El periódico Índice de la Cd. de Chihuahua reprodujo el 11 de septiembre de 1965, un desplegado que dirigieron Arturo Gámiz y Salvador Gaytán al General Práxedis Giner Durán, Gobernador de Chihuahua.
Se los comparto:
“Nos hemos levantado en armas para hacer frente a los cacicazgos como el de José Ibarra y Tomás Vega, que agobian al estado, una vez que agotamos los medios legales sin fruto alguno; una vez que nuestros esfuerzos de años fracasaron en virtud del apoyo incondicional que el Gobierno del estado proporciona a los caciques que por décadas se han dedicado impunemente a explotar como bestias a los campesinos, a humillarlos y asesinarlos, a quemarles sus ranchos, robarles su ganado y violar a sus mujeres.
“Durante años, por las buenas estuvimos pidiendo justicia, pero usted, señor Gobernador, nos despidió siempre con insultos; se puso de parte de los latifundistas y les dio fueros. Empuñamos las armas para hacer por nuestra propia mano la justicia que le niega a los pobres.
“Hemos declarado varias veces que estamos dispuestos a dejar las armas a condición de que someta al orden y a la ley a los caciques como Ibarra, y se repartan las tierras que mediante despojos y candidatos han acaparado. La respuesta suya ha sido enviar más de mil soldados a liquidarnos, y armar bandas de conocidos asesinos que nos persiguen con saña. Conste, pues, que usted es el responsable de todo lo que ha ocurrido y ocurra, usted es el responsable de que haya empezado a derramarse sangre.
“La misión del Ejército es la de proteger las instituciones emanadas de la Revolución–, y no la de actuar como mercenarios al servicio de los peores caciques. Sin embargo, algunos jefes y oficiales están recibiendo dinero de esos caciques, que utilizan el Ejército como instrumento de sus turbios intereses; están tomándose facultades que no les corresponde; proceden al margen de la Constitución y de las propias ordenanzas militares; atropellan al pueblo indefenso; comercian con la vida de sus soldados y los están empujando a cometer fechorías que los desprestigian y acarrean el odio del pueblo, y los están exponiendo a choques en los que necesariamente sufren muchas bajas.
“Hemos dicho y lo repetimos: no queremos matar soldados; nada tenemos contra ellos siempre y cuando respeten a las familias. Los consideramos de clase pobre y explotados, que están en el servicio únicamente por necesidad, teniendo que soportar el despotismo y los abusos de sus superiores. Nuestra lucha no va dirigida contra el Ejército sino contra los caciques. Pero lo soldados enviados en nuestra persecución en vez de buscarnos se dedican a cometer desmanes contra los rancheros indefensos: matan el ganado, queman sus casas y sus huertas, molestan a sus mujeres, torturan a los rancheros, sobre todo a los niños. Ante esta situación, nos hemos visto obligados a hacerles frente y castigarlos por sus fechorías; y en tanto sigan molestando a las familias y sigan protegiendo caciques y asesinos, seguirán expuestos a nuestras balas.
“Lamentamos las bajas sufridas por el Ejército, pero de ello es usted el único responsable. Le hemos dicho anteriormente que nos gustaría verlo acá, en la sierra, al frente de sus tropas, para que se convenza de un par de cosas: es fácil mandar soldados a la muerte; es fácil lanzar insultos a los maestros y estudiantes ahí en su oficina, valiéndose del cargo que tiene. Lo difícil es empuñar un arma, introducirse en la sierra y hacernos frente.
“Usted, con sus torpezas y sus caprichos, ha agravado los males del estado. Le hemos pedido que reconozca su incapacidad y renuncie y salga del estado que tan mal ha servido. Se lo repetimos ahora: renuncie y váyase del estado o lo sacaremos por la fuerza, cueste lo que cueste y corra la sangre que corra”.
Este profundo y extraordinario mensaje de Arturo Gámiz y Salomón Gaytán—jefe político y jefe militar del Grupo Popular Guerrillero—encolerizó al nefasto General Giner Durán, Gobernador de Chihuahua, a tal grado que los guerrilleros que fallecieron en el Asalto al Cuartel Madera, les impidieron a sus familiares los velaran en un ataúd y los sepultaran; ordenó a los soldados que los enterraran en una fosa, al grito de:
¡Querían tierra, pues dénsela hasta que se harten!