Las elecciones tienen gran importancia en la vida política de cualquier país y son esenciales para toda democracia. Durante los procesos electorales, los ciudadanos se convierten en actores políticos fundamentales. Es por esto que la primera prerrogativa que tenemos los ciudadanos mexicanos consiste en votar en las elecciones populares. Ésta es, sin duda, la forma de participación ciudadana que más conocemos.
Lo que no todos los mexicanos saben es que, además de prerrogativa, el voto también es una obligación. No acudir a votar implica quebrantar un deber ciudadano; de este modo, el abstencionismo no sólo es desinterés o apatía, sino también una violación a la Constitución y un acto antidemocrático. El voto, para decirlo más claro, no es opcional.
Conviene detenernos aquí para comprender qué se entiende por “voto”. El diccionario indica que esta palabra proviene del latín “votum”, y una de sus acepciones es “expresión pública o secreta de una preferencia ante una opción”. Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Nación señala que la doctrina ha definido el voto como “la manifestación del criterio y sentido formulado por el componente de una asamblea, junta o tribunal colegiado acerca de cuál ha de ser, a su juicio, la solución de la cuestión que ante ellos haya sido objeto de debate”.
Los ciudadanos votamos para elegir a quienes integrarán dos de los tres Poderes de la Unión: el Ejecutivo y el Legislativo. Sin embargo, no podemos elegir a los integrantes del tercer poder, el Judicial, en ninguna de sus instancias. Mediante el proceso electoral elegimos a quienes han de ocupar puestos públicos en buena parte de las instituciones políticas del país. Quitémonos entonces de la cabeza la idea de que el voto es sólo una papeleta con los nombres de personajes, algunos de ellos de dudosa reputación, a quienes la mayoría de las veces ni siquiera conocemos.
No se trata de un papel que cada tres o seis años tenemos que tachar y depositar en una urna. No, la realidad es que el voto popular tiene múltiples consecuencias directas e indirectas en nuestra vida. Lo que está en juego es, en cierta medida, el destino de muchos mexicanos. Y no creo exagerar si afirmo que incluso está en juego el destino de nuestros hijos, por ello es tan importante el voto.
La segunda pregunta que surge es: ¿quiénes pueden votar? La respuesta es sencilla: las ciudadanas y los ciudadanos. Un extranjero no puede votar, ni un menor de edad; tampoco pueden hacerlo ciudadanos cuyos derechos estén suspendidos. La tercera pregunta sería: ¿en dónde votamos? En la casilla de nuestro distrito electoral, el cual corresponde al domicilio que señalamos cuando obtenemos la credencial de elector.
Por último, ¿cada cuándo votamos? Cada tres años para elegir a los diputados federales, diputados de las entidades federativas, alcaldes de la Ciudad de México, presidentes municipales y diputados del Congreso de la Ciudad de México. A su vez, cada seis años, elegimos al Presidente de la República, al jefe de Gobierno de la Ciudad de México y a los gobernadores de los estados, así como a los senadores.
Por ello, el voto es sumamente importante para el destino de nuestro país y para blindar a la democracia de algunos virus, como el abstencionismo. En los próximos meses se llevarán a cabo las elecciones, razón por la cual prepárate para ejercitar tu voto.
Por: Ulrich Richter