A raíz de la pandemia y las restricciones sanitarias que propició, algunos jóvenes de Cancún encontraron una forma singular de hacer dinero: fiestas clandestinas en las cuales los excesos nunca faltan; alcohol, droga, música y descontrol en cada fin de semana. Para los organizadores y participantes, el peligro a los contagios de COVID-19 queda relegado a segundo término.
Si bien es cierto que las fiestas clandestinas las realizan desde hace varios años en la ciudad, lo que ahora destaca es que en medio de una pandemia, los jóvenes miran esta oportunidad para hacer negocios, sin importar los peligros que enfrenten.
En estas reuniones, la mayor cantidad de asistentes son menores de 20 años y el consumo de alcohol es casi obligado; sin embargo, se trata de bebidas de dudosa procedencia, pues siempre buscan ofertar algo económico para obtener mayores ganancias.
Hermetismo
En entrevista con un organizador de este tipo de eventos, comentó que parte del éxito de estas reuniones recae en el anonimato, pues se planean al principio de semana y se comenta en un post, principalmente en redes sociales; Instagram, Facebook y WhatsApp, por medio de historias que tienen duración de un día y que se pueden administrar fácilmente para indicar quiénes pueden ver o no el anuncio.
Los interesados en asistir son incluidos en grupos efímeros de redes sociales, y el día del evento, a tan sólo horas de comenzar, les hacen llegar la ubicación por medio de GPS. De esta forma mantienen hermetismo para el ingreso.
Las reuniones se hacen en casas; cada vez cambian la dirección, y es deber del organizador tener todo listo para sus invitados.
El organizador comentó que generalmente las reuniones son en la zona noroeste de la ciudad, donde se encuentran los fraccionamientos y casas de interés social; Hacienda Real del Caribe, Paseos del Mar, Prado Norte y Las Palmas, son las áreas donde frecuentemente las realizan.
Ganancias
Reconoció que estos “antros exprés” tienen un precio para los asistentes, que generalmente es de 100 pesos, en su versión más sencilla, en la cual los insumos son baratos y hasta peligrosos. También tienen versiones con mayor “categoría”; en estos casos, cobran hasta 300 pesos, pues incluyen presencia de Dj y barra libre.
Dependiendo de la cantidad de asistentes y del consumo, el organizador puede ganar hasta tres mil pesos en un solo evento.
El mayor peligro es que en estos lugares no hay medidas de seguridad contra el coronavirus y estos lugares son ideales para iniciar un rebrote. Además, muchos de los asistentes son menores de edad, de nivel económico medio-bajo, que ven en estas reuniones la oportunidad de distraerse y consumir bebidas alcohólicas y drogas a un menor precio.
Aunque estas prácticas se han vuelto más comunes, pasan desapercibidas por la mayoría de la población, por la forma sigilosa en que las realizan.
Generalmente los organizadores son personas que han tenido experiencia en las ventas de boletos para los antros en la zona hotelera, donde operaban como RRPP, pero ante la falta de empleos y de turismo, ahora explotan la necesidad de los jóvenes de socializar.
CG