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Opinión

Rusia. Seguridad nacional realidad y obsesión

En la posguerra, la Unión Soviética soportó el cerco militar de los Estados Unidos y mejoró su seguridad nacional mediante el incremento del potencial militar. En 1949 detonó la primera bomba atómica quebrando el monopolio atómico de Occidente, con lo cual emparejó las acciones.

En 1955 creó el Tratado de Varsovia, que sumó a las suyas las capacidades militares de 7 países de Europa Oriental en cuyos territorios estacionó contingentes de tropas, aunque se abstuvo de emplazar armas nucleares.

Con el lanzamiento del primer satélite artificial en 1957, la URSS evidenció el desarrollo de la cohetería intercontinental, equilibrando la correlación de fuerzas. Con la miniaturización de las bombas atómicas, realización tecnológica alcanzada en aquellos años, aparecieron las ojivas nucleares que podían acoplarse a los misiles, convirtiéndolos en portadores atómicos.

Desde 1955 el líder soviético Nikita Jruzchov promovió la política de coexistencia pacífica, adoptada oficialmente en 1961. Aquella doctrina asumía que, durante cierta etapa, el socialismo conviviría con el capitalismo, evitando la guerra mundial. Tal enfoque sería el soporte de la emulación pacífica con Estados Unidos a cuya economía planeaba superar alrededor de 1980, cuando se asomaría al umbral de la sociedad comunista donde, según soñaban entonces, regiría un nuevo “código moral” y la riqueza social se distribuiría de acuerdo a las necesidades

La devoción por la coexistencia pacífica, no impidió Jruschov emplazar misiles con ojivas nucleares en Cuba a donde llevó además seis bombas atómicas y decenas de municiones atómicas de uso táctico, lo cual dio lugar a la Crisis de los Misiles de 1962. A diferencia de las consideraciones de seguridad que han dado lugar a la intervención rusa en Ucrania, los misiles que la OTAN pudiera instalar en Ucrania, son hipotéticos, mientras que los de entonces eran reales.

A partir el sacudón que representó la Crisis de los Misiles de 1962 y la adopción del Tratado de no Proliferación Nuclear (1968), los líderes de Estados Unidos y la Unión Soviética, secundados por brillantes fi guras de la política europea de entonces como Willy Brand, Bruno Kreisky, Olof Palme, Urho Kekkonen y otros, por cierto de inspiración socialdemócrata, convirtieron la seguridad europea y mundial en prioridades en las cuales se registraron importantes avances.

La Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa efectuada en Helsinki se celebró entre julio de 1973 y agosto de 1975 y en la cual, además de los países europeos, incluidos los socialistas, participaron Estados Unidos, Canadá, y Turquía se adoptó una Acta fi nal que marcó un hito.

Un hecho significativo es que, en el Acta Final, para lograr consenso en lo relativo a la “inviolabilidad de las fronteras”, por primera vez, occidente reconoció las incorporaciones territoriales realizadas por la Unión Soviética en el Este de Europa tras la II Guerra Mundial, alguna de las cuales, como la de Crimea y Donbass, ahora le han resultado inconvenientes a la Rusia postsoviética, tanto que han inspirado una guerra. 

Desaparecida la URSS y el Tratado de Varsovia, en lugar de complacer a Yeltsin y a Putin que depusieron la hostilidad hacia occidente, incluidos los Estados Unidos, se le dieron sendos portazos. En tal estado de cosas, al tomar el mando, Vladimir Putin, se dedicó a trabajar por restablecer la independencia, la identidad y la autoestima de Rusia para lo cual fue necesario reconstruir la economía nacional, restablecer las fuerzas armadas, la industria y la ciencia militar, incluida la aeroespacial y atómica, lo cual, desde la presidencia, realizó brillantemente y hasta hoy sin cometer errores estratégicos.

Para mi sorpresa, Putin, líder del país más grande del mundo, la 11º economía y el mayor poderío militar mundial empatado con Estados Unidos, sin rival en Europa y a quien ningún país del mundo, ni todos juntos, excepto Estados Unidos, pueden retar y sobrevivir a la represalia, fue presa de una especie de obsesión por la posibilidad de que Ucrania ingresara en la OTAN haciendo peligrar la seguridad de Rusia, cosa que únicamente Estados Unidos puede hacer.

En 50 años de Guerra Fría, sólo dos países europeos, Inglaterra y Francia obtuvieron armas nucleares y ninguno se atrevió nunca a desafiar a la Unión Soviética, tampoco es presumible que la OTAN se anime contra Rusia y menos Ucrania. Lo que ahora ocurre podía haberse evitado si la OTAN no hubiera persistido en su expansión y si Putin no se hubiera dejado provocar.

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