgaba, pues el Reino Unido permanecería como fiel componente del pacto de la OTAN, encabezado por Estados Unidos y bajo cuya protección están los países de la Unión Europea. En ese sentido, nada o muy poco cambiaría, al menos por ahora.
No es casual que el agonizante Donald Trump alentara constantemente a Boris Johson a acabar de salir de la Unión Europea y a acercarse aún más a Estados Unidos pero manteniendo su membrecía en la OTAN, donde el Reino Unido juega un papel decisivo junto a Washington, en particular en el Medio Oriente y en Asia.
Los factores que aceleraron la llegada del sorpresivo acuerdo, -en momentos en que parecía estancado y cuando ambas partes se intercambiaban culpas y pestes,- deben buscarse en el agravamiento de la pandemia de la COVID-19 para los ingleses y la aparición allí de una nueva y mortífera cepa que aterrorizó a Europa y en el bloqueo comercial al que los países europeos sometieron durante escasas 48 horas al Reino Unido, aislándolos y haciéndole sentir en carne propia lo que eso significa.
Esta vez, los aterrorizados fueron los ingleses y todos buscaron rápidamente la avenencia que los condujo al acuerdo a marcha forzada, olvidando viejas inculpaciones.
El final de Trump en la Casa Blanca puede haber sido también un elemento adicional que llevó a Johnson a la búsqueda del acuerdo, aunque este no colmara totalmente las expectativas por ambas partes, pero evitara un salto al vacío de imprevisibles consecuencias en momentos de contracción económica mundial.
Lo cierto es que el matrimonio, aunque bajo nuevas reglas, permanece en gran medida indisoluble.
Por Gustavo Robreño