Sin la existencia de la prensa el derecho constitucional a informar y ser informado no pasaría de ser un mero enunciado y, sin información, no es posible la democracia. En el concepto de prensa se incluye a la “gran prensa”, la de los grandes conglomerados, y la alternativa en periódicos, revistas, radio y todos los emprendimientos periodísticos que aprovechan los avances digitales.
Cada día amanece un nuevo esfuerzo informativo en pequeñas comunidades para difundir la realidad de su vida cotidiana, o de organizaciones sociales, movimientos de oposición, barriales, políticas alternativas, estudiantiles y de mil formas más.
En Colombia vemos cómo paulatinamente la prensa pasó de manos de los periodistas a las de los empresarios. El Tiempo, el diario de mayor circulación nacional, propiedad de una familia de clase alta que incluye entre sus miembros presidentes de la República, pero todos con ejercicio periodístico, pasó a ser propiedad del hombre más rico del país cuyos intereses están principalmente en la banca, el comercio y la industria. Es decir, el periódico es una más de sus empresas y se guía por el debe y el haber en el balance de cuentas.
Este empresario ha estado cuestionado por el caso Odebrecht, que tanto le ha costado al país en pérdida de la ética pública y recursos que deberían ir a escuelas, hospitales y obras de infraestructura. Desde luego, mientras no sea vencido en juicio con todas las garantías, no puede hablarse de su culpabilidad. El punto aquí es que un periódico que pasa a ser propiedad del empresario mencionado en asuntos judicialmente contenciosos tendrá las manos atadas para analizar y difundir imparcialmente las noticias que atañan al caso.
El Tiempo tenía fama de poner y quitar presidentes de la República y fue siempre un periódico gobiernista; su poder era tal que no tenía necesidad de hacer lobby, ese lo hacían los políticos ante él, pero era eminentemente una empresa periodística hecha por periodistas. Eso ya es tiempo pasado.
La revista Semana, otro medio de circulación nacional que gozó de gran prestigio desde hace más de cincuenta años, fue vendida por su dueño, Felipe López, hijo y nieto de expresidentes liberales vinculados con el periodismo, a Jaime Gillinsky, un empresario que desde el primer momento le imprimió un sello abiertamente derechista, enemigo del proceso de paz y defensor del expresidente Álvaro Uribe y el presidente Iván Duque. Ante esto, renunciaron el director, hijo de uno de los antiguos propietarios de El Tiempo, también periodista, y todos los columnistas reputados nacional e internacionalmente por su calidad periodística y carácter independiente.
Hace ocho días el empresario Gillinsky, el nuevo dueño de Semana, intentó apoderarse también del periódico El Colombiano, de ideología derechista, el periódico más importante y tradicional de Antioquia, la tierra de Álvaro Uribe, pero los empresarios antioqueños, sintiendo herido su orgullo empresarial, nacido de la primera industrialización del país, que se dio en esas tierras, sumaron capitales e impidieron la operación del que consideraron advenedizo.
Esa defensa fue de su espacio empresarial, porque en cuanto a la del periodismo independiente, nada cambia: hace tres días se supo que ese periódico despidió sin fórmula de juicio al periodista Francisco Cortés, implacable frente a los corruptos y lector honesto de la realidad. Su última columna, la que rebozó la copa, se titula “El capitalismo benévolo y el capitalismo maligno”. En ésta destruye la presunción de que los capitalistas de esa región pertenecen al capitalismo “virtuoso” porque generan empleo y contribuyen a mejorar la calidad de vida de la población, frente al capitalismo “malo”, el de quien intentó apropiarse de ese periódico. Da ejemplos de despojo de campesinos y aprovechamiento de desplazamiento forzado generado por ellos mismos.
Ante esta situación, varias de las más importantes plumas salidas de la ahora desprestigiada revista Semana, crearon un periódico virtual -Los Danieles-, situado en el centro ideológico, ácidos frente al gobierno Duque y el expresidente Uribe y duros con los políticos corruptos.
En ese estado de cosas, dos empresarios: Patricia Lara, accionista de la desaparecida revista Cambio16, en la cual colaboraron Gabriel García Márquez y varios de los columnistas más prestigiosos del país, y Daniel Coronell -uno de los Danieles- con apoyo de otros inversionistas han lanzado la nueva revista Cambio, que viene a llenar un vacío informativo presentando una propuesta de periodismo independiente que el país reclama con urgencia. Este nuevo medio ha dado cabida al análisis de casos gravísimos de corrupción como el de uno de los candidatos de derecha -Alejandro Char- exalcalde de Barranquilla y exgobernador del Atlántico, y Julio Gerlein, miembro de una familia de políticos, ambos benefi ciaros de la corrupción al elector que denunció la examante de ambos, exsenadora y hoy detenida en Venezuela Aida Merlano, quien pide ser extraditada a Colombia para delatar ese entramado perverso.
La gran prensa ha limitado el asunto a un escándalo morboso que la nueva Cambio se ha dedicado a develar, como también el desplazamiento forzado, el incendio de la Amazonia, los problemas internos del Centro Democrático porque cada uno quiere estar más a la derecha del otro en ese Camelot que quisieron hacernos creer que era ese partido fundado por Álvaro Uribe y donde no se mueve una hoja sin su aprobación.
También se ha ocupado en su cortísima existencia de las talanqueras que el gobierno opone al proceso de paz, la ineptitud de Duque, la terrible corrupción del sistema, los ecocidios, la ausencia de una agenda cultural del gobierno y muchos otros temas más. Así que bienvenida Cambio, por una nueva y mejor información.