El giro que ha tomado el proceso electoral en los Estados Unidos, usualmente una despiadada contienda política, por momentos alejada de la ética y asociada al dinero, esta vez va más lejos, al punto que uno de los candidatos, Donald Trump, es un convicto declarado culpable de delitos graves, y el otro, el presidente Joe Biden, tildado de incapaz para ejercer un nuevo período presidencial debido a su edad.
Las tensiones del anómalo ejercicio electoral y el radicalismo con que se comportan los seguidores del candidato republicano, que incluso en el 2021 protagonizaron el asalto al Capitolio de Washington, sumado a una amplia gama de problemas sociales, económicos y de seguridad, entre otros los desbordes de violencia, así como evidencias de decadencia de la influencia política estadounidenses, incrementadas por la guerra, han instalado en algunos círculos la versión de que en Estados Unidos puede ocurrir un golpe de estado o una guerra civil.
En cuanto a la guerra civil, existe un antológico antecedente cuando, entre el 1861 y el 1865, debido a desavenencias derivadas del desempeño económico entre los estados del Norte y del Sur del país y una profunda división respecto al tema de la esclavitud, dieron lugar a que 11 de los 34 estados que entonces formaban el país, se separaran de la Unión y constituyeran los Estados Unidos Confederados.
La Guerra Civil, probablemente la más cruenta y letal de las de ese carácter se prolongó por más de cuatro años, dio lugar a casi un millón de muertos, a la ruina económica de los estados sureños, y a la llamada etapa de reconstrucción. Si bien como resultado de ella fue abolida la esclavitud, se estableció la segregación racial que se prolongó por casi 100 años.
Los rencores y las heridas abiertas, persisten todavía y se expresan, entre otras cosas, en el racismo que constituye el más grave problema social de la sociedad estadounidense, con potencial para generar grandes conflictos internos. La perspectiva de que un episodio como aquel pudiera repetirse es aterradora.
La vanguardia que condujo la primera revolución anticolonial en el llamado Nuevo Mundo, forjó la nación y fundó el Estado, de hecho, la primera democracia moderna, blindó al país mediante un eficaz sistema de instituciones que tienen como eje a las elecciones, expresión de la soberanía popular, al Congreso, la Presidencia y la Corte Suprema que, contando con la separación de poderes, hasta ahora ha proporcionado amparo a la convivencia y al progreso general, impidiendo que hechos como los golpes de estado pudieran tener lugar.
Precisamente ese blindaje institucional es el que las prácticas políticas recientes hacen peligrar. No es exagerado creer que la democracia en Estados Unidos y su sistema político que ha sobrevivido más de 200 años está en peligro y, con ello, el modelo político e institucional vigente en todo Occidente donde, aunque muy lejos de la perfección, configura las más avanzadas formas de convivencia alcanzadas por la humanidad.
Desde el 1789 hasta la fecha, en Estados Unidos ha habido 45 presidentes y 46 presidencias. (La diferencia se debe a que Grover Cleveland ejerció el cargo en dos mandatos no consecutivos) De los 45 mandatarios, 14 ejercieron el cargo en un solo período, Donald Trump, es uno de ellos, y el segundo en tratar de ser reelegido de modo no consecutivo.
De los 45 gobernantes todos legítimos, nueve dejaron el cargo antes de concluir el período para el cual fueron electos. Cuatro de ellos fallecieron de muerte natural, otros cuatro fueron asesinados y uno, Richard Nixon, renunció.
Existen los casos excepcionales está el de Franklin D. Roosevelt, que fue electo en cuatro oportunidades y gobernó durante 12 años, y el de Gerald Ford, quien fuera vicepresidente y presidente sin ser electo para ninguno de los dos cargos. Entre ellos hubo dos parejas que fueron padre e hijo: John Adams y John Quincy Adams, y George H. Bush y George W. Bush.
Las maniobras electorales sucias, el intento de tomar el Capitolio para impedir la confirmación de la victoria del presidente ganador, evento el que se implicó el entonces presidente Donald Trump, que ahora vuelve a ser candidato, así como la peligrosa inmunidad concedida al presidente por la Corte Suprema, cuyos efectos están por evaluar, configuran un cuadro de difícil pronóstico y confirman los peligros para la estabilidad política de los Estados Unidos, que es como un fusible para la del mundo.