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Opinión

¿García Luna a Calderón como García Harfuch a Sheinbaum?

¿Recuerdan aquellos tiempos cuando Calderón y su equipo veneraban a García Luna? Sería interesante conocer las apreciaciones que tienen ahora sobre quien fuera uno de los poquísimos hombres en quien confiaba el expresidente. Si hoy les desconcierta que haya sido detenido en Dallas por ser acusado de narcotráfico y de aceptar sobornos del entonces líder del cartel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, podrían argumentar o que nunca tuvieron conocimiento de sus vínculos con el crimen organizado, o que las acusaciones de la fiscalía de Nueva York —con cientos de pruebas en su contra— les resultan infundadas. Cualquiera de estas dos posturas es endeble, por decir lo menos.

En el entramado de complicidad, comúnmente cuando caen cabezas, los procesos inician apuntando hacia los subordinados. Difícilmente se mira hacia el mando superior y pocas veces se expande el enfoque de la lupa hacia los colegas homólogos de otras dependencias. No extraña que sea Luis Cárdenas Palomino, uno de los jefes policiales más cercanos a García Luna, a quien la justicia de EE.UU. tiene en la mira. La Fiscalía General de la República detuvo a Cárdenas Palomino por los cargos de tortura a cuatro personas, entre ellos el hermano y un sobrino de Israel Vallarta, a quienes obligaron a confesar que pertenecían a una banda de secuestradores. Llama la atención que la detención no incluya cargos con el narcotráfico, sobre todo, porque la Fiscalía de Nueva York acusa a Cárdenas Palomino y a Ramón Pequeño, de “ayudar al cártel de Sinaloa a traficar droga del 2001 al presente”. Todo indica que se solicitará la extradición de Cárdenas Palomino.

Si la línea de subordinación lleva una ruta, Omar García Harfuch estaría también en la mira de las investigaciones de la fiscalía neoyorquina, difícilmente en la mira de la FGR pero quizá lo esté en la de la UIF, que había congelado en 2019 sus cuentas tras la detención de García Luna, pero que liberó posteriormente. La bola de nieve de la investigación que generó el caso del Chapo Guzmán, tiene largas colinas que recorrer. Llegado el momento ¿las filias de complicidad y de complacencia se irán diluyendo? Porque hasta ahora tanto García Luna como Cárdenas Palomino son vistos como adversarios del gobierno federal, pero no sucede lo mismo con Omar García Harfuch, quien ha recibido el espaldarazo de Claudia Sheinbaum.

Claudia Sheinbaum ha recibido cuestionamientos sobre los antecedentes de García Harfuch. La publicación del “expediente secreto” menciona, entre otras: su incorporación en 2008 como suboficial, dirigiendo la Unidad de Tráfico y Contrabando, sin haber aprobado las pruebas de confianza correspondientes, sin experiencia alguna y apadrinado por Cárdenas Palomino; documentos obtenidos de la Unidad de Asuntos Internos (UAI) señalan que “su rendimiento intelectual se encuentra ubicado en el rango Inferior al Término Medio”, que realizaba constantemente cateos sin orden judicial. Por otro lado, está todavía su inexplicable actuación cuando Cárdenas Palomino le instruyó una “comisión confidencial” en Guerrero, en la que argumenta, con confusión de fechas, que fue enviado a Michoacán justo cuando sucedió la desaparición de normalistas de Ayotzinapa. Finalmente, la acusación de haber recibido 200 mil dólares mensuales del Cártel Guerreros Unidos, de acuerdo con un testigo protegido de la investigación de Ayotzinapa.

Si, como el presidente lo anunció, Claudia Sheinbaum tiene posibilidades de ser presidenciable, no debería hacer oídos sordos ante el ruido que lleva este río de aguas bravas. A menos que haya alguna instrucción superior que, a pesar de invadir su autonomía federativa como jefa de gobierno, le impulse a mantener el respaldo incondicionalísimo a su secretario de Seguridad Pública. No sería la primera vez que se asumiera como regenta de la ciudad, pero en un futuro, su postura al respecto podría ser costosa para sus aspiraciones políticas.

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