Quizá es una de las carreras más deseadas por los niños y también sea de las más caras para estudiar; pero ser piloto comercial no es tan bonito, ni glamoroso, pues además conlleva una gran responsabilidad, comentó el Capitán Dale Thompson, de Delta Air Lines, mientras se tomaba un descanso en el Aeropuerto Internacional de Cancún (AIC), antes de su próximo vuelo.
Trabajar en una “oficina” con las mejores vistas del mundo, en una profesión bien considerada y retribuida, tiene un precio que bien vale la pena pagar para hacer realidad un sueño, dijo Thompson, canadiense de nacimiento y con muchas horas de vuelo dentro de la flota internacional de una de las gigantes de esta industria, como lo es Delta Air Lines.
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Disfrutando unas fajitas de pollo en el restaurante de comida mexicana ubicada en la Terminal 3 del Aeropuerto cancunense, interrumpimos el lunch del capitán para que nos cuente un poco de la vida con la que casi todos los niños –y ahora muchas niñas- sueñan.
“Como todo, tiene su lado bueno y malo; pero si te vas a quejar, pues mejor dedícate a otra cosa. Esto también implica mucha vocación y responsabilidad, pues en tus manos está la vida de mucha gente y hay que estar actualizándose constantemente para no cometer equivocaciones”, expresó el aviador, quien también fue piloto de carga en otra aerolínea.
Thompson ve constantemente el tablero de salida; tiene un vuelo largo a Detroit, pasando por Charlotte, y le han comunicado que el avión irá lleno. Saluda con un gesto a tripulaciones de otras aerolíneas. “Son la competencia, pero todos somos una gran familia. La mayoría nos conocemos y es raro que hoy salude a otro Capitán en Cancún, con el calor, y en unas horas nos saludemos en la nieve y con frío; así es este trabajo.”
“Hay que levantarse a las cuatro de la mañana porque la firma del vuelo que despega a las 7:30 es a las 5.30, y más si el clima no acompaña; o despegar a las nueve de la noche para un vuelo de ocho horas (con relevo de tripulación, eso sí, durante el trayecto). No es algo que le guste a nadie que no esté enamorado de su profesión, por eso te decía que hay que tener vocación”, afirmó el navegante aéreo.
El Capitán ve su reloj y nos pide disculpas por cortar la charla. Ya se le hizo un poco tarde y quiere comprar algunas artesanías que su cuñado le encargó. Nos promete seguir con la plática en otra ocasión y espera que pronto pueda venir a Cancún otra vez, pero de vacaciones y no “de volada”, como siempre lo hace.
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NR