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Quintana Roo

Guatemaltecos, en medio de la pobreza y rezago social en Cancún

En una choza de dimensiones reducidas en la colonia Sarabia de Cancún, 10 personas, incluyendo ocho menores de edad, viven en condiciones precarias
En una pequeña palapa conviven 10 personas
En una pequeña palapa conviven 10 personas / Especial

En una choza de cuatro metros por cinco, en la colonia Sarabia de esta ciudad, viven 10 personas, ocho de ellos menores de edad, a donde llegó Federico Elías, de origen guatemalteco, en busca de mejores oportunidades de vida; pero desconoce que se ha sumado  así a las estadísticas de las más de 800 mil personas consideradas por el Coneval en condición de pobreza en Quintana Roo.

“Llegamos a Cancún hace siete años por un mejor trabajo”, dijo tímidamente a Por Esto!, al tiempo que lo rodeaban sus hijos, el más pequeño de apenas tres años y la mayor de 17, quien acaba de dar a luz a su segundo hijo.

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Por el momento viven todos ahí, pero en poco tiempo deberán desalojarla pues el dueño del predio en donde se ubica la precaria casa, construida con láminas de cartón y madera, y que carece de servicios básicos, le dijo que va a empezar a construir una casa.

“Estamos buscando otro lugar para irnos a vivir”, indicó al posar sus manos en la cabeza de su pequeña hija de seis años, quien, a diferencia de sus hermanos mayores, nació en Cancún y cuenta con su acta de nacimiento, por lo que logró que la inscribieran en el primer año de la primaria de la Región 237, al igual que su otro hijo de 10 años. Sus otros hijos de 15 y 13 años desertaron de la escuela.

María, esposa de Federico, con tristeza comentó que su hija mayor tuvo a su primer bebé cuando apenas tenía 14 años de edad, ahora, tres años después, volvió a ser madre hace nueve días. Aseguró que ahí vive el yerno, padre de sus nietas.

Federico vende cocos en las inmediaciones de la Universidad del Caribe, a 30 pesos cada uno, y cuando bien le va logra vender 50 piezas. “Me voy temprano, después que mis hijos entran a la escuela y ahí estoy hasta las seis o siete de la noche”. El producto lo traen desde Bacalar, aunque no siempre es segura la venta.

Mientras que María, además de atender labores del hogar, busca contribuir a la economía familia con la venta de ropa en el tianguis de Corales cada martes, aunque ayer no pudo salir a la vendimia porque llegó su hija con la recién nacida. “Hoy trajimos a nuestra hija”, comentó al tiempo de bañar a jicarazos a la nieta de tres años.

Para contar con agua, deben comprarla cada tercer día a los “piperos”, que, por llenarles dos tambos de plástico les cobran 100 pesos, misma que no es apta para el consumo humano, por lo que tienen que buscar comprar garrafones de agua purificada para tomar y preparar alimentos.

Federico aseguró que, por la falta de documentos, no ha logrado colocarse en otro trabajo, ya sea de la construcción o en los proyectos del Gobierno Federal. Por ello se dedica a la venta de cocos, empleo informal, al igual que el tiene el 43 por ciento de los quintanarroenses.

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