Dolor, culpa, enojo, llanto, largas noches de insomnio y muchas preguntas en el aire acompañan a una mujer desde hace dos años; desde aquella fatídica mañana, cuando a su hijo de 15 años de edad le arrebataron la vida. Durante meses, la joven mujer se preguntaba si el menor sintió dolor al recibir la primera y mortal bala que hizo blanco en su cabeza. Estos cuestionamientos la sumieron en una fuerte depresión que la llevó a atentar en tres ocasiones contra su vida. Para ella, el 10 de Mayo ya no existe, desde que “su niño” duerme el sueño eterno.
La manera en la que ocurrió el asesinato llevó a pensar a los vecinos que la familia estaba involucrada con la delincuencia organizada. Las habladurías se convirtieron en amenazas, pues para quienes habitaban en los domicilios aledaños era vivir cerca de una bomba de tiempo, donde tarde o temprano los responsables regresarían. Nadie quería ser blanco de una bala perdida, por lo cual, las agresiones verbales aumentaron, obligándola a abandonar incluso el Estado.
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Un chocolate, un dibujo y un beso acompañado de un abrazo fueron los últimos regalos del Día de las Madres que una mujer recibió el pasado 2020 de su hijo, un adolescente de 15 años, quien soñaba con crear un videojuego y vivir de las ganancias, por el éxito que tendría. Lamentablemente, perdió la vida al recibir varios disparos al salir por un momento de su domicilio.
En entrevista telefónica, esta madre contó a Por Esto! Quintana Roo cómo ha sido su vida desde aquel funesto día, ya que no sólo perdió a “su niño”, sino que su matrimonio de 20 años se acabó, así como sus ganas de seguir viviendo, por lo cual quiso suicidarse tres veces. Una de ellas fue un 10 de mayo, fecha dolorosa que piensa pasar como un día cualquiera, abrazando celosamente la urna que guarda los restos del menor.
“Laura”, como quiso que le llamemos, ya no continuó con la denuncia por el asesinato de su hijo, ocurrido en Cancún en el año 2020, pero no porque fuera amedrentada o no le interesara que se hiciera justicia, sino porque apenas tenía fuerzas para seguir llorando su pérdida.
Así se le iban los días y noches, abrazando sus recuerdos. Lo que menos quería era estar en una dependencia (FGE Quintana Roo) donde lo primero que hicieron fue señalarlos como delincuentes. Ella piensa que quienes lo mataron ya no viven o están muertos en vida.
“Se necesita no tener corazón para atreverse a dispararle en la cabeza a un muchachito que no le hacía daño a nadie”, expresó.
Ese mismo año, cinco menores más fueron parte de las estadísticas, cuando se cometieron 581 homicidios dolosos en todo el Estado, de los cuales, 323 se registraron en Cancún
Habían pasado pocos meses desde que el hijo de “Laura” había sido asesinado cuando la contactamos. Ella ya era dependiente de fármacos que la sacaban de la realidad, pues estando consciente sólo pensaba en la forma de traer de regreso a su hijo a la vida. La mataba imaginar los últimos segundos de su vida, si se había dado cuenta de que sería asesinado y si había sentido miedo o dolor cuando el primer proyectil impactó su cabeza.
“Me estaba volviendo loca, y qué madre no lo haría. Mataron una parte de mi cuerpo; la mitad de mi corazón duerme con él y fue por ello que quise irme a su lado”, dijo.
El 10 de mayo de 2021 fue el primero de sus tres intentos de suicidio. Su esposo ya la había dejado; no soportó perder a su hijo a manos de delincuentes y a su esposa por la pena, y regresó a la tierra que lo vio nacer. Aquel Día de las Madres, “Laura”, como todos los días, tomó la urna con las cenizas de “su bebé” y habló con ellas. Recordó aquel último beso y abrazo que recibió por su día, no pudo contener las lágrimas.
Sintió que le quemaba el nudo en su garganta seca y simplemente comenzó a gritar el nombre del pequeño. Sentía un dolor nuevo e indescriptible, del cual quiso escapar, por lo cual tomó todos los somníferos que tenía a la mano, no sabe cuánto tiempo pasó dormida, pero en sueños pudo verlo una vez más, hablar con él y sentirlo. Al despertar estaba en un hospital con una sonda en su nariz, acompañada por su hermano, quien desde entonces cuida de ella.
Los otros dos intentos fueron el día del cumpleaños de su hijo, meses después, y en Navidad; en ambos se cortó las venas.
“Laura” tuvo que irse de Quintana Roo. Recuerda que en el funeral de su hijo, al cual asistieron pocas personas, se rumoraba que ella y su familia estaban involucrados en actividades ilícitas. Estos comentarios fueron en aumento y posteriormente pasaron a las amenazas. Cada vecino sacó una conclusión y todas llevaban a lo mismo. “Pensaban que nos iban a llegar a matar a todos; eso les daba miedo, por eso me pedían que me fuera. Yo sólo quería desaparecer de este mundo”.
A dos años, ella sigue tomando medicamentos, aunque disminuyó la cantidad. También acude a terapia y trata de entender por qué le tocó a ella sufrir ese dolor. Sigue con las mismas preguntas, extrañando a “su niño” y reviviendo en su mente dolorosos recuerdos; no ha lavado las últimas prendas que él usó, porque le gusta percibir el aroma que dice aún guardan.
Las familias de tres jóvenes ultimados este año en la Región 259 tuvieron que abandonar sus hogares y buscar otros sitios para vivir.
En el año 2021, seis menores fueron blanco del crimen organizado, y en lo que va de este 2022 siete más fueron parte de los 185 homicidios dolosos registrados.
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CG